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 Francisco umbral al referirse a la familia: “La escritura es una forma de reinventarse, que la familia, por acción u omisión, forma parte de la vocación literaria”. LA PRENSA/ EFE

Grandes escritores y dramas

¿Se escribe mejor desde el dolor? ¿Hay que tener una vida donde haya habido padres ausentes, violentos, promiscuos o madres castradoras o idealizadas para crear obras maestras? A la vista de los hechos parece que sí, como muestran las vidas familiares de los grandes escritores de todos los tiempos, que recoge el libro Novela familiar, del ensayista y traductor argentino Blas Matamoro.

Por Carmen Sigüenza

¿Se escribe mejor desde el dolor? ¿Hay que tener una vida donde haya habido padres ausentes, violentos, promiscuos o madres castradoras o idealizadas para crear obras maestras? A la vista de los hechos parece que sí, como muestran las vidas familiares de los grandes escritores de todos los tiempos, que recoge el libro Novela familiar, del ensayista y traductor argentino Blas Matamoro.

LA VIDA DE 300 ESCRITORES

Voltaire, Kafka, Baudalaire, Nietzsche, Mario Vargas Llosa, Faukner, Marguerite Durás, Djuna Barnes, Juan Rulfo, Genet, Sartre, Carson Mac Culler, Paul Celán, Stephen King, Pasolini o Francisco Umbral son sólo algunos de los 300 escritores, de Europa y América, que Matamoro ha biografiado a modos de relatos cortos, en Novela familiar , Premio Espasa de Ensayo.

Publicado por Páginas de Espuma en España, premio Málaga de Ensayo 2010, Blas Matamoro (Buenos Aires, 1942) demuestra que la escritura es una forma de reinventarse, que la familia, por acción u omisión, forma parte de la vocación literaria y que con la escritura “se crea una nueva realidad, un nuevo padre y una nueva madre”.

“El ser humano es humano y por lo tanto imperfecto, algo que le resulta insoportable y le lleva a inventarse ficciones, dioses o estrellas. Al tratar de curar esas heridas, por otro lado inherentes al ser humano, por medio de la escritura, según explica a Efe Matamoro.

VARGAS LLOSA SUPO A LOS 10 AÑOS QUE SU PADRE VIVÍA

Una de las biografías recogidas por Matamoro es la del universal escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien hasta los 10 años no se enteró de que su padre estaba vivo, ya que su madre le contó que había muerto. Se inventó una vida sustituta en la que su padre era el elegante tío Lucho y su madre, la tía Julia, con la que se casó a los 19 años.

Matrimonio que contará después en “La tía Julia y el escribidor, publicada ya casado con su segunda mujer, Patricia, con la que empieza a hablar de su escritura, esa vocación que su padre siempre le negó por considerarla tarea para homosexuales, pero que fue el acicate que llevó a Vargas Llosa a convertirse en una de las plumas más famosas.

La escritora francesa Marguerite Yourcenar (1903-1987) no conoció a su madre, que murió al darla a luz. De su padre, que tenía un hijo de su anterior matrimonio, tampoco recibió afecto y fue criada por ayas y gobernantas.

Matamoro escribe que es posible que su progenitor influyera en su vocación literaria, porque había escrito relatos y poesías que después la propia Marguerite rehizo y firmó con su nombre.

“Reformuló a su padre, haciéndose padre de sí misma. No quiso nunca ser madre y se enamoró de mujeres, las amantes de su padre, o de hombres que se iban después con otros hombres. Y los protagonistas de sus obras suelen ser hombres homosexuales, como el emperador Adriano.

Otro caso con herencia familiar importante es el estadounidense William Faulkner (1897-1962), con una familia paterna de pioneros, comerciantes, políticos y banqueros, pero con un padre abúlico e indiferente. “Su madre es culta y lectora y abre a su primogénito un espacio donde construirse sin modelo paterno”.

“Faulkner no escribe sobre el padre, pero en sus textos le obsesiona la figura del burgués prestigioso y abúlico siempre en conflicto con sus hijos, desarraigado y errante”, dice el ensayista.

BAUDELAIRE: “MI MADRE ENVENENÓ MI VIDA”

“Mi madre, involuntariamente, ha envenenado mi vida”, escribió Baudelaire tras un intento de suicidio, y después de quedarse sin padre a los siete años con una madre autoritaria.

La escritora francesa Marguerite Yourcenar   no conoció a su madre, que murió al darla a luz. LA PRENSA/ARCHIVO.

A Kafka su padre le consideraba un mal hijo incapacitado para trabajar, al tiempo que aborrecía su vocación literaria. “Pero cuando muere el padre desata el desorden pesadillero que entendemos hoy por kafkiano”, escribe Matamoro.

El padre muerto o ausente también está en la biografía de Albert Camus (1913-1960), quien no conoció a su progenitor porque murió en la guerra, en 1914. Fue criado por unos tíos y una abuela tiránica, mientras que la madre analfabeta trabajaba como sirvienta. Tampoco conoció a su madre Jean-Paul Sartre, pues murió cuando tenía quince meses. La madre esperaba a una niña y lo vistió de marino, la profesión del padre ausente.

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique (1939) también tiene un padre “prohibido” y de niño contaba a sus compañeros del colegio, que su padre no era el marido de su madre, sino “Arnaldo Alvarado, famoso automovilista peruano apodado ‘el rey de las curvas’. Su madre confirma la noticia y que los nombres civiles del hijo son falsos, una mentira que habilita a Alfredo para convertirla en la mentira que siempre dice la verdad, o sea, la literatura”, escribe Matamoro.

También el escritor vallisoletano Francisco Umbral, hijo de una mujer soltera y de un hombre casado que no le reconoce, se entera tardíamente de quién es su madre, a quien anteriormente consideraba su tía. “La escritura es para Umbral la condición de supervivencia en una historia personal cercada por el alcohol, el éxito mundano y la muerte”, subraya el autor del libro.

La novela familiar de la escritora y cineasta francesa Marguerite Durás también merece un apartado especial para Matamoro. El padre de la autora murió pronto y sólo se sabe que había dirigido una escuela francesa en Indochina. La madre, Marie Legrand, maestra también, se casó con otro viudo con el que también tuvo hijos, al parecer ella tenía predilección por los varones y postergó a Maraguerite, a quien prostituyó de niña.

Yourcenar, que tomó el apellido de su hermanastro Paul, de quien era amante, se dio cuenta de que su madre estaba loca y de que el que había creído que era su padre no era tal, sino que era hija de un amante chino de la madre.

HORACIO QUIROGA, COMO SU PADRE, SE SUICIDÓ

La vida del maestro del cuento, el uruguayo Horacio Quiroga, está marcada por el drama familiar. Su padre se suicidó, el segundo esposo de su madre también. Su amada a la que sus padres no la dejaban mantener relaciones con él hizo lo mismo y poco tiempo después él tomaría unas gotas de cianuro para dejar este mundo.

Imposibilidad para amar, dolor, soledad, miedo, depresión, alcoholismo o suicidio son ingredientes que rodean a algunos de estos grandes creadores que han ahogado en la escritura su personal tragedia familiar.

BARNES MANTUVO RELACIONES SEXUALES CON SU PADRE Y CON SU ABUELA

Como la autora de El bosque de la noche , la norteamericana bohemia y heterodoxa Djuna Barnes, vanguardista escritora de entreguerras, cuya infancia estuvo marcada por el incesto. Su padre y su abuela, que la educó en el amor libre, mantuvieron relaciones sexuales con ella. También fue obligada a acostarse con un amigo del padre a los 18 años.

“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy genio”, dejó dicho Truman Capote, autor de A sangre fría, otro de los grandes cuya obra está determinada por una singular situación familiar, donde hay un padre ausente y una madre, alcohólica, mundana y brillante, que compite con él, destruye sus manuscritos y le acusa de plagiarla reprochándole constantemente su homosexualidad.

 Mi madre envenenó mi vida, dijo Baudelaire.
LA PRENSA/EFE

Así, parece que la actividad narrativa, la literatura, la palabra sanan como sostienen el psicoanálisis y muchas corrientes, filosóficas, ya sea para denunciar, sublimar, olvidar o trascender la realidad que nos circunda.

Sin olvidar que para el gran poeta Rilke la verdadera patria es la infancia y el material de la propia obra del escritor, como recordó también el creador del género del ensayo Michael de Montaigne: “Yo soy la materia de mi libro”, sentenció.

“El escritor no sólo inventa su obra, sino también su vida, al hacer narrable algo en sí mismo inenarrable…”, concluye Matamoro.

EL DOLOR Y LAS TRAGEDIAS

—¿Se escribe mejor desde el dolor? ¿hay que haber tenido padres ausentes o violentos para crear una obra maestra?

—Imposibilidad para amar, dolor, soledad, miedo, depresión, alcoholismo o suicidio, son ingredientes que rodean a algunos de estos grandes creadores.

—La madre de Marguerite Duras la obligó a prostituirse, Djuna Barnes mantuvo relaciones sexuales con su padre y con su abuela.

La Prensa Literaria

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