Por Alejandra Zelman-Doring
I
Donde nuestro encuentro se escapa
En el baile ilegítimo de mi soledad;
Donde el adoquín de las calles
Se encaja en mis pies descalzos,
Y los insomnios me acompañan
Como hermanos protectores:
Por una mirruña de luz me agacho,
Por una migaja,
Y en la mañana no sé
Si te dejé. Abro la ventana
Del cuarto que encerré
En tinieblas para proteger mi no-
Dormir. La abro, los pájaros
Me quiebran los ojos como
Espadas antiguas, y la lluvia cae
Como el polvo violento
De un carpintero loco
Sobre los techos. Por detrás
De mis ojos, la batalla se va perdiendo.
Te dejé de repente, en un país extraño,
Al lado de el mar que tanto quería partir
Como un pan caliente, contigo, con tus manos
Fuertes que me conocían como
Yo soy, como sea, que me detenían de mí.
II
Donde el aire de oro se va pudriendo
Como la vista de uno a punto de cegar,
Estoy viviendo contigo, aunque no estés,
Aunque te haya yo dejado como una mañana
Sin viento deja la noche desnuda de luz.
Estás viéndome con frío, con olvido
A flor en tus ojos,
Atacado de pensar,
Rodeado de silencio plateado.
No sé respirar sino empuñada
En tu pecho. El caminar es una labor
Tremenda; camino por palabras, no pasos,
Donde el aire como fruta
Envejecida de horas doradas
Parece quererse pudrir.
Si te pudiera entregar estas sílabas llenas
De amor, llenas hasta desbordar,
Que se van escurriendo
En tinta de sangre y voz-
Estas sílabas, no estas palabras,
Y si abrieras la mano a recibirlas,
La mano nunca se te volvería a cerrar.
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