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De macho a macho, obra dirigida por Gerardo Molinares. Se aborda el machismo, teatro que ha sido llevado al campo. LA PRENSA/CORTESÍA.

Campesinos en las tablas

Una de las cosas más hermosas que me han ocurrido en la vida es haberme encontrado con el teatro, hace 28 años. Apareció en mi vida cuando tenía 14 años, ningún grado académico aprobado, pero conocía todas las labores del ciclo agrícola del café, el maíz, los frijoles, y estaba interiorizando las costumbres, las tradiciones, las ceremonias y los rituales de las cosechas. Desde los 6 años había acompañado a mi papá (según él, para que aprendiera a trabajar) sembrando postes en los cercos, chapodando potreros o sencillamente debajo de un árbol sentado en una piedra observando cómo se exhibía con su bordón y su machete.

Por Gerardo Molinares

Una de las cosas más hermosas que me han ocurrido en la vida es haberme encontrado con el teatro, hace 28 años. Apareció en mi vida cuando tenía 14 años, ningún grado académico aprobado, pero conocía todas las labores del ciclo agrícola del café, el maíz, los frijoles, y estaba interiorizando las costumbres, las tradiciones, las ceremonias y los rituales de las cosechas. Desde los 6 años había acompañado a mi papá (según él, para que aprendiera a trabajar) sembrando postes en los cercos, chapodando potreros o sencillamente debajo de un árbol sentado en una piedra observando cómo se exhibía con su bordón y su machete.

Desde muy niño salía de madrugada con mi machete afilado hacia la huerta. Me fascinaba ver la huerta, las espigas de maíz, las mazorcas, los chilotes o las frijoleras floreciendo, de la misma manera en que ahora me fascina vivir el proceso creativo de una obra de teatro que recrea esas vivencias. Me apasiona el teatro y me sigue apasionando el campo. Mi orgullo más grande son mis raíces campesinas y mi mayor gloria personal es el teatro que se desprende de esas raíces y que se proyecta con una solemne dignidad en el escenario nacional.

El campo y el teatro han sido mi vida. Y en los últimos años esa vida ha estado dedicada a la juventud rural del norte y centro del país. Tratando de entregarle a esa generación lo que otras personas me facilitaron a mí para salir adelante. De allí el surgimiento de Tecum Umanii en 1996 y el desafío de llevar a ADINJA (de Boaco y Camoapa) a las tablas de la Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío con mi obra El Paraíso Perdido , con corta experiencia, pero con una entrega invaluable. Para mí el teatro ha sido una prolongación espiritual de la experiencia de la vida. Si el teatro sale de lo más profundo de lo que hemos vivido, de lo que vivimos y de la vida que aspiramos alcanzar, el teatro adquiere una dimensión sagrada. Y si la vida es sagrada, el teatro que nace de la vida también es sagrado. He hecho esfuerzos por ser coherente con mi propuesta teatral (hago obras de teatro que tienen que ver con mi vida, mi pensamiento, mi conciencia y mi compromiso social y no hago obras de teatro sobre la vida ajena), propuesta que parte esencialmente de la realidad rural y su universo cultural, de la necesidad de fortalecer la dignidad del campesino que es mi referente social y de reafirmar su identidad cultural y sus valores (tan sagrados en estos tiempos de crisis).

LA PRENSA/CORTESÍA.

Como disciplina artística el teatro es incluyente de otras artes, es abierto y admite el encuentro de estilos, ideologías, enfoques y diversidad de temas. De esta manera, el autoritarismo y sus tentáculos, entre otros males que han impactado mi vida, ha sido el punto de partida y motivación para mi escena teatral (hilvanando la danza, la música, la poesía coral, la simbología rural para tejer un estilo teatral propio que se puede reconocer y que no se puede negar). El teatro en sí mismo tiene la vitalidad para poner al desnudo y de manera descarnada la dura realidad que estamos viviendo y que es necesario cambiar y transformar (las puestas escénicas, las mías y las ajenas todavía no tocan la llaga de los problemas que vivimos en el país), el teatro no puede limitarse a expresar emociones y sentimientos, por muy profundos que estos sean, aislados del contexto actual.

Ante la crisis ética y moral, ante el deterioro de los valores espirituales en la sociedad nicaragüense, el teatro que estamos produciendo no está respondiendo con la firmeza que debería de responder, no está reaccionado a su tiempo y es imprescindible un enfoque crítico que estimule la conciencia social y un papel más beligerante de sus creadores. De lo contrario, nuestra existencia artística e intelectual pasará sin pena ni gloria.

Numerosas instituciones están recurriendo al teatro para trabajarlo como herramienta metodológica, de acuerdo con los siguientes argumentos: contribuye al desarrollo de la autoestima; la formación de conciencia crítica individual y colectiva; el desarrollo de la imaginación y la creatividad; la adquisición de información y conocimientos; eleva el espíritu de participación y debate; recrea, divierte y entretiene; contribuye al crecimiento espiritual; propicia la incidencia de los sujetos en la defensa de sus derechos; establece un contacto directo y cálido con la audiencia; se pueden hacer planteamientos que de otra manera no se podrían hacer; estimula una amplia participación de la audiencia; puede producirse a bajos costos; temas conflictivos pueden tratarse en un ambiente relajado; permite ver un problema desde distintos puntos de vista; contribuye en la reafirmación de la identidad cultural local, entre otros razonamientos. ¡Excelente! ¿Cuánto alcance tiene el teatro? Pero muchos teatristas y grupos se están quedando ahí, respondiendo a los encargos y a la coyuntura, con pocas propuestas, sin búsqueda de estilo propio, plagiando imágenes y recursos escénicos de grupos que sí lo hacen.

La perspectiva es afinar nuestro estilo, construir un concepto propio desde nuestra experiencia, visión; practicar esa coherencia entre el discurso teatral y la vida cotidiana de quienes hacemos teatro. Construir una propuesta teórica de una estética teatral rural a partir de una sistemática reflexión de lo que hacemos es nuestro reto para que nuestra propuesta teatral tenga calidad y pertinencia. Otro reto es hacer un teatro que parta de la realidad social y esté enfocado en los cambios que queremos y en las transformaciones que deseamos, para lo cual se requerirá mayor investigación, más información, más análisis y sobre todo más amor al teatro, mayor entrega y compromiso social, condiciones que nos sobran.

La Prensa Literaria

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