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Carmen Cárminis

Poemas de Gonzalo Rojas

Gonzalo Rojas

Carmen Cárminis

-Favor, dónde se fabrican por aquí versos con

hélade y lujuria para que vibren transparentes? -Dos

casas más allá pasado ese hueco

donde se ve ese otro hueco de aire con

dalias originales de entonces, ahí

justo a la izquierda doblando detrás del puente

del que no queda vestigio, ahí mismo a un metro

hay una carpintería etrusca: de ahí

—arterias y mármol, alta, los pies

desnudos— salió la muchacha hace tres mil,

que no ha muerto.

Eso me lo dijo personalmente a mí

Catulo en Sirmione

el 95,

Garda sul Lago.

De la liviandad

Volviendo sobre una línea de Cortázar, las mujeres

cómo recaen. Man Ray

hizo la foto: lomo largo

con todas las vértebras preciosas a la vista y ella cayendo

flexible en el encantamiento, flaca

la pelirroja, lista

para la otra pasarela del placer, los tirantes

por allá, las medias disparadas, y algo más lejos

en la otra punta de la alfombra los dos

zapatos altísimos sin nadie muertos de amor, tristísimos

y viudísimos de ella pidiéndole frenéticos que no,

que su cuerpo blanco no, que no se entregue

a la usurpación, que vuelva

como en el tango, que no. —Cierren

finas las cortinas.

Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas…

Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas,

gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar,

reír, dormir, vivir;

fealdad y belleza devorándose, azote

del planeta, una ráfaga

de arcángel y de hiena

que nos alumbra y enamora,

y nos trastorna al mediodía, al golpe

de un íntimo y riente chorro ardiente.

La Prensa Literaria

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