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KUHPIA

“Lo que denominan amor los hombres es demasiado pequeño, demasiado restringido y débil, comparado con esta inexplicable orgía, con esta santa prostitución del alma, que se da toda ella, poesía y caridad, a lo imprevisto que se revela, a lo desconocido que pasa”.

CARLOS ALBERTO
CERDA GAITÁN

“Lo que denominan amor los hombres es demasiado pequeño, demasiado restringido y débil, comparado con esta inexplicable orgía, con esta santa prostitución del alma, que se da toda ella, poesía y caridad, a lo imprevisto que se revela, a lo desconocido que pasa”.

CHARLES BAUDELAIRE

—¡Hola!, ¡hola!, ¡hola!

—Damni.

—Entiendo eso, que no dices. Tu actitud es bastante azarosa.

—Damni.

—No hay por qué sentir culpa. El sudor en las sábanas revistió el final de la búsqueda; cada gota fue la huella del sendero recorrido hacia el interior del otro, magma de pasión. Reconozco que, sin desearlo, la meditación vino a mí y no sé si esta fue útil en ese contexto. El retroceso en la reflexión fue necedad, y el avance impetuoso en el amor fue, algunas veces, victoria. Observé tus movimientos cerrando mis oídos, y ellos recrearon la dimensión íntima que no controlo.

—Damni.

—C-o-n-t-i-n-u-a-r-é.

—Damni.

—Tu cabello creó una atmósfera de arte oculto, húmedo y enmarañado, representó la mejor respuesta a la interrogante que me torturó desde que tuve conciencia propia. Mis manos se sumergieron en él para explorarlo, el camino fue estrecho y desafiante, fue como descender de la cúspide del Peñón de Cuisaltepe con los brazos abiertos ante la nada. La sensación duró únicamente algunos segundos, es indescriptible; quizá solo puede compararse con la que siente el suicida mientras emprende el vuelo final desde la azotea. Toda la vida, reducida para comprar esos segmentos breves de victoria. No fuiste médium sino medio a favor de mi imperfección, un espejo que autodestruyó mis vicios.

—Damni.

—Aceleramos los sentidos y vimos más allá de lo trivial. El jaguar de las selvas del Río San Juan y el güis rondaron nuestros cuerpos en aquella oscura noche. El piso fue la cama semidesnuda y las luces fueron algunas estrellas no conservadoras que se asomaron en la estrecha y abierta ventana. Los grillos cantaron, las grillas danzaron, las ramas de los árboles danzaron y nosotros nos sumamos a la armonía de la Naturaleza. La ropa desapareció porque la quemamos con nuestros deseos. Construimos aquel nocturno Edén con algunas expresiones de primavera, verano y música.

—Damni.

—En mi estilo eras hermosa. En tus ojos yo era la oportunidad para cumplir tu eterna ósmosis femenina. Sabíamos que todo estaba alterado y que nuestras percepciones nos liberarían de la esclava quietud; y sucedió, las cadenas de la atracción nos libraron y nos llevaron al sitio de felices gemidos.

—Damni.

—C-o-n-t…

—Damni.

—Ingerimos interminables porciones de amor, tres, cuatro… cada una remozó nuestras existencias.

—Damni.

—Tengo muchas Huele Noche en mis manos y voy a ponerlas en los puntos cardinales de tu cuerpo.

La Prensa Literaria

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