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 Los escritores José Saramago y Ernesto Sábato, cuya obra literaria ha influenciado a muchas generaciones. LA PRENSA/ARCHIVO

Sábato, un hombre desencatado de la civilización

Intelectuales valoraron la obra de Ernesto Sábato y coincidieron en que con su muerte desaparece una generación de escritores que marcó la literatura en la segunda mitad del siglo XX

Por José Suárez / AFP

Ernesto Sábato, escritor esencial de las letras argentinas del siglo XX y hombre ateo, polémico, defensor de los derechos humanos, desilusionado de la civilización, pintor de horrendas imágenes oníricas, murió este sábado a poco de cumplir los cien años.

Credito: LA PRENSA/ARCHIVO

“Yo escribo porque si no me hubiera muerto, para buscar el sentimiento de la existencia”, confesó Sábato, quien en el ocaso de su vida dejó su testamento espiritual en Antes del fin, un libro en el que un Kafka de fin de siglo indaga sobre la perplejidad y el desconcierto del hombre contemporáneo.

“Extraviado en un mundo de túneles y pasillos, el hombre tiembla ante la imposibilidad de toda meta y el fracaso de todo encuentro”, escribió.

Pero a pesar del desamparo, propone “con la gravedad de las palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso… silo quienes sean capaces de sostener la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”.

Además del Premio Cervantes de 1984, nueve años antes había obtenido el premio de Consagración Nacional de la Argentina y un año más tarde el premio a la Mejor Novela Extranjera en Francia, por Abaddón el exterminador .

Italia lo homenajeó en 1977 con el premio Medici, España, un año después con la Gran Cruz al mérito civil en España y en 1979 Francia lo distinguió como Comandante de la Legión de Honor.

Pese a los reconocimientos internacionales y de transformarse en uno de los iconos populares de la literatura de su país, Sábato descreía de sus dotes de escritor.

“Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana”, declaró.

LA PRENSA/ARCHIVO

La política lo encontró en las filas de la Juventud Comunista y enfrentado al peronismo en la década del 40, pero su máxima expresión de compromiso social la demostró en la primavera democrática a mediados de los 80, cuando presidió la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep).

El informe de la Conadep, conocido como “Nunca Más” y prologado por el escritor, fue base del Juicio a las Juntas Militares en 1985, considerado el “Nuremberg argentino.”

Nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas, el penúltimo de once hijos, Sábato intentó primero comprender el mundo a través de la ciencia y se doctoró en física en la Universidad de La Plata.

Trabajó en radiaciones atómicas en el laboratorio Curie de París, pero terminó abandonando este camino en 1945 desalentado porque, dijo, estaba desencadenando un Apocalipsis.

Decepcionado por la ciencia, abraza la literatura y ese mismo año escribió el ensayo Uno y el Universo. Después, con sus únicas tres novelas El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abaddón el exterminador (1974), traducidas a más de treinta idiomas, se consagró definitivamente como escritor.

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“Mi padre tiene una mezcla disparatada de pensamiento racional con fantástico, uno de los puntos de partida de sus obras. Eso diferencia a un científico que examina con racionalidad el mundo con su contexto y a un creador que lo transforma”, dijo su hijo, el cineasta Mario Sábato, en un reciente homenaje.

El cumpleaños número 100 de Sábato, el 24 de junio, iba a ser festejado con múltiples actos en todo el país, pero el corazón del escritor dejó de latir en la localidad bonaerense de Santos Lugares, en el barrio en el que vivió toda su vida y cuyos vecinos esperan para darle el último adiós.

La Prensa Literaria civilización Ernesto Sábato

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