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Robert Johnson (1911-1938) es considerado el abuelo del Rock and Roll. Su estilo de cantar y tocar la guitarra es un claro precursor del blues y el rock modernos. LA PRENSA/Cortesía

La encrucijada

Im a steady rolling man se dice una y otra vez mientras camina despacio hacia el cruce de caminos. Seguro estará allí. Lo sabe bien y por eso justamente tiembla. El ángel estará allí esperando. Esperándolo. Así que tiembla y camina y llega. Llega al fin al cruce. El Sr. Johnson vuelve su cabeza de un lado a otro, buscando. Está allí, pues necesita sacarse aquel infierno. Darle forma. De Blues. You Know. Por eso busca a Legba el ángel.

Im a steady rolling man se dice una y otra vez mientras camina despacio hacia el cruce de caminos. Seguro estará allí. Lo sabe bien y por eso justamente tiembla. El ángel estará allí esperando. Esperándolo. Así que tiembla y camina y llega. Llega al fin al cruce. El Sr. Johnson vuelve su cabeza de un lado a otro, buscando. Está allí, pues necesita sacarse aquel infierno. Darle forma. De Blues. You Know. Por eso busca a Legba el ángel.

Quiere hacer un pacto. Necesita algo que solo el ángel puede proveer. Está claro de esto y por eso cae de rodillas cuando escucha el aleteo soberbio. Quiere correr. No puede ni debe y se queda. No ve nada pero siente la potencia oscura y magnífica que está allí a su lado, detrás, delante, encima, adentro. Respirando. Es el ángel y el Sr. Johnson llora y palpita y se hunde. Arde en aquella comunión. El blues se está destilando a gotas. Sin misericordia. Sangre, sudor y lágrimas en aquel alambique. Lo escucha con claridad.

Cuando amanece y despierta Legba se ha ido. Su alma también. ¿De dónde entonces aquel resplandor? Entonces ve la guitarra destellando. La toma con cuidado sintiendo aun el calor en cada traste y cuerda. Se siente uno con ella. Palpitan. Trata de recordar lo sucedido a la medianoche. Casi imposible. Apenas la mano oscura del ángel afinando abierto y luego aquellos acordes sincopados. Se siente ligero por primera vez desde que era un niño corriendo en los pastizales de las plantaciones de Tunica. Se siente libre. Es libre.

Regresa al cuartucho del hotel. Es de madrugada aun. Agarra la guitarra como si fuese el cuerpo tierno y duro de Virginia Travis, la difunta, la llorada y la acomete como nunca antes. Como un tren.

Por la tarde el Sr. Johnson con su guitarra va caminando por la calle al lado de Legba, el ángel negro, que ha vuelto a aparecer de pura curiosidad. Caminan balanceándose. Como ebrios de luz. No hablan nada. A la noche llegan a la cantina. Nadie ve al ángel excepto el Sr. Johnson. En una esquina, sentado, está el Sr. House con su guitarra en mano. También está Willie Brown, claro. Allí se dirigen. Please allow me to introduce myself, les dicen al unísono. El Sr. House trata de recordar el nombre de aquel joven catrín, recordándolo de un par de meses atrás. Es Dusty le dice a Willie. El bullicioso de Dusty. El ángel se aparta un poco y se sacude el polvo de las alas de zanate. Quiere darle espacio al Sr. Johnson. Este se sienta entre Willie y entre Son, se mete el pico de una botella en el meñique, los mira con su ojo malo, les dice: I wanna go on with our next one myself, y comienza a tocar como nadie antes. Es el blues del delta resonando y condensado en un milagro estruendoso. El Sr. House está espantado. El Sr. Brown está estupefacto. Están alucinados y no pueden creerlo, es imposible que toque tan pero tan bien. Tresillos, glissandos y contrapuntos dialogan con la voz del Sr. Johnson. El compás 4/4. El Sr. Johnson está sonando como si fuesen dos o tres guitarristas. Y solo había una explicación para todo aquello.

Se acercan rápido ante aquel sonido compacto los borrachos. Se acercan las mujeres a chequear la nota. Se acerca Legba complacido. Nadie, excepto él, cree al principio lo que están oyendo. Sin embargo, el Sr. Johnson está tocando fino y espeso y rápido y todos callan y escuchan un rato antes de comenzar a moverse llenos de una sensualidad extraña y ajena hasta entonces. Afuera empieza a caer granizo. ¡Es Julio!

Tocará por seis años más el Sr. Johnson. Por todo el delta del Mississippi, el Highway 61 enterito. Tocará en Nueva York, quizás en Chicago, hasta en Canadá. En las esquinas. En los juke joints. En los barrelhouses. En las estaciones de tren. En las farmacias. En los muladares. Por dicha también en los hoteles de Tejas donde lo grabaron en 1936 y 37. (Parte del trato). Después lo mata un esposo celoso. Whisky envenenado. O quizás fue una amante despechada. Tenía 27 años. La edad de los elegidos. Como Jimi, o la Janis, o Brian Jones, o el Owl Wilson. Creo que fue Sonny Boy II o Honeboy Edwards el que relata cómo el Sr. Johnson muere en cuatro patas aullándole a la luna.

La Prensa Literaria

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