La noche antes que lo mataran, el padre Marlon Pupiro estaba alegre. Tenía seis años de ser el párroco de La Concha, Masaya, donde había logrado ganarse el corazón de los fieles.
Esa noche había celebrado una boda y festejaba el evento junto a los novios, en un local ubicado casi frente a la casa cural. A los recién casados los puso a bailar y les hacía bromas, porque el novio era mucho más bajo que la novia. Pidió que se tocaran las mañanitas, algo inusual en una boda. En fin, el padre Pupiro reflejaba mucha alegría.
Como a las 10:15 de la noche se retiró a la casa cural. Eso le extrañó a Eliza Sánchez, una cocinera acostumbrada a que el padre le diera “ride” con sus enseres de cocinar en cualquier celebración en que ambos coincidían.
Una de las últimas personas que vio con vida al sacerdote fue su conductor, José Denis Sánchez, y otro joven que lo acompañaba, después que el padre se retiró de la fiesta. José Denis le insistió en que quería mostrarle una tarea que le había encomendado, pero Pupiro le dijo que mejor se retirara a su casa a descansar, y que al día siguiente, sábado, iban a tratar el asunto.
La última señal de vida, que se conoció del padre Pupiro, en La Concha, es tal vez la que vio un vigilante de calle, quien miró salir la camioneta del sacerdote de la casa cural, como a las 1:30 de la madrugada de aquel sábado fatídico. El vigilante no se percató en si era el padre quien manejaba, ni cuántas personas iban en el vehículo.
Ningún otro concheño lo vio con vida. En la mañana siguiente, la cocinera de la parroquia llegó muy temprano, pero al ver las puertas cerradas del dormitorio del padre, y no ver la camioneta, pensó que el cura había salido a “dar una vuelta”. Se dispuso a prepararle una sopa para cuando regresara, y en ese afán le encontró el sacristán José Ignacio, quien se unió a la idea de que tal vez el padre había salido a visitar a unos familiares.
El clímax de la incertidumbre llegó el domingo por la mañana, cuando el padre Pupiro no llegó a oficiar la misa. Nunca fallaba. A las 1:00 de la tarde de ese domingo, monseñor Silvio Báez llegó a La Concha a confirmar lo que todos ya sabían: el padre Pupiro estaba desaparecido. Las llaves de la casa cural estaban pegadas en la puerta del dormitorio del padre. ¿Por qué dejó las llaves pegadas?, ¿Con qué iba a entrar después a la casa cural una vez que salió?, ¿Qué salió a hacer en la madrugada? ¿Iba solo o acompañado?, ¿Quién lo llamó para que se atreviera a salir a la 1:30 de la madrugada?, son preguntas que se hacen sus seres queridos y hay muchas otras que todavía no las responde la Policía.
El sueño de una madre
Doña María Mercedes García López era una católica muy devota, muy conocida por sus rezos en la comunidad de Dirita (Masaya). Uno de sus sueños era tener un hijo sacerdote.
Casada con Ernesto Pupiro Moraga, doña María Mercedes había tenido tres hijos: Pablo Augusto, María Lesbia y Holman de Jesús. Pero sería su cuarto hijo quien le daría el gozo de ver su sueño cumplido: Marlon Ernesto Pupiro García.
Don Ernesto recuerda a su hijo como un niño muy dócil y trabajador. Al niño Pupiro le gustaba criar animales. Tenía una vaca a la cual ordeñaba con frecuencia y también construyó un chiquero donde crió cerdos.
“Hijo, me gustaría que fueras sacerdote”, le aseguró doña María Mercedes. “Sí mamá”, respondió Pupiro. En 1991, a la edad de 20 años, ingresó al seminario La Purísima, donde estudió Teología y Filosofía, hasta que fue ordenado presbítero por el cardenal Miguel Obando y Bravo, el 18 de diciembre de 1997.
Dos años después falleció doña María Mercedes, cuando ya Pupiro era el párroco de Sabana Grande.
En el 2005, una caravana de vehículos acompañó a Pupiro desde Sabana Grande hasta La Concha. En ese año monseñor Leopoldo Brenes decidió trasladar al sacerdote. En La Concha todos tienen un buen concepto del padre Pupiro. Al sacristán, José Ignacio, todavía se le salen las lágrimas cuando recuerda a su párroco. “Era como mi padre”, dice, a pesar de que por la diferencia de edad era el sacerdote quien podía decir eso.
Miguel Moraga vive frente a la casa cural y sin querer veía los movimientos del padre. “Nunca lo vi sentado”, recuerda Moraga, quien asegura que el padre Pupiro siempre estaba haciendo algo en pro de sus feligreses y de la población de La Concha.
El cuento que nadie cree
El cuerpo sin vida del padre Pupiro fue encontrado en avanzado estado de descomposición, en el kilómetro 16 y medio de la Carretera Vieja a León, en un basurero. Tenía señales de haber sido torturado cruelmente, afirmó una de las personas que reconoció el cadáver a Eliza Sánchez.
La camioneta del padre, una Mitsubishi, doble cabina, color blanco, placas MY 0698, ya había sido encontrada “deshuesada” en distintas partes de Managua. Dos personas, René Enrique Martínez , alias “Changuelo”, y Jeysson de Jesús Obando Rocha, fueron acusados por el desmantelamiento del vehículo. Changuelo había comprado la camioneta del padre a Yasker Blandón Torres, un mesero del restaurante La Borgoña.
La Borgoña es un bar y restaurante ubicado en el kilómetro 20 y medio de la carretera que va de Ticuantepe a La Concha. Su dueño es Aníbal Ballesteros, quien en un canal de televisión señaló que el padre Pupiro era su “consejero espiritual”.
Yasker Blandón Torres era como “la mano derecha” de Ballesteros en La Borgoña, adonde, según las investigaciones policiales, el padre Pupiro llegó en la madrugada del sábado a consumir tres cervezas y un paquete de cigarro.
En esas cervezas es que supuestamente Yasker Blandón Torres le dio sedantes al padre Pupiro, para luego sacarlo en su camioneta de La Borgoña y darle muerte cerca de las 6:00 de la mañana de ese mismo sábado 20 de agosto, de este año 2011.
“Yo no creo en esa versión. Ahí hay más personas involucradas. Es mentira que salió en la madrugada (de la casa cural)”, dice entre lágrimas don Ernesto Pupiro, el padre de la víctima, quien también asegura que su hijo no bebía ni fumaba.
Los pobladores de La Concha y de Sabana Grande, sus feligreses, confirman que nunca vieron al padre Pupiro consumiendo licor o fumando.
“En ocasiones salía a ver enfermos sino era noche y nos avisaba, pero siempre andaba con su chofer o alguien que lo acompañaba, él nunca se iba solo, es más dos semanas antes de que ocurriera lo que no quiero recordar, lo llamaron y eran como las 10 de la noche, yo lo llamé para avisarle y me respondió que era muy noche, que iría en la mañana y por eso me parece que sea incapaz de salir por su cuenta propia”, comenta la doctora Karina Calero, médico del sacerdote en La Concha.
“Ahí hay más personas involucradas, mi hermano no bebía ni fumaba”, afirma su hermana María Lesbia.
Eliza Sánchez, la cocinera, dice que lo único que le cree a Yasker Blandón es que anduvo en la laguna de Venecia, porque unas personas le dijeron a ella que en ese lugar habían visto la camioneta del padre, el sábado por la mañana.
Yasker Blandón se declaró culpable de la muerte del padre, una maniobra que para muchos es un encubrimiento de los “otros” responsables del crimen del sacerdote.
Una persona que los concheños y los allegados del padre piden investigar es al dueño de La Borgoña, a quien se ha visto salir de la Dirección de Auxilio Judicial como “Pedro por su casa”. Estuvo detenido, a como denunciaron sus hijos en un canal de televisión, pero en el mismo medio, Aníbal Ballesteros negó la detención y dijo que solo estaba colaborando con las investigaciones.
Hoy, para las autoridades, el crimen del padre inició en La Borgoña, la cual está cerrada y custodiada por la Policía, ¿por qué? Para los seres queridos del padre el crimen inició en la casa cural, de donde aseguran fue sacado el padre, probablemente por intimidación o por la llamada de alguien conocido.
El amor por el padre Pupiro ha llevado a sus feligreses a defenderlo y a pedir justicia por su muerte. Por ahora solo quieren la verdad sobre su muerte.
Su preparación
Doña María Mercedes García fue preparando a su hijo Marlon Pupiro para ser sacerdote. Primero lo metió a estudiar en el colegio San Pedro Claver, donde cursó la primaria, desde 1979 hasta 1985.
En la secundaria se destacó como uno de los mejores alumnos del Instituto de Ticuantepe. También realizó algunos estudios diversificados en el colegio Calasanz de Managua, concluyéndolos en 1990. El padre Pupiro nació el 19 de enero de 1971 y su primera eucaristía la realizó en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Ticuantepe.