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Valeska afirma que todo lo que ha conseguido para tener su consultorio ha sido producto de su esfuerzo y trabajo constante, así como su perseverancia.

Valeska Rivas

Recibir algo inesperado es el resultado de dar desinteresadamente, y esto solo puede ser obra de Dios, afirma Valeska, quien ha optado eso en su corazón como una filosofía de vida.

Elba Cristina Parrales

Recibir algo inesperado es el resultado de dar desinteresadamente, y esto solo puede ser obra de Dios, afirma Valeska, quien ha optado eso en su corazón como una filosofía de vida.

La pasión por la odontología la encontró en el camino. Ella quería estudiar alguna ingeniería, pero tomó el consejo acertado de su papá, de elegir una carrera que fuese independiente.

Quizá Valeska nunca olvide el día en que aún siendo estudiante de Odontología le hizo un trabajo de endodoncia a una paciente de escasos recursos.

Una vez finalizada la consulta, la señora muy agradecida sacó los únicos 100 córdobas que tenía. Valeska le insistía en que no era necesario, que la atención era gratuita. La señora le pidió que los aceptara porque eso era lo único que podía darle, aunque se merecía más por haber hecho un buen trabajo.

Y es que siendo cirujano dentista, Valeska le ha devuelto la sonrisa a muchas personas.

“He recibido pacientes que no salían de sus casas porque tenían un serio y visible problema en sus dientes. Es muy emocionante saber que no solo ayudo a que las personas vuelvan a sonreír, sino también a que mejoren su autoestima”, comenta muy emocionada.

Para esta dentista lo más bonito de su profesión es tener la satisfacción de que después de atender a sus pacientes les ha devuelto la sonrisa, la confianza y autoestima.

Fue esta carrera la que le enseñó que todo en la vida se logra perseverando. Empezó estudiando en la Universidad Americana. Ahí descubrió que ser dentista era lo que quería para el resto de su vida, pero por cuestiones del destino su papá no pudo seguir costeando su carrera en dicha universidad.

“Estaba en segundo año y debía tomar una decisión. Estuve bajo mucha presión y estrés. Tenía que buscar una buena universidad, muchas personas me dijeron que estudiara otra carrera, que desistiera de querer ser dentista”, comenta.

Pero no desistió, así le tocara comenzar de cero. Cursó el año básico en León y recuerda que fue el año más difícil, no solo porque cambió de ciudad, de amistades, sino también porque pasó de atender pacientes a realizar exposiciones básicas en papelones. Sin embargo, no se frustró. Se dedicó al estudio, para luego volver a encaminarse en lo suyo.

Manifiesta que nunca ha tenido experiencias que lamentar con sus pacientes, pero cuenta entre risas que en una ocasión en lugar de sacarle una cordal a un paciente, casi le extrae otra muela, pero sus compañeros de clases que servían como asistentes le avisaron a tiempo y no pasó a más. “Me llevé un gran susto, pero me ayudó a estar más pendiente de mi trabajo”, asevera.

CONSTRUYENDO SONRISAS

Valeska se siente muy orgullosa y agradecida con su familia, sobre todo con su papá, quien fue quien le dio el empujoncito que necesitaba para tener su propia clínica, ubicada en la Colonia Independencia, en donde atiende desde hace cinco años.

Afirma que no hay mejor manera de agradecerle que siendo una excelente dentista y dándole trato amigable y profesional a sus pacientes.

“Varias veces he soñado que se me caen los dientes, cuando me despierto lo primero que hago es revisar si los tengo. Es muy angustiante el solo hecho de pensarlo. Por eso me pongo en el lugar de las personas que pasan por esa situación y me da satisfacción saber que puedo hacer algo para ayudar. Eso es lo más bonito de mi profesión”, comenta.

La primera silla se la compró su papá. Las primeras resinas para hacer calzas dentales las compró al crédito, y poco a poco fue comprando el resto de materiales que necesitaba y su prestigio lo fue consiguiendo con su buen desempeño.

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DIOS, COMO CENTRO DE VIDA

Para Valeska su vida tiene mayor sentido desde que decidió tener a Dios como centro de vida. Es a quien le atribuye el hecho de tener a buenas personas rodeándola todo el tiempo.

Afirma que es Dios quien conduce su matrimonio para que se mantenga fortalecido y con amor.

Valeska se casó en diciembre pasado con Bosco Fonseca. Afirma que llegó con mucho amor al altar. Está muy enamorada y desea que su matrimonio sea para toda la vida.

Entre sus planes como matrimonio está tener al menos dos hijos para así ver culminado su sueño de ser mamá y de formar una familia con su esposo.

“El matrimonio es una experiencia maravillosa. El hecho de compartir tu vida con un ser al que amas te llena el alma. Aunque lo difícil es la convivencia, nosotros trabajamos para sobreponernos ante cualquier mal entendido”, reflexiona.

Todos los martes, junto con su esposo, asiste a un grupo de matrimonio en Cristo, fundado por el padre Joselito. Valeska afirma que ese es el combustible que le echa a su matrimonio para que los lazos de compromiso y amor se mantengan fortalecidos.

Ella se siente una persona dichosa porque ahora la familia de su esposo es su familia también.

“Ahora que tengo mi propia casa veo a mi familia cada cierto tiempo. Procuramos comer juntos cada 15 días. Ahora que no vivo con mis padres y hermanos he aprendido a valorar más a mi familia”.

Su siguiente paso como profesional es estudiar una especialidad en Endodoncia para darle una mejor atención a sus pacientes.

El consejo que siempre da a todas las personas es que no importan los obstáculos que deban pasar para conseguir su sueño, meta y anhelo. Hay que ser perseverante y luchar con paciencia y estudiar porque eso será el motor que los lleve al éxito, tal como ella lo hizo.

Nosotras

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