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Josefina Almendárez también hace artesanías con bambú, las cuales vende en su puesto de batidos JAM Natural.

La señora del recliclaje

La última creación es un gusanito de colores vivos que exhibe en su establecimiento de batidos. Lo ideó una tarde al ver cinco jícaras secas tiradas en el patio de su casa. Las ordenó de mayor a menor y les dio forma. Siempre es así. Ve un objeto tirado y lo recoge con la convicción de que será útil para hacer cualquier adorno.

Por José Denis Cruz

La última creación es un gusanito de colores vivos que exhibe en su establecimiento de batidos. Lo ideó una tarde al ver cinco jícaras secas tiradas en el patio de su casa. Las ordenó de mayor a menor y les dio forma. Siempre es así. Ve un objeto tirado y lo recoge con la convicción de que será útil para hacer cualquier adorno.

Josefina Almendárez Martínez tiene 47 años y una creatividad que asombra. Desde hace un año alquila un módulo en el mercadito de Nindirí, Masaya, donde vende batidos y adornos que construyó con la basura y su imaginación. Lo bautizó como JAM Natural. Esa es su marca y está compuesta por las iniciales de su nombre.

Cuando tuvo las llaves del establecimiento en sus manos lo primero en que pensó fue en la decoración del lugar. Por eso, el mismo día se fue a una finca que tiene muy cerca del pueblo a buscar las varas de bambú para construir los muebles donde colocaría sus creaciones. Recogió hojas de cacao, un nido de pájaros y cualquier material que la naturaleza le diera.

Josefina Almendárez no desperdicia nada. Días atrás había diseñado una mesa con tres aros de bicicleta y un pedazo de vidrio que sirvió como base. Fue su primer mueble para el local. El nido de pájaro lo compactó y lo puso encima, comenta la mujer de figura delgada. Las demás mesas las decoró con un florero que diseñó con bambú.

A ella le molesta que la gente bote materiales que aún pueden ser útiles. “Me da pesar ver tantas cosas en el suelo”, dice. Almendárez atribuye su capacidad de transformar la basura en adornos en un don que Dios le ha dado. “De repente me nace hacer algo con un producto que está botado. Pero todavía no me considero artista”, comenta.

Luchadora

En 1984 Josefina Almendárez ganó la competencia nacional de 800 metros de atletismo. La mujer alta y delgada sale sonriente en la foto de un álbum que guarda celosamente en su casa. En otra, el lente la captó dando un gran salto. Años después, la atleta de figura esbelta se convirtió en técnica de Educación Física. Sin embargo, el bajo salario de docente la llevó a buscar otras alternativas de trabajo.

Dejó a un lado el trabajo de técnica y se dedicó a dar clases de aeróbicos a domicilio. Eso fue en 1994, mientras vivía en Las Sierras de Santo Domingo. Inició sin nada. Solo con su experiencia de atleta, una grabadora, y una caja de steps (unas cajitas especiales para hacer aeróbicos) que ella misma elaboró. Se atreve a decir que esa fue su primera creación.

Así pues la mujer buscó sus primeros clientes. Fueron cuatro y estaban en los alrededores de su casa, por lo que se movilizaba a pie. Pero luego sus clientes se extendieron hasta Los Robles y tuvo que conseguir un medio de transporte: la bicicleta.

“Empecé a trabajar en Los Robles y me movilicé en bicicleta por más de dos años. Luego tuve una moto hasta que mi suegra me prestó su camioneta. Si me movilicé al trote fue por mi condición de atleta”, recuerda Almendárez.

Trabajó a domicilio hasta que saltó con su esposo hasta Nindirí. Ahí empezó a crecer con sus dos pasiones las cuales están muy ligadas, pues para su gimnasio ha elaborado pesas con tubos de papel higiénico.

La idea le vino una vez que vio en la basura dos tubos de papel higiénico. “¿Qué puedo hacer con ellos?”, se preguntó. Al día siguiente buscó cemento y los rellenó. Cuando ya estaban secos los pintó de verde y le puso cinta adhesiva. Fue así como tuvo las primeras pesas de gimnasio. Lo mismo hizo con los tubos de tela.

Y justamente ahorita va a ocupar las pesas que ella misma ha creado. Se cambió de ropa. Una sudadera roja y una licra negra contornean su figura delgada. Se ha puesto frente al espejo con las pesas que creó y a los segundos su hija hizo reproducir una movida música en la grabadora que está en un rincón.

Se mueve de aquí para allá y muestra cómo sus pesas artesanales funcionan perfectamente. Lo mismo hizo con las cajas de steps que ella también creó. La atleta nacional de los 80, la de piernas largas y sonrisa de miss, anhela un gimnasio construido de bambú. Rústico. “Quiero que sea único, con materiales reciclados. Cuando lo tenga me voy a sentir realizada”, asegura Almendárez.

Sección Domingo señora

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COMENTARIOS

  1. gabs
    Hace 11 años

    Pintura , un 1’4 de pintura , cal , agua , .
    La felicito !

  2. vega
    Hace 11 años

    Todo está muy lindo, muy original, pero el gimnasio necesita pintura.

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