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Ser grande para Dios

En nuestro camino solemos juzgar, conocer y hasta enjuiciar por las apariencias y sucede a menudo que...

PBRO. OSCAR CHAVARRIA

En nuestro camino solemos juzgar, conocer y hasta enjuiciar por las apariencias y sucede a menudo que:

Muchas veces amamos más de una persona “la que parece o aparenta” que su realidad, ya que estamos más pendientes de la pantalla que vemos, que de la realidad, sin pensar que… “la apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma”.

Otras veces creemos que tener los primeros puestos en todo significa éxito. Sin embargo, la realidad no necesariamente coincide con las apariencias y también hay la idea de que la riqueza y grandeza de una persona está en lo que tiene, en el vestido, en el poder o en los primeros puestos que ocupa en la sociedad, o en la misma Iglesia.

Pero entiende y ten presente que para Dios no es grande aquel que se “las echa” y vive de pura apariencia; o el que busca el poder para su beneficio personal; o el que para alcanzar algo utiliza la demagogia, la mentira y el engaño; o el que busca estar por encima de los demás y hace de este mundo un gran negocio a través del robo, de la avaricia o de la usura…

Para Dios los grandes son aquellos cuyo nombre nunca viene en el periódico, pero que siempre están dispuestos a dar: bondad, acogida, ternura y compasión a los demás; son aquellos que nunca son condecorados pero que sirven y ayudan a los demás; son aquellos a quienes no les importa la fachada porque su único orgullo es ser honrados consigo mismos y con los demás; son aquellos padres de familia, desconocidos de la sociedad, pero muy conocidos por sus hijos a quienes les dan su tiempo, su educación, sus valores y lo mejor de su vida.

Son ese inmenso número de madres que hacen también de padres, solas para sacar a sus hijos a flote; son tantos y tantos jóvenes desconocidos que luchan por superarse y enriquecerse de valores que otros desprecian, y que hacen lo posible para que sus vidas estén al servicio de un mundo distinto en el que la mentira y la pantalla son lo importante. Son aquellos que saben ofrecer sus vidas en servicio a los demás sin pedir nada a cambio, porque saben que la gratuidad da más satisfacciones que el interés.

Dice el libro de los Proverbios: “En la humildad está la sabiduría” (Prov. 11, 2). La verdad es que el orgulloso por todos es mal visto y apartado, mientras que el humilde por todos es admirado y querido. El orgullo distancia mientras que la sencillez y la humildad crean comunión, los orgullosos siempre se quedan solos.

Por eso es importante recordar y tener presente: “Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será enaltecido” (Lc.14, 11). El orgullo aleja, la humildad une, acerca, cambia, transforma, alegra…y tener presente en nuestros corazones y en la actuación de nuestras vidas el amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Religión y Fe Dios juicio

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