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En acuarela: un pedacito de vida

Claudia Lucía Cayetana Chamorro Barrios, mejor conocida solo como Cayetana, es una mujer apasionada por el dibujo y la pintura. Su vestimenta de blanco impecable transmite una apariencia de rectitud. Se define como una persona de gran sensibilidad y fortaleza, lo que le ha permitido navegar en el mundo en el que le ha tocado vivir, que asegura no ha sido fácil. Confiesa que su amor por las artes en general lo heredó de su abuela Margarita Cardenal de Chamorro, a quien cariñosamente recuerda como la “Mimí”.

Geraldina González C.

¿Cómo surgió la idea que ha unido a la familia Chamorro para organizar esta exposición?

Simplemente nos dimos cuenta de que muchos nietos nos dedicamos de forma profesional o semiprofesional a las artes plásticas, en particular a la pintura. Decidimos reunirnos para hacer una exposición en homenaje a mi abuela Margarita, que todos llamamos la “Mimí”, porque consideramos que es ella quien nos transmitió por el lado de la familia paterna el interés por el arte. Ella comenzó a pintar a los 76 años, y en la exposición mostramos su obra y su reseña biográfica en fotografías. Asimismo, mostraremos cuadros testimoniales de mi papá y mi tío Jaime, cuando estuvieron en la cárcel.

¿Qué significado tiene para la familia unirse y mostrar las distintas manifestaciones de arte que estarán presentes en la exposición?

Lo que estamos tratando de destacar fundamentalmente es el amor al arte. Se trata de una familia muy grande que va más allá de los Chamorro Cardenal, en donde hay personas destacadas en las diferentes manifestaciones artísticas. Por el lado de los Cardenal está mi tío Pablo Antonio, ilustre en la literatura, mi tío Salvador y toda una generación de músicos; y en esta rama que viene por el lado de los Chamorro estamos nosotros de punta de lanza en la pintura, pero nos damos cuenta de que hay mucho talento y muchos descendientes nuestros que también tienen interés por el arte.

La colección que usted presentará en la exposición es sobre ayotes, ¿qué significado tiene?

Yo me muevo en diferentes temas. Dentro de las frutas y vegetales, el ayote es el que más me llama la atención porque considero que tiene una textura que parece casi piel o carne humana. Para esta exposición he preparado una serie de seis cuadros en donde he jugado con los ayotes, los cuales me permiten hacer composiciones con un toque surrealista.

¿Qué significa la pintura en su vida?

No quisiera decir que es lo más importante, porque no, pero realmente es una pasión y es probablemente el ejercicio que a mí me da paz. Es una sensación muy especial porque es una manera muy particular de comunicarme. Vos te comunicás a través del color, de las líneas y es una manera también de dar vida. Cada acuarela que hago es un pedacito de vida.

¿Recuerda el primer cuadro que pintó?

A mí me gustó pintar desde muy chiquita. Recuerdo que el primer cuadro que hice con pretensión de que se colocara en una pared fue cuando mi papá y mi mamá estaban en el exilio en Costa Rica. Vivimos allá dos años, entre mis 4 y 6 años, y recuerdo que la casa en que vivíamos era pequeña, muy bonita y obviamente tenía lo mínimo necesario; es decir, las camas, la mesa del comedor y unos muebles. Yo me puse a pintar, dibujaba en cartulina con lápices de colores o crayones, pues no tenía otra cosa, y esos cuadros se colgaban en las paredes y con eso alegraba la casa. No recuerdo exactamente, pero sí me parece que eran inspirados en los muñequitos que veía en la televisión, probablemente un gallinero y las gallinas caminando en el gallinero y cualquier cosa de esas, que también era el gallinero en que nosotros vivíamos. No me refiero a la casa, sino a lo que motivó esa experiencia.

¿Recibió clases profesionales de pintura?

Cuando yo me bachilleré me fui a Nueva York. No terminé los estudios, pero ahí fue donde aprendí la acuarela. Regresé a Nicaragua sin haber concluido los estudios y seguí pintando sola, desarrollando una técnica muy particular de la acuarela. Luego dejé de pintar, pero sí conservé un vínculo ininterrumpido con las artes, hacía retratos que se utilizaron para ilustrar algunos libros, y de vez en cuando le entraba un poco a la acuarela, pero muy poco. En los años noventa, que volví a la universidad, terminé mis estudios formales y seguí recibiendo clases de arte y de dibujo de alto nivel. En el año 2000 nos fuimos para España y ahí entré en un estudio para comenzar de cero. Conté mi historia y les dije que quería volver de cero y comencé desde tomar las medidas, trabajar el carboncillo para identificar las luces, las sombras y los volúmenes. Después ya me pasé a la acuarela, ya tenía bien claro que no me interesaba el óleo. Recién venida a Nicaragua estuve un tiempo tomando clases con Justo Paniagua, un arquitecto que se ha dedicado mucho a la acuarela y es probablemente de los mejores acuarelistas que hay. Ahora me he beneficiado de todas las posibilidades que hay, de todo lo que podés leer en Internet, de las publicaciones donde aprendés de técnicas, valores de colores, de todo.

Sus obras las firma como Cayetana

Cayetana es mi tercer nombre y es el que mi papá usaba para mí. Era obviamente muy complicado para mí porque unos me decían Claudia, mi mamá me decía Lucía y mi papá me decía Cayetana, y ese nombre yo lo oía muy feo en aquel entonces. Cuando empecé a firmar cuadros, como en los años sesenta que comencé trabajando con óleo, firmaba con mis iniciales que son todas consonantes. Un día mi tío Samuel Barreto me dijo que en lugar de usar mis iniciales que no decían nada, usara mejor mi nombre tan hermoso que tenía, que es Cayetana, y me pareció excelente idea. Desde ese momento me firmo Cayetana y en el gremio de los artistas se me conoce así. Yo hice el nombre de Cayetana en los años setenta, pero luego me aparté de la pintura por razones políticas que todos conocen y cuando decidí volver era muy difícil porque habían pasado treinta años y no sabían quién era Cayetana. Entonces, comencé nuevamente y ahora ya quedé como simplemente Cayetana para la pintura.

¿De sus hijos quiénes heredaron ese amor por el arte?

De mis hijos primero tengo que señalar a Tolentino. Él se destacó en el dibujo cuando estuvo enfermo de cáncer y, sabiéndose un condenado a muerte, inventó la caricatura de un muchacho que se llamaba Tolino, que no es más que él mismo, era su álter ego. Tolino hacía todo lo que él no podía hacer. Cuando él murió yo comencé a analizar a más profundidad los dibujos que hacía. Por ejemplo, hizo un globo parchado, que es el globo en el que él iba a emprender el viaje final, y en el globo va Tolino diciendo adiós. Hay otro donde está dejándose caer en una espiral, es un autorretrato. Yo destaco eso porque si bien él no llegó a desarrollarse, tuvo la posibilidad de expresar de una manera tan radical lo que vivía. Con la muerte de Tolentino aprendí el arte de la vida y lo que realmente vale, y aprendí a vivir sin él, que es una de las cosas más difíciles que he aprendido. El otro ejemplo es el de Violeta. Ella es muy creativa, siempre le gustó el dibujo y la pintura, pero no se había dedicado antes, sino hasta después de enfrentar el cáncer de seno del que sobrevive gracias a Dios. Dejó lo que estaba haciendo, su trabajo en el área de la Comunicación y la Psicología, y se dedicó a pintar. Ella expresa fuerza y vida, su pintura lleva mucho mensaje que ha servido de motivación para muchas personas.

Además de la pintura, ¿qué otras pasiones tiene?

Yo soy apasionada por la lectura y reconozco que tengo mucha habilidad con las manos. He tocado un poco de piano, he sido muy buena a la costura y al bordado. Lo que me pongan a hacer con las manos yo lo resuelvo, pero lo que más me apasiona es la pintura y la lectura.

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