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La fe que renueva y transforma

La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive, es porque cree en algo; esta es una verdad. La fe es el alma de la vida, el motor que mueve un país y el dinamismo de sus estructuras. Donde la fe no está presente, todo va al fracaso. Quien no cree, desconfía y la desconfianza trae consecuencias muy perniciosas para todos.

PBRO. Óscar Chavarría

La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive, es porque cree en algo; esta es una verdad. La fe es el alma de la vida, el motor que mueve un país y el dinamismo de sus estructuras. Donde la fe no está presente, todo va al fracaso. Quien no cree, desconfía y la desconfianza trae consecuencias muy perniciosas para todos.

Cuando un país ya no cree en sus líderes políticos, se adormece la democracia; los capitales huyen de un país, cuando dejan de tener fe y confianza en él; el peor daño que se le puede hacer a un país, es sembrar un ambiente de desconfianza dentro y fuera y de falta de fe.

Cuando unos esposos no se creen y desconfían el uno del otro, las relaciones no pueden marchar bien, ni el hogar; cuando los padres desconfían de los hijos y los hijos de los padres, la convivencia se hace insoportable en el hogar; cuando los hombres dejamos de creer en Dios, nos sentimos vacíos y sin horizonte para caminar con decisión en la vida.

Fe y confianza son dos valores esenciales para seguir adelante y sin los que nada ni nadie puede echar a andar, ya que lo que “vence al mundo es la fe”. (1Jn.5,5). Cuando en nuestro camino nos encontramos personas que trabajan con ilusión, con entusiasmo, que no se rinden ante nada, decimos: “¡Qué gran fe que tiene! ¡Lo que se proponen lo consiguen!”, a como dice Jesús: “Todo es posible para aquel que cree”. (Mc.9,23).

La fe nos invita a recuperar la confianza en nuestro país, en sus personas, en nuestras familias, en nosotros mismos, en nuestro Dios, en nuestra Iglesia. La fe nos hará mover montañas (Mc.11,23), nos levantará del pozo en el que hemos caído y nos devolverá la confianza en nosotros mismos, devolviéndonos la esperanza, la ilusión en un futuro más lleno de luz tal como le decía Dios al profeta Habacuc: “El justo vive por la fe”. (Hab.2,4).

Nuestro país necesita gente de fe; políticos y gobernantes capaces de engendrar confianza, y más que nadie, nosotros los cristianos, estamos llamados también a darla. Somos testigos y los testigos no pueden callar; tenemos la misión de sembrar la fe en todos los hombres: “Id por el mundo y predicad el evangelio…; el que crea se salvará”. (Lc.16,15-16).

Cuando una fe madura y formada se adueña de nosotros, entonces somos capaces de renovar el mundo entero; pero, cuando la fe nos falla, toda ilusión se derrumba y nos paralizamos. Actualmente el mundo está viviendo momentos de crisis muy duros y es precisamente en estos momentos cuando más necesitamos confiar en nosotros mismos, en los demás y en Dios.

La fe es aquello que nos lleva a ser solidarios, verdaderos cumplidores de nuestro deber en todo momento y decir: “Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”. (Lc.17,10).

Es por eso que hoy es imperativo y necesario pedir a Jesús, como lo hicieron los Apóstoles: “Auméntanos la fe”. (Lc.17,5).

Religión y Fe Fe Óscar Chavarria

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