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“Dios me ha sostenido teniendo fe absoluta en Él, creyendo que me dejó para hacer alguna obra que ayude a mis semejantes”, Consuelo Sequeira.

Guerreras por la vida

Consuelo Sequeira y Roxana Linarte son mujeres con vidas distintas. La primera, una empresaria de 60 años de edad, con un hijo de 30 años y cuyo ritmo de vida estaba controlado principalmente por los compromisos que demandaba su empresa. La segunda, una joven de 24 años, soltera, hija única y con toda una vida por delante. Sin embargo, algo las une: su experiencia y lucha contra el cáncer de mama.

GERALDINA GONZÁLEZ C.

Consuelo Sequeira y Roxana Linarte son mujeres con vidas distintas. La primera, una empresaria de 60 años de edad, con un hijo de 30 años y cuyo ritmo de vida estaba controlado principalmente por los compromisos que demandaba su empresa. La segunda, una joven de 24 años, soltera, hija única y con toda una vida por delante. Sin embargo, algo las une: su experiencia y lucha contra el cáncer de mama.

La gineco-obstetra Greta Solís define esta enfermedad como una lesión maligna que se presenta en el tejido mamario y que de no atenderse a tiempo puede producir metástasis y también la muerte.

“Antes se consideraba que esta enfermedad era propia de mujeres entre los 55 y 57 años; sin embargo, hoy en día está afectando con mayor frecuencia a mujeres jóvenes y cuando es así, tiende a ser más agresivo porque hay una renovación continua de células”, explica la doctora, quien hace énfasis en que la detección temprana de esta enfermedad favorece en gran manera al momento de tratarla.

“Nunca voy a olvidar cómo me lo detecté. Hace un año, un sábado en la noche y ya lista para dormir, no sé cómo ni por qué decidí tocarme un lado del seno derecho. Sentí una bolita y me asusté mucho. Acudí donde la doctora y me dijo que había muy poca probabilidad de que fuera cáncer, que muchas veces a las mujeres por desórdenes hormonales les salen pelolitas y que probablemente no era nada, pero que para estar segura me hiciera un ultrasonido y ahí se vio que la bolita era líquida. Me hice una operación para extraerla, le hicieron una biopsia y salió positivo para cáncer en etapa primaria. Era un cáncer bastante invasivo y fuerte”, relata Roxana.

Con 23 años, esta joven tenía que enfrentar una gran batalla, la cual asegura que venció gracias al apoyo y a las oraciones de sus padres, amigos y familiares.

“Cuando mi mamá se enteró, sentí que quería ser fuerte por mí. Mi papá entró en negación, él pensaba que no era posible eso, y yo… Para mí fue un impacto horrible porque sentí que se me acababa el mundo, pero creo que uno saca fuerzas, por lo menos yo que estaba bastante joven decía: ‘tengo un montón de tiempo por delante, yo tengo que salir adelante’”, recuerda Roxana, casi entre lágrimas.

Luego de haber extraído el tumor de Roxana a finales de octubre del año pasado, se realizó una cuadrantectomía, operación que consiste en retirar una cuarta parte del seno. Al mismo tiempo, una operación del ganglio centinela y posteriormente inició las 16 sesiones de quimioterapia previo a la mastectomía bilateral y reconstrucción de los senos.

“La cirugía fue una decisión muy difícil porque yo sentía que estaba bastante joven y no quería que me quitaran una parte de mí, pero da una paz mental saber que la probabilidad de que eso regrese es muy, muy baja”, reflexiona Roxana.

Según la doctora Solís, en la mastectomía se retira todo el seno y solo queda el músculo pectoral. Cuando el cáncer abarca el pectoral mayor y la axila, se hace un vaciamiento ganglionar.

SALUD VERSUS TIEMPO

LA PRENSA/A. Zuñiga

“Yo me estaba haciendo mi autoexamen en uno de mis senos cuando sentí una pelotita dura en el pezón de la mama derecha. Inmediatamente recurrí a donde tenía que haber ido antes, pero que por entregarme al trabajo durante los últimos 10 años no me había puesto atención. Hice cita con mi ginecóloga, me hizo exámenes y me remitió a hacerme otras pruebas más profundas para determinar si era lo que pensábamos. En efecto, era un cáncer de mama en estado primario. Me transfirió al oncólogo y al confirmar el diagnóstico tomé la decisión de operarme”, cuenta Consuelo.

Tanto ella como Roxana no tenían antecedentes de cáncer en la familia, que según la doctora Greta Solís este factor únicamente representa el 15 por ciento de probabilidades de padecerlo, por eso hay que pensar en otros factores a los que no solemos prestar mucha atención, como el sedentarismo, el desequilibrio en la dieta, la falta de ejercicios o actividad física y el estrés.

Entregarse por completo a su empresa, entre reuniones y asuntos pendientes, hizo que Consuelo se fuera alejando poco a poco de las visitas al médico, situación que de alguna manera favoreció el surgimiento de la enfermedad. No obstante, haberlo detectado a tiempo permitió que ella pudiera optar a la cirugía.

“Cuando me operaron me puse en las manos de Dios. Le pedí fuerzas y gracias a Él mis ganglios estaban completamente limpios y el tumor estaba encapsulado. Luego recibí los tratamientos que generalmente mandan. En mi caso fue un tratamiento preventivo, recibí 20 sesiones de radioterapia, y cuatro sesiones de quimioterapia. Eso nos llevó ocho meses”, relata Consuelo.

Aunque la radiación y la quimioterapia causaron algunos efectos secundarios en Consuelo, como vómitos y dolor en el cuerpo, ella asegura que lo importante es tener fuerzas y esperanzas.

“Es pensar que eso ya va a pasar, que tenés que ser fuerte y aguantar un poquito”, dice Consuelo.

FE, APOYO Y ESPERANZA

De acuerdo con la doctora Greta Solís, el tratamiento indicado dependerá del estadío de la lesión o tumoración (donde haya sido encontrado), del tipo histológico y de la edad de aparición.

Según nos cuentan Consuelo y Roxana, la mayor fortaleza para enfrentar esta enfermedad la encontraron en su fundamento espiritual.

“Cuando me sentía sola y tenía miedo agarraba una Virgen de la Rosa Mística que me regaló una amiga y la ponía a mi lado en la cama. Yo sentía que el espíritu de la Virgen estaba ahí y le decía: ‘virgencita, dame fuerzas, que yo no sienta soledad, que no sienta miedo’”, relata Consuelo.

De igual manera, Roxana se refugiaba en la oración.

“En los días más difíciles de la quimioterapia me ponía a rezar en el altar que tengo en mi cuarto. Muchas veces sentí la necesidad de descansar, porque estar vomitando (a causa de la quimioterapia) desgasta bastante y no poder comer también. Yo me ponía a rezar y sentía que estaba acompañada, aunque estuviera sola en mi cuarto”, recuerde Roxana.

Hoy estas dos mujeres han pasado la etapa más difícil rodeadas del amor, el apoyo y las oraciones tanto de familiares como de amigos. Aunque las sesiones del tratamiento han terminado, ambas continúan con un medicamento que deben tomar todos los días durante cinco años como garantía de una buena calidad de vida.

Cinco años deben transcurrir sin que la enfermedad reaparezca para que puedan denominarse sobrevivientes, pero ya son guerreras, unas que se aferraron a la vida con fe y amor.

Nosotras cáncer cáncer de mamas

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