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En el museo de Masaya

Enseñarle a mi hija, Leire, lo que significa ser una nicaragüense ha sido todo un reto, sobre todo porque a esta nueva generación de niños y niñas, expuestos al internet y la televisión no le interesa conocer de nuestra cultura. La ven aburrida. Por ello me animé a llevarla por primera vez a la fiesta de los Ahuizotes en Masaya. Nos aventuramos juntas con mi amiga Tania y su hijo Fernando, de la misma edad de Leire.

Enseñarle a mi hija, Leire, lo que significa ser una nicaragüense ha sido todo un reto, sobre todo porque a esta nueva generación de niños y niñas, expuestos al internet y la televisión no le interesa conocer de nuestra cultura. La ven aburrida. Por ello me animé a llevarla por primera vez a la fiesta de los Ahuizotes en Masaya. Nos aventuramos juntas con mi amiga Tania y su hijo Fernando, de la misma edad de Leire.

Allí nos esperaba María Adelia, una masaya de pura cepa, quien nos acogió en su casa y fue la mejor anfitriona que pudimos tener. La fiesta de los Ahuizotes fue espectacular. Los niños gozaron y se asombraron con todo lo que vieron y escucharon, pero lo mejor vino al día siguiente al visitar el Mercado de Artesanías.

El lugar es impresionante, empezando por su fachada que se asemeja a una fortaleza de la época colonial. Por dentro al menos 150 comerciantes están atentos a todo visitante para ofrecerlas las más hermosas artesanías de artistas de la localidad y de otras zonas del país.

Y allí se encuentra el Museo del Folclor de Masaya donde nacionales y extranjeros, pueden conocer un poco de la diversidad cultural de Nicaragua a través de sus bailes, trajes y leyendas. Al entrar supimos que el lugar fue inaugurado en octubre de 2012 gracias al proyecto “Rutas de las ciudades coloniales de Nicaragua”.

Por increíble que parezca todos visitábamos por primera vez el lugar, incluyendo a nuestra anfitriona.

El museo está abierto todos los días de ocho de la mañana a cinco de la tarde y los sábados por la mañana. Conocer este sitio junto a mi hija de 12 años me llenó de mucha satisfacción, porque fue la mejor forma de continuar enseñándoles lo grandioso de nuestra cultura nica.

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El recorrido dentro del museo es corto, pero lleno de color e historia. Lo primero que uno ve luego de pagar 20 “pesos” al encargado del museo son unas fotos inmensas tomadas en diversas regiones del país. Aquí se aprecian desde las labores del campo, como la siembra de maíz y los cortes de café, hasta las muestras de las expresiones culturales y religiosas como la procesión de San Jerónimo, santo patrono de los masayas y mío.

El lugar está todo iluminado y al avanzar uno se topa con muestras de piezas precolombinas y hasta el montaje de una cocina tradicional de piedras o cocina de leña como se le conoce en la zona rural del país. Pero lo mejor del museo sin lugar a dudas son los vitrales donde maniquíes sin rostro exhiben los más bellos trajes del folclor nicaragüense.

Trajes representativos de los bailes de Las Inditas, Los Diablitos, Torovenado, Baile de Negras, el Toro Huaco, El Güegüense, los Chinegros y muchos más, pueden ser apreciados en el museo. Además de admirar el acabado de los trajes de lujo o los más sencillos, se conoce un poco de su historia. Leire logró reconocer algunos de los bailes que en su colegio le han enseñado y que ahora podía apreciar a través de esta muestra cultural.

El recorrido circular te lleva luego por las leyendas que se cuentan todavía en los hogares nicaragüenses. Me recordé de las veces cuando en mi natal León se iba la luz y mi mamá Mercha nos contaba las historias del coronel Arrechavala, las andanzas del cadejo y el alboroto que armaban las ceguas en el río Chiquito.

Mi hija Leire ahora podía ver y conocer la historia de la Mokuana, el Padre sin Cabeza, la Chancha Bruja, la Carreta Nagua y hasta la Llorona en ese singular lugar.

Al finalizar la visita nos sentimos todas orgullosas de ser nicaragüenses porque nuestro país está lleno de costumbres, leyendas, creencias religiosas, comida, música, baile, teatro y poesía. Sin duda alguna volveré a Masaya y me encantará nuevamente visitar este museo del que quedé enamorada y donde pude mostrarle a mi hija un poco de nuestra cultura.

Sección Domingo museo

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