Por Róger Almanza G.
Su rostro estaba siendo comido por las hormigas cuando la encontraron. Había sido tirada en un barranco ese mismo día. Tenía 22 años y no podía moverse ni hablar ni llorar. Sus piernas y brazos estaban retorcidos por la discapacidad con que nació. Parálisis cerebral infantil dijeron los médicos luego de una primera valoración.
Después descubrieron que sus piernas habían sufrido una quemadura que no fue atendida y que provocó que se pegaran, piel con piel.
Así llegó Abigail, hace un año, desde Carazo hasta el Hogar Belén en Managua. Su historia está escrita en un informe junto al de 31 niños más, con vidas similares a la de ella.
“Todos han sido abandonados por causa de la discapacidad que padecen, no los pueden cuidar, atender, entonces solo los dejan”, comenta la directora del Hogar Belén, Sandra Sandoval.
Aquí en este hogar los niños tienen su propio mundo, sumergido en sueños, deseos y necesidades que no cualquiera puede descifrar. “Ellos se expresan, pero uno debe saber qué quieren decir con su mirada, con un gesto, con un gemido que sale de su boca”, dice Sandra.
Uno a uno hasta contar los 32 niños y niñas que viven en el Hogar Belén, nacieron con Síndrome de Down, retraso sicomotor, microcefalia o parálisis cerebral infantil.
“Algunos han sido adoptados pero después de los seis años es más difícil encontrarles hogar adoptivo”, comenta Sandra.
El día a día
Aquí las alarmas para despertar no funcionan, cada niño tiene la propia y las educadoras lo saben. Algunos se despiertan antes de las seis de la mañana otros aún duermen cuando uno que otro está siendo bañado, vestido y listo para comenzar las actividades del día que comienzan con el desayuno.
Algunos van a clases de aprendizaje mientras que otros van a terapias o grupos con la sicóloga.
Son al menos siete especialistas en el Hogar Belén los que dividen a los niños por grupos y así atienden entre cuatro y seis niños cada uno.
Están pendientes de cada una de las necesidades de los niños, incluso las del más pequeño del hogar, Mario, de 2 años y que fue abandonado por su madre en el hospital.
Nació prematuro con parálisis cerebral infantil y tiene la apariencia de un niño de seis meses.
Ya tiene un año de estar en el hogar, y de su madre no se sabe nada. “Dio un nombre falso y cuando Mario nació ella desapareció del hospital. Mario estuvo en incubadora durante varios meses y no tuvo la oportunidad de sentir el abrazo de su madre”, comenta Grethel Navas, fisioterapeuta del Hogar.
Para Mario hay una terapia especial, la llaman terapia gestal y más que una sicoterapia, muchos especialistas la valoran como una forma de recuperar esa gran pérdida al nacer.
“Nos lo ponemos en el vientre, bajo la camisa, y ahí lo mantenemos calientito para que sienta como que está siendo querido desde el vientre de su madre”, explica brevemente Navas.
- “No se puede sentir más que amor por estos niños, y es por eso que no es imposible que los adopten a pesar de sus discapacidades, porque al final son solo niños que necesitan atención y aquí en el Hogar Belén intentamos hacerlo sobre todo con verdadero amor”.
- Sandra Sandoval, directora del Hogar Belén.
- PARA AYUDAR AL HOGAR BELÉN PUEDE LLAMAR A LOS NÚMEROS 2276-0671 O VISITAR A LOS NIÑOS EN EL HOGAR EN EL KM 10 1/2 CARRETERA A MASAYA, 2 KM AL SUR.
“Uno debe enamorarse de estos niños para poder tratarlos como se debe, yo no tengo hijos y creo que eso me ha dado la oportunidad de abrir aún más mi corazón para poder dedicarme a ellos”, cuenta Sandra, quien desde el 2006 atiende el Hogar Belén como directora.
Cada habitación del Hogar Belén está acondicionada para que los niños puedan aprender, recrearse y tratarse. Mientras a Mario le hacen su terapia, en el patio una niña callada y atenta a todo movimiento juega en el columpio.
Su nombre es Dolores. Tiene cuatro años y nació con problemas de lenguaje. Es la niña que más atenta está a los vestidos y zapatos que llegan al hogar como donación.
Alicia anda por todo el hogar, tiene 3 años y nació con Síndrome de Down, ella es la luz de esperanza de que el amor a los demás existe, sin importar las condiciones. Ya tiene padres adoptivos.
La mayoría de padres adoptivos son extranjeros que han servido como voluntarios en el hogar y a como dice Sandra, “se han enamorado de estos niños”.
Adoptarlos no es sencillo, se debe cumplir con el proceso del Ministerio de la Familia, que al final de cuentas es la institución que traslada a los niños hacia el Hogar Belén.
“Aquí solo están antes de cumplir la mayoría de edad, luego deben ser trasladados a otro hogar en Diriamba, pero hay casos especiales en los que permanecen más tiempo aquí”, comenta Sandra.
Y uno de los que ha quedado es Jaime Flores, tiene 16 años y sufre de parálisis cerebral, crisis compulsiva y glaucoma en uno de sus ojos que está a punto de perder. Cuando nació los médicos no le daban más de tres años de vida.
Este niño es uno de los ejemplos de vida más importantes del hogar, de él las maestras han aprendido el deseo de seguir en este mundo, a pesar de cada problema, aclaran las maestras a quienes los médicos les decían que estos niños morían por depresión.
La ayuda
Un chele se distingue entre el Hogar, se tira al suelo sobre una alfombra y empieza a jugar con uno de los niños, en una habitación donde el silencio es prioridad. Tiene 19 años y llegó al Hogar en octubre como voluntario.
Su nombre es Hans Singer, de Estados Unidos y solo llegó al Hogar Belén para servir en lo que fuera útil.
“Estos niños necesitan amor, compartir con los demás, no solamente es cuestión de medicinas y terapias, también es importante el que se sientan atendidos, queridos”, dice Hans, mientras ayuda a Amílcar, de 7 años, a ubicar por colores los aros de un cono.
Amílcar tiene retraso sicomotor, es sordo mundo y padece microcefalia. Es uno de los más serios del grupo pero sabe, aparentemente, todo lo que pasa a su alrededor. Maribel González reconoce que así, “Amílcar sabe bien lo que quiere y es como todo niño, a veces se pone malcriado y como con todo niño hay que hablarles con autoridad también”, comenta Maribel, maestra del Hogar.
Maribel tiene dos hijos y trabajar en el Hogar, cada día le cambia la perspectiva para educar a sus propios niños. “Es una realidad muy difícil la que viven estos niños, con cada uno se aplican distintas formas de enseñanza, ninguno es igual, pero con todos se debe practicar el amor”, agrega Maribel.
Al lado de Maribel están José Manuel, Antonio, Marlon y Moisés, listos para ver vídeos en la televisión. “A veces uno cree que solo ellos aprenden de uno, pero qué va, todos los días aprendemos de ellos”, asegura Maribel.
Cuando se acerca la hora del almuerzo el Hogar se vuelve un correcorre, de la cocina salen batidos, alimentos sólidos y demás recetas preparadas para cada uno de estos niños, la mayoría de los alimentos son donaciones de almas caritativas que han conocido el Hogar Belén.
Al comedor van llegando y como costumbre ya saben cuáles son sus sillas y se acomodan, y ninguno se sienta antes de haberse lavado las manos y menos que se levanten sin haber probado un dulce de postre.
Cuando la noche llega al Hogar Belén, las habitaciones quedan en silencio y solo a veces, durante la madrugada, algún grito de susto despierta a alguna de las maestras que quedó de guarda, pero no pasa nada. “Es normal con ellos, a veces son impulsivos y se despiertan… solo vamos y los calmamos para que vuelvan a dormir”, cuenta Sandra.
Abigail es una de las que más edad tiene en el Hogar, ya cumplió 23 años pero sigue siendo una adolescente de 15. Quizá no recuerda quién la dejó en aquel barranco, quizá no recuerda que su madre murió antes de que la abandonaran. Hoy su sonrisa solo puede ser de felicidad porque en este hogar ha encontrado a su familia.
Ver en la versión impresa las paginas: 8, 9, 10, 11