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Atrapados en la comodidad

Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a distintas situaciones y entornos. No es que lo consigamos a la primera, pero tras cierto tiempo de habernos establecido en un determinado lugar y realizar las actividades programadas del día a día, terminamos acostumbrándonos a ese espacio.

GERALDINA GONZÁLEZ C.

Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a distintas situaciones y entornos. No es que lo consigamos a la primera, pero tras cierto tiempo de habernos establecido en un determinado lugar y realizar las actividades programadas del día a día, terminamos acostumbrándonos a ese espacio.

Y nos acostumbramos porque nos sentimos bien. Tanto lo que hacemos, como las personas con quienes interactuamos y el espacio en que nos desplazamos son perfectos para nosotros. Incluso, podríamos sentir que no nos falta nada, que estamos plenos y completos.

No es que esté mal, pero también es necesario interactuar, porque estamos hechos para relacionarnos con otras personas y, por consiguiente, tenemos la capacidad de enfrentar nuevas experiencias. No obstante, muchas veces renunciamos, de forma consciente o inconsciente, a explorar nuevos horizontes simplemente por no abandonar el espacio cómodo y perfecto que hemos creado, limitando nuestro desarrollo personal y los posibles logros que podríamos obtener en otros espacios.

Ese conjunto de condiciones que nos hace sentir cómodos y completos conforman la llamada zona de confort.

De acuerdo con la psicóloga Hanniell Rivas, se trata de ese espacio en donde nos sentimos seguros, no queremos arriesgar nada y tenemos todo aquello que nos facilita lo que nosotros deseamos sin mayor esfuerzo.

“Buscamos esa comodidad en la que sentimos que nada nos falta, creemos que está completa, pero realmente se mantiene ese miedo a arriesgarse, a atreverse a ir más allá”, afirma Rivas.

¿Comodidad o temor?

Todos tenemos nuestra zona de confort, un espacio muy personal que es bueno tener, pero siempre que también estemos dispuestos a experimentar fuera de esa zona.

Pero, ¿cuánto tiempo durará ese bienestar si no descubrimos nuevos lugares, nuevas experiencias y nuevas personas?

Por tratarse de un espacio que nos brinda seguridad, cuando hemos encontrado nuestra zona de confort no nos planteamos la necesidad de conocer más allá de ella por temor a equivocarnos.

El miedo es algo innato en nosotros, asegura la psicóloga Rivas, y en el caso del miedo a salir de la zona de confort, comparte que este puede tener su origen en la forma en que somos criados, pues se nos dictan normas y condiciones que determinan nuestra comodidad o satisfacción, y al sentir que hemos logrado esa comodidad no buscamos conocer más allá de nuestro entorno.

No obstante, cuando algo desestabiliza el sistema de comodidad que hemos establecido y nos vemos en la necesidad de movernos, tenemos miedo a arriesgarnos, pues “como bien reza el dicho ‘más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer’, y es ahí cuando no nos atrevemos, por esos miedos, esos estigmas que tenemos inculcados desde muy pequeños”, puntualiza Rivas.

Y no se trata simplemente del temor a lo que podamos encontrar fuera de nuestra zona segura, sino también a no ser aceptados en los distintos círculos sociales por no gustar de las mismas cosas que los demás.

Ese temor a ser excluidos no nos permite crecer como persona, sostiene la psicóloga, y por lo tanto tendemos a retraernos y a no movernos y nos quedamos estancados sin avanzar.

En nuestras relaciones

Cuando dos personas están acostumbradas a realizar actividades de manera individual y tienen gustos muy personales, al momento de establecer una relación de pareja podría generarse discusiones.

“Por lo general son parejas que discuten todo el tiempo, que no se toleran el más mínimo error o desliz, porque si hay una zona de confort muy cómoda no habrá una comunicación fluida de decir qué les sucede o en qué necesitan ayuda, están acostumbrados a pensar en uno y no en dos, y finalmente se da el fracaso de la relación por no querer salir de ahí, porque se piensa que la comodidad de uno es lo perfecto”, afirma la psicóloga Rivas.

Consecuencia

El estancamiento en nuestra zona de confort puede llevarnos, incluso, a abandonar las metas que en algún momento nos propusimos: conseguir un empleo nuevo, estudiar una maestría fuera del país, y todos aquellos planes que impliquen alterar la comodidad que hemos alcanzado.

“Si te ofrecen una maestría fuera del país, ¿por qué no aceptarla? Eso es parte de vencer el estancamiento en tu zona de confort. Avanzar. El que no arriesga, no alcanza. No se trata tampoco de andar a la deriva y aceptar todo lo que te salga y luego dejarlo, eso no tiene sentido. Si a vos te gusta algo, ve por ello, pero con precaución y cautela”, sugiere Rivas.

Evaluación interna

Para evitar que la rutina y el estancamiento interfieran en nuestro desarrollo personal, la psicóloga Rivas recomienda que nos respondamos ciertas preguntas para tratar de comprender mejor la situación:

*¿Qué significa nuestra zona de confort para nosotros?

*¿Es en verdad algo sano para mí?

*¿Qué está haciendo mi zona de confort conmigo? Y aún más importante, ¿qué estoy haciendo yo con ella?

Asimismo, es importante plantearnos si en verdad estamos dispuestos a mejorar y a vivir nuevas experiencias. Lo que hagamos para lograrlo dependerá únicamente de nosotros, porque la zona de confort es un espacio diferente para cada persona.

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