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El poder de Jesús

La celebración litúrgica del Domingo de Ramos nos da una visión completa del misterio de Cristo, como mesías y salvador, pero sobre todo de Hijo de Dios que con su pasión, muerte y resurrección se levanta triunfante de la muerte y ofrece a la humanidad la salvación. La liturgia comienza no en el templo, como es de costumbre, sino con una procesión que inicia fuera del templo, donde se relata el episodio de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén, lugar de la pasión de Cristo.

PBRO. HERLING HERNÁNDEZ

La celebración litúrgica del Domingo de Ramos nos da una visión completa del misterio de Cristo, como mesías y salvador, pero sobre todo de Hijo de Dios que con su pasión, muerte y resurrección se levanta triunfante de la muerte y ofrece a la humanidad la salvación. La liturgia comienza no en el templo, como es de costumbre, sino con una procesión que inicia fuera del templo, donde se relata el episodio de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén, lugar de la pasión de Cristo.

La lectura del evangelio que se proclama este domingo, está tomado del relato de la pasión según San Mateo (26,14-27,66) que este año corresponde al Ciclo litúrgico que presenta a Jesús como el verdadero Moisés. Pero en este caso Jesús no asume la condición de “caudillo” sino de siervo obediente que lleva a cumplimiento la voluntad de su Padre. Este es el aspecto central que aparece en el relato de la pasión de San Mateo. El único poder que Él reclama es el de la cruz que hace suyo y que contradice el poder político y religioso de quienes se ensañaban injustamente en su contra.

El evangelista San Mateo nos ofrece un panorama completo del martirio de Jesús asumido con todo realismo, pero sobre todo enfrentando humildemente el sufrimiento, pero no como una alternativa o una resignación frente al poder injusto, sino como una actitud que compromete todo su ser de Hijo de Dios, llamado a cumplir una misión de amor y no de lucha social o política.

Jesús, es un Dios sin poder, para que el único poder que triunfe sea el poder del amor. En una sociedad donde lo único que se ambiciona es el poder, la corrupción, la violencia, la mentira, sería bueno ver a Jesús crucificado, dándonos cuenta que ese poder que se ambiciona es el fracaso del hombre mismo. Cristo desde la Cruz nos dice que solo el servicio a los demás, y la renuncia a uno mismo y a las ambiciones de poder, es como se alcanza la vida y la felicidad. Y en última instancia es el poder que salva. Jesucristo hizo frente a las injusticias de este mundo, no luchando contra el poder, sino dando testimonio del amor, así manifestó el poder del amor de Dios: “La nueva arma que Jesús pone en nuestras manos es la Cruz, signo de reconciliación, signo del amor que es más fuerte que la muerte” (Homilía del papa Benedicto XVI en la misa del Domingo de Ramos, 9 de abril de 2006).

Religión y Fe Jesús poder

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