Por Juan Carlos Ampié
Entre los temblores y los estrenos de la semana, no lo culpo si se siente poco motivado para ir al cine. Río 2 puede ser simpática, pero no creo que se diferencie mucho de la primera parte, o de las demás producciones animadas que nutren consistentemente la taquilla. La leyenda de Hércules es una extravaganza de imágenes generadas por computadoras y músculos esculpidos en gimnasio, tratando de capitalizar la audiencia de 300 . Crítica y público la recibieron con indiferencia en Estados Unidos. Si es fan del legendario titán, quizás sea esperar a la producción protagonizada por Dwayne Johnson, prevista a estrenarse en el mes de julio.
En esta circunstancia, la mejor alternativa es Netflix. Recientemente añadieron a su catálogo Blackfish , una de las películas más controversiales del 2013. Considerando que es un documental, puede estar seguro que no vendrá al cine, así que este es nuestro chance de verla.
Blackfish (pez negro) es el nombre que los indígenas norteamericanos usaban para identificar a la orca. El majestuoso mamífero marino no merece el apodo de “ballena asesina”. Ese es solo uno de los mitos que la película de Gabriela Cowperthwaite desbanca. Su agenda principal, sin embargo, tiene que ver con denunciar el maltrato físico y psicológico que los animales sufren en cautiverio; y los peligros que representan para el personal de la industria de parques marítimos.
Partiendo de la trágica muerte de una entrenadora Dawn Brancheau, el 24 de noviembre del 2010, la directora reconstruye la historia de la explotación de la Orcinus Orca con fines de entretenimiento. Desde la primera muerte registrada en un ruinoso parquecito canadiense a principios de los ochenta, hasta la demanda laboral entablada por un grupo de entrenadores que acusan a la empresa de ocultar información sobre la peligrosidad del animal, la película usa una estructura clásica con entrevistas tradicionales, material de archivo y filmaciones ocultas para construir su persuasivo argumento. Hay genuino suspenso alrededor de Tillikum , la orca macho que enajenada por los problemas psicológicos que le provoca el cautiverio, se convierte en una virtual bomba de tiempo.
La popularidad del vídeo casero y la naturaleza pública del espectáculo le permiten a la directora superar la falta de acceso a Seaworld. La empresa se negó a dar su versión ante las cámaras, y recurrió a todos los recursos legales posibles para detener la película. La red de tres parques acuáticos es un destino turístico familiar, tan popular como Disneyland. El protagonismo de orcas, delfines y focas le permite asumir la apariencia de ser una empresa ecológicamente sensible, preocupada por educar a los niños sobre el respeto a los animales. Según el argumento de Blackfish , no hay nada más lejos de la realidad. La operación se parece más a la esclavitud, en la cual los animales son explotados y maltratados con crueldad extrema, con prioridad en el control de gastos y los ingresos. La situación es aún más devastadora por la particular sensibilidad de los animales, descrita por varios científicos y activistas del medioambiente.
Seaworld ha sentido el golpe. Sus niveles de asistencia experimentan una merma posterior al estreno de la película. La maquinaria de relaciones públicas corre a toda máquina para descalificar a los cineastas. Pero es difícil darle el beneficio de la duda a la empresa. Blackfish nos confronta con lo injustificable del cautiverio de animales para fines lúdicos de los seres humanos. La denuncia se extiende a la seguridad de las personas reclutadas para trabajar con animales. Son como daños colaterales, sacrificados en el nombre del comercio. No me verán comprando un boleto para ir a Seaworld en el futuro cercano. Así de persuasiva es la película.
Ver en la versión impresa las paginas: 19