Julio Portocarrero Arancibia
El joven nicaragüense Rafael Ruiz llegó a Roma en 1980 procedente de Brasil. Hacía semanas que acompañaba a una delegación de la Junta Nacional de Gobierno en una gira internacional. Roma era su siguiente parada.
Ruiz, que era el camarógrafo oficial de la delegación, pensaba realizar algunas grabaciones durante el encuentro que el escritor Sergio Ramírez, entonces miembro de la Junta de Gobierno, tendría con el papa Juan Pablo II.
Pero Ruiz no lo consiguió. La Guardia Suiza por asuntos de seguridad no le permitió ingresar al Palacio Apostólico con su cámara. “Entonces tomé la decisión de meterme en la fila de la delegación oficial de Nicaragua que saludaría al papa”, recuerda 34 años después.
No todos los días se tiene la posibilidad de estar en el Vaticano y tener un encuentro con el máximo jerarca de los cristianos católicos. Y la oportunidad se dio. “El papa me quedó viendo y me dijo: ¿qué hace usted en el Gobierno? Usted es muy jovencito. Le expliqué que era el camarógrafo que acompañaba a la delegación. Sonrió, me regaló un rosario y una medalla y me dijo: “usted va a ser bendito”.
Pero fue hasta décadas después que Rafael Ruiz comprendió esas palabras del hombre que la mañana de este domingo, en Roma, fue canonizado por el papa Francisco, en una ceremonia que reunió a 800 mil peregrinos, 24 jefes de Estados, cardenales y obispos de todo el mundo.
“No puedo olvidar esa sensación de paz, tranquilidad, de energía positiva que transmitía el papa”, dice Ruiz, quien 34 años después se confiesa creyente en Dios y en la intercesión de San Juan Pablo II.
“A mí me marcó esa experiencia y durante el proceso de la canonización del papa he recordado y sentido esa energía rica y agradable, no sé, fuerte…divina”, dice.
De acuerdo con Ruiz la mejor manera de celebrar el reconocimiento de la santidad del papa polaco es “la búsqueda de la paz, de la armonía espiritual en Nicaragua. Este pensamiento es el que nos dejó a la sociedad”.