Por JuanCarlos Ampié
La ensambladora de películas basadas en novelas para “jóvenes adultos” nos trae la última muestra del género que Harry Potter conjuró. Basada en la novela de Victoria Roth, es una distopía futurista al estilo de Los Juegos del Hambre.
En un futuro posapocalíptico, los sobrevivientes viven en una ruinosa Chicago protegida por una gran muralla. La sociedad se divide en cinco grupos definidos por su carácter: los Abnegados ayudan desinteresadamente a todos y administran el gobierno. Los Cándidos siempre dicen la verdad. Los Amistosos son hippies sonrientes encargados de cultivar la tierra. Los Eruditos son inteligentes y manejan el conocimiento. Finalmente, los Intrépidos son temerarios y hacen las veces de policías.
Cada ciudadano nace en la facción de sus padres, pero al alcanzar la mayoría de edad, se somete a un examen que le revela su afinidad. Después de eso, en una dramática ceremonia, decide si se mantiene en la facción familiar o si cambia a cualquier otra. En las márgenes de este orden se encuentran los “divergentes”. Son sujetos que pueden pertenecer a cualquier facción, imposibles de predecir y controlar. El extraño gobierno los ve con malos ojos, y secretamente se dedica a exterminarlos. Las bizantinas reglas de este mundo se dispensan en extensas narraciones de la protagonista, Beatrice (Shailene Woodley), una bella Abnegada a punto de pasar por el rito de madurez. Está a punto de caer en el fuego cruzado de una sorda lucha de poder. Los Eruditos maniobran para quitarle el poder a los Abnegados, y el músculo de los Intrépidos es justo lo que les hace falta.
Al igual que Los Juegos del Hambre, Divergente es una fantasía de empoderamiento para jóvenes a punto de entrar al mundo adulto, filtrado a través de una alegoría que simplifica las sutilezas de la realidad. Pero bajo su pretendida glorificación a los rebeldes, la película promueve una agenda francamente reaccionaria. Su sesgo anticiencia es claro. Los “Eruditos” representan a la “inteligentsia”. Son pintados como villanos empeñados en exterminar a los “Abnegados”, que no por casualidad visten como profetas de la antigua Tierra Santa. Si la reciente Noé le ofendió al tratar de conciliar la evolución de las especies con la existencia de Dios, aquí tiene un bálsamo para sus heridas. De remate, la malvada presidente de los eruditos es Kate Winslet, caracterizada como Hillary Clinton. Los puntos que la película gana dándole protagonismo a una muchacha, los pierde al matricularse en la idea de que nada es más peligroso que una mujer inteligente ostentando el poder.
La película también promueve la castidad con el mismo celo que Crepúsculo. Beatrice se enamora de Cuatro (Theo James), su instructor Intrépido, pero “no está lista” para pasar de un beso. Como Edward negándose a morder el cuello de Bella; Cuatro se encoge de hombros y procede a simplemente adorarla. Esta dinámica no tiene que ver con el respeto a los límites personales. Es puro pánico a la sexualidad, que debe someterse a la actividad reproductiva bajo la institución matrimonial. Tome nota de que la malvada presidenta es una mujer sola; y sus antagonistas son los padres de Beatrice, interpretados por Ashley Judd y Tony Goldwyn como una pareja bella y sacrificada.
Si usted comulga con estas ideas, quizás Divergente le parecerá magnífica. Los demás tendrán que asirse al carisma de Shailene Woodley. La joven actriz que sorprendió como la hija rebelde de George Clooney en Los Descendientes (Alexander Payne, 2012) tiene su futuro asegurado. Próximamente encabezará el melodrama juvenil The Fault is In Our Stars (Josh Boone, 2014) y la taquilla de Divergente garantiza la luz verde de sus secuelas.
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