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La amenaza de electro

En su segunda entrega, la prematura regeneración de Spiderman sigue sin escapar de la sombra de la trilogía abanderada por Sam Raimi en la primera década del siglo XXI. Y eso no importa mucho. La estrategia de los ambiciosos estudios Marvel tiene que ver con reformular la franquicia para un público más joven. En su tercera entrega, el tono de Raimi era demasiado oscuro, marchando a destiempo con la audiencia adolescente.

En su segunda entrega, la prematura regeneración de Spiderman sigue sin escapar de la sombra de la trilogía abanderada por Sam Raimi en la primera década del siglo XXI. Y eso no importa mucho. La estrategia de los ambiciosos estudios Marvel tiene que ver con reformular la franquicia para un público más joven. En su tercera entrega, el tono de Raimi era demasiado oscuro, marchando a destiempo con la audiencia adolescente.

La secuela se ofrece como progresión natural de su antecesora. Peter (Andrew Garfield) sigue barajando dos identidades: fotógrafo despreocupado y súper héroe. Su novia Gwen (Emma Stone) es la única que conoce su secreto, pero empieza a sentirse sofocada en la relación. A pesar de su chispeante ánimo, Peter sigue traumatizado por el abandono de sus padres (Campbell Scott y Embeth Davitz). Un oportuno flashback revela las circunstancias de su muerte, extendiendo al presente una pista que redimirá la memoria del padre. Mientras tanto, una nueva amenaza se cierne en los oscuros laboratorios de Oscorp. Max Dillon (Jamie Foxx), un ingeniero eléctrico socialmente torpe, sufre un accidente que además de potenciar sus neurosis, lo convierte en una especie de planta eléctrica caminante. Harry Osborne Jr. (Dane Dehaan) llega al lecho de muerte de su padre (Chris Cooper) para recibir una maldición: el desorden genético que le quita la vida es hereditario. Al igual que Peter, Harry está alienado de su figura paternal. Pero los amigos quedarán en bandos opuestos cuando la desesperación por sanar lo conduzca al lado oscuro.

El único acierto de este nuevo ciclo sigue funcionando. Garfield y Stone tienen la edad apropiada para sus personajes, y hacen gala de una química chispeante. Sin embargo, la película sigue esclavizada a la fórmula del ejercicio taquillero de momento. Las escenas dramáticas se sienten como tiempo muerto mientras entran en juego los efectos especiales. A la hora de la pirotecnia digital, el director Marc Webb abusa del truco de disminuir la velocidad natural del movimiento para permitirnos apreciar los parámetros de la acción. Se agradece la claridad, pero a lo largo de una película de más de dos horas se vuelve bastante repetitivo. Quizás esto agudiza la sensación de déjá vu intrínseca a la experiencia de manejar dos “ediciones” de Spiderman en la memoria. Pasé buena parte del metraje esperando que Willem Dafoe apareciera en un flashback, hasta que caí en la cuenta de que él fue el Duende Verde del primer “Spiderman” de Raimi, allá en la prehistoria del año 2002.

Y ese no es el único fantasma que esta película carga. Dane DeHaan se dio a conocer hace dos años en Chronicle (Josh Trank, 2012), una sólida producción independiente que adoptaba el formato de “vídeo encontrado” para contar la historia de un grupo de estudiantes de secundaria, que adquieren súper poderes al entrar en contacto con un meteorito. Cada vez que DeHaan aparece en pantalla, recuerda cuán agotado está el modelo que este “Hombre Araña” pretende servir como novedad.

El afán por apelar al segmento de pública más amplio posible sigue empujando a estas fantasías de empoderamiento adolescente a una tierra de nadie. La violencia en pantalla es cada vez más estrambótica, pero sus efectos son cada vez más invisibles. Es demasiado intensa para los niños, pero eso no amedrentará a los padres. También es demasiado infantil para los adultos, pero eso no espantará a los fans matriculados con el “universo Marvel”. ¿Y por qué si las historias de los Vengadores están integradas, Spiderman sigue aislado en su propia dimensión? Mejor no pregunto. Alguien puede inventar otro ciclo de películas redundantes para corregir esa situación.

Sección Domingo amenaza

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