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Unidos sí, uniformes no

Jesús, en la

la voz del pastor

sacerdote ÓSCAR CHAVARRÍA

Jesús, en la Última Cena , hizo la siguiente oración: “Padre, que todos sean uno para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn.17,21).

La unidad, la unión, la comunión, son palabras constantes en el mensaje bíblico y una llamada permanente para que sean una realidad entre los hombres. Sin embargo, nosotros, muchas veces, confundimos unidad con uniformidad. No es lo mismo ser unidos que ser uniformes:

En la familia hay muchos miembros: papá, mamá, hijos, suegros, abuelos… cada uno de ellos tiene su forma de ser, su carácter, sus actitudes; pero esa diversidad no tiene por qué romper con la unidad entre todos, ni la unidad tiene que anular la personalidad de cada uno.

En nuestro mundo existe diversidad de criaturas: minerales, estrellas, plantas, flores de todas formas y colores, animales, hombres… Pero esta diversidad no tiene por qué romper la unidad del universo, ni la unidad tiene por qué romper con la diversidad de cada una de las criaturas.

En nuestro cuerpo existen muchos miembros y cada uno tiene una función distinta; pero todos, aunque sean diferentes los unos a los otros, colaboran en pro de la unidad de todo el cuerpo (1Cor 12,12-20). Así también ocurre en la Iglesia, en tu comunidad, en la sociedad.

Esta es la gran lección que recibimos de San Pedro y San Pablo. Dos personajes totalmente distintos, pero unidos por una misma fe y un mismo amor: Cristo, el Señor.

PEDRO es el hombre decidido y valiente; pero, a su vez, vacilante y cobarde (Mt.26,35s). Sin embargo, PABLO es el hombre enérgico y sereno, valiente y fuerte ante todos los peligros que tiene que afrontar (2 Cor 11,23-27).

PEDRO es el trabajador humilde, pescador de Galilea, de una mediana cultura, un hombre popular (Mc. 1,16-18). Sin embargo, PABLO es el hombre culto e inteligente, discípulo de uno de los mejores maestros de su tiempo, Gamaliel (Hech.22,3).

PEDRO es hombre sin grandes dotes de gobierno; pero un gran servidor. Sin embargo, PABLO es hombre con cualidades de mando, siempre en la vanguardia y abriendo caminos.

PEDRO

es un hombre más bien apegado a sus tradiciones y leyes, como buen judío. Sin embargo, PABLO es un hombre abierto, universalista, libre de la esclavitud de la ley.

PEDRO es la piedra de la Iglesia en la que todas las comunidades cristianas se inspiran y fundamentan. Sin embargo, PABLO es el sembrador y creador infatigable de comunidades cristianas por toda la cuenca del Mediterráneo.

PEDRO es el apóstol entre los judíos que organiza también con mentalidad judía las comunidades cristianas. Sin embargo, PABLO es el apóstol de los gentiles.

La fe y el amor unen, pero no unifican ni despersonalizan. Pedro y Pablo son dos ejemplos a tener en cuenta hoy, y a mirar a la hora de construir nuestras comunidades familiares, sociales, políticas o religiosas para que la pretensión de la unidad no rompa la riqueza de la diversidad, ni la riqueza de la diversidad rompa la belleza de la unidad.

Religión y Fe

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