Por Mónica García Peralta
El 30 de julio de aquel año (1930), José Nasazzi, defensa de la selección uruguaya y capitán de la misma, después de derrotar a Argentina 4-2 fue el primer jugador que sostuvo entre sus manos el más preciado trofeo en la historia del futbol.
La Copa de la Victoria, como se llamaba en ese entonces, salió al mundo en ese Mundial, que también fue el primero. En ese año la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) abría el campo a los goles y así nació el evento más importante en este deporte.
Cuando Jules Rimet, presidente de la FIFA de esa época, entregó la copa a José Nasazzi, estalló la algarabía en Uruguay. El partido fue una total locura, el Gobierno declaró fiesta nacional y las sirenas de los barcos sonaron en los puertos, según relataron los medios impresos de entonces.
el máximo “gol”
“Soy el hombre más feliz del mundo”, exclamó Pelé en medio de los festejos que le dieron la Copa Jules Rimet a Brasil, en 1970, fue la tercera vez que los brasileños se volvían campeones y se les dio la Copa para conservarla. De Brasil desapareció para siempre.
“Teniendo la Copa del Mundo en las manos, todas las demás parecen llaveros”, dijo por su parte Xabi Alonso, cuando España derrotó a Holanda en el Mundial del 2010 pasado.
Este premio está representado en el tiempo por dos esculturas, la primera tuvo un destino lamentable: la Copa de la Victoria, más tarde nombrada Jules Rimet, fue robada y supuestamente fundida por los ladrones. Sin embargo el actual trofeo tiene ya cuarenta años de mano en mano. Pero solo seis países han podido obtenerla. Ambas constituyen un símbolo de grandeza y superioridad en este deporte.
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