Brasil sufrió el peor revés imaginable en su larga y dorada historia mundialista y en su propio país, ante un adversario superior como Alemania, que no tuvo piedad del anfitrión, al que ganó por primera vez en partido oficial para arreglar todas las venganzas por saldar.
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Brasil buscó la vía directa para tomar el camino más recto hacia Maracaná, pero se estrelló contra el muro alemán.
Tal y como sucedió en 1950 en Maracaná, el Estadio Mineirao de Belo Horizonte testificó una de sus más bochornosas páginas.
No llegará al templo futbolístico de Río de Janeiro el temido revés en un Mundial. Se quedó a un paso en el trayecto, pero a una distancia sideral en lo futbolístico.
El convencimiento de que la energía, el empuje, la historia y la condición de local bastaban para lograr el éxito mundial que se resiste desde el 2002 fue un error del que no quiso ser consciente Scolari. En cuanto encaró a un adversario con pedigrí se derrumbó.
Alemania, que disputará una final de un Mundial desde aquella de Asia en el 2002, endosó cinco goles en media hora. Cuatro en siete minutos. En una primera parte plagada de eficacia.
Brasil se había encomendado a la baja de Neymar para acrecentar el aliento sobre el rival. Sin Thiago Silva, sancionado, David Luiz encarnó el papel de líder. Antes y al inicio del partido. Hasta que a los 11 minutos Thomas Müller le dejó en evidencia para batir, desde la soledad del segundo palo, a Julio César en un córner de Toni Kroos.
En siete minutos el equipo de Low resumió el recital liderado por Kroos. Amplió la cuenta Klose, quien recogió el rechace a su primer disparo desviado por Julio César; Kroos, quien inició la jugada, anotó los dos siguientes en un abrir y cerrar de ojos. El tercero llegó de una combinación entre Sami Khedira y Philip Lahm. Después, el cuarto, con una culminación de una acción que surgió con un pase del centrocampista del Real Madrid.
Khedira se sumó a la fiesta. Mats Hummels se sumó al ataque y el madridista redondeó tras un centro corto de Mesut Ozil.
Brasil estaba desbordado. Sin capacidad de reacción, la sangría pudo ser mayor antes del descanso, pero Alemania prefirió especular, darse un descanso.
Brasil cercó a Alemania y Neuer, el mejor meta del Mundial, entró en acción para reivindicar su protagonismo y evitar que el rival asomara la cabeza. Sacó balones a Oscar, Ramires y Paulinho.
Cuando el furor local se apagó de nuevo Alemania no perdonó. Tras par de advertencias, Andre Schurrle, quien entró por Klose, marcó a pase de Lahm. En plena protesta local, incrédula ante similar sonrojo, Schurrle descubrió su momento. Afeó aún más el panorama brasileño al marcar el séptimo, de un fuerte disparo a pase de Müller.
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