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Jesús y la Iglesia en la salvación

El evangelio que la liturgia de la palabra de Dios nos propone para meditar en el Domingo XVI del Tiempo Ordinario, está tomado del Evangelio según San Mateo 13, 24-34. El texto se compone de dos partes: la primera parte corresponde a los versículos 24-35: Jesús y la gente. Tres parábolas escuetas. La segunda parte corresponde a los versículos 36-43: Jesús y los discípulos. Explicación de la parábola de la cizaña. Pongamos nuestra atención en la primera parte del texto. Jesús se dirige al pueblo por medio de parábolas. Las parábolas son pequeños relatos, hechos de forma sencilla por Jesús para trasmitir una enseñanza religiosa o moral. En los evangelios encontramos varios de estos relatos. En el texto que nos ocupa este domingo, la parábola principal es la del trigo y la cizaña. En esta parábola Jesús critica la actitud impaciente y hostil del pueblo de la Alianza que quiere anticipar el juicio de Dios.

PBRO. HERLING HERNÁNDEZ

El evangelio que la liturgia de la palabra de Dios nos propone para meditar en el Domingo XVI del Tiempo Ordinario, está tomado del Evangelio según San Mateo 13, 24-34. El texto se compone de dos partes: la primera parte corresponde a los versículos 24-35: Jesús y la gente. Tres parábolas escuetas. La segunda parte corresponde a los versículos 36-43: Jesús y los discípulos. Explicación de la parábola de la cizaña. Pongamos nuestra atención en la primera parte del texto. Jesús se dirige al pueblo por medio de parábolas. Las parábolas son pequeños relatos, hechos de forma sencilla por Jesús para trasmitir una enseñanza religiosa o moral. En los evangelios encontramos varios de estos relatos. En el texto que nos ocupa este domingo, la parábola principal es la del trigo y la cizaña. En esta parábola Jesús critica la actitud impaciente y hostil del pueblo de la Alianza que quiere anticipar el juicio de Dios.

El Reino de Dios no es un estado físico o material, que corresponda a criterios humanos. El reino de Dios que proclama Jesús desde el inicio de su vida pública (cf. Mc 1, 15; Mt 4, 17), es un estado nuevo de las cosas, es decir, la presencia misma de Dios que transforma el mundo, la vida, la historia. El reino de Dios es Jesús mismo, quien con sus palabras y obras lo hace brillar ante los hombres (cf. Lumen Gentium, 5). Jesús con su testimonio, quien vino “a servir y a dar su vida para la redención de muchos” hace posible un mundo nuevo, en donde el criterio para actuar no es la condena, sino la salvación.

Los cristianos deben servir a este Reino, instaurado por Cristo, con su muerte y resurrección, sin hacer diferencia entre buenos y malos, sino sirviendo con humildad, con sacrificio, con amor. Es ser en medio del mundo un pequeño granito de mostaza o una pequeña porción de levadura. Para quien ama su única preocupación es la salvación de los demás. San Agustín comentando esta parábola dice: “Tolera, para eso has nacido. Tolera, pues tal vez eres tolerado tú. Si siempre fuiste bueno, ten misericordia; si alguna vez fuiste malo, no lo olvides. ¿Y quién es siempre bueno? Si Dios te examinara atentamente, más fácilmente descubriría una maldad presente que esa bondad perenne que te atribuyes. Por lo tanto, ha de tolerarse la cizaña en medio del trigo, los machos cabríos en medio de las ovejas” (Sermón 47, 6).

Es importante darse cuenta que el “Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva, es decir, la llegada del reino de Dios” (cf. Lumen Gentium, 5). El juicio solo vendrá después y este solo le corresponde a Dios (cf. Rm 2, 16). La Iglesia no es la comunidad de los salvados, de los elegidos, sino el lugar donde podemos salvarnos. La Iglesia no se cierra a nadie. “La parábola del trigo y de la cizaña, no dice el papa Francisco en su Exhortación Evangelii Gaudium, grafica un aspecto importante de la evangelización que consiste en mostrar cómo el enemigo puede ocupar el espacio del Reino y causar daño con la cizaña, pero es vencido por la bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo” (Exhortación Evangelii Gaudium, 225).

Religión y Fe

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