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Trascendencia

Wally Pfister es un excelente director de fotografía. El fenómeno comercial de la trilogía de Batman, dirigida por Christopher Nolan, generó un efecto de halo que le permitió a su camarógrafo tomar la silla del director para

Por JuanCarlos Ampié

Wally Pfister es un excelente director de fotografía. El fenómeno comercial de la trilogía de Batman, dirigida por Christopher Nolan, generó un efecto de halo que le permitió a su camarógrafo tomar la silla del director para Trascendencia . No creo que vuelva a suceder. La carrera para la peor película del 2014 ya tiene una favorita de peso.

Will Caster (Johnny Depp) es una especie de científico como estrella de rock. Las investigaciones que ejecuta sobre inteligencia artificial lo tienen en el borde de un salto no solo tecnológico, sino también evolutivo.

Evelyn (Rebeca Hall), su esposa, está lista para darle el último empujón hacia la gloria. Desde los márgenes, sus colegas Joseph Tagger (Morgan Freeman) y Max Waters (Paul Bettany) observan con una mezcla de interés y preocupación. Pero el camino hacia la gloria se complica por un ejército de anarquistas luditas jefeados por Bree (Kate Mara), una científica renegada que recurre a métodos violentos para preservar el mundo natural.

Un atentado homicida deja a Will en los brazos de la mortalidad. Su único chance de sobrevivir de alguna manera es “subiendo” toda la información que aloja en su cerebro a un súpercomputador que mantendría su conciencia viva. ¿Qué puede salir mal?

Pues, todo. Y no me refiero al destino del pobre Will, convertido en una especie de fantasma atrapado en una máquina. Trascendencia se inscribe firmemente en la tradición de la ciencia ficción más reaccionaria. Los hombres y mujeres de ciencia juegan a convertirse en dioses y crear vida. Por ello, deben ser castigados.

Es una historia tan vieja como el “Frankenstein” de Mary Shelley, actualizada para las ideas más especulativas de Silicon Valley. No habría mucha tensión dramática en una historia en la que los trabajos de Will condujeran a la felicidad a toda la humanidad, pero la película se lanza al extremo opuesto.

El guión de Jack Paglen no logra justificar el giro ético de 180 grados que experimentan los “buenos” de la película. Cuando el Will virtual se convierte en un monstruo megalómano, los villanos que abren la película con una serie de grotescos atentados se convierten en la última esperanza de la humanidad. La violencia debe aplastar a la ciencia.

Johnny Depp es el anzuelo comercial. Su rostro figura prominentemente en el póster como protagonista putativo. Sin embargo, la mayor parte de su actuación es sonora. En carne y hueso o en audio, da una actuación perezosa. La película le pertenece a Rebeca Hall, quien da una actuación valiente en un papel ingrato. La inteligencia emocional de la actriz contradice las decisiones que toma su personaje.

El tratamiento se extiende a Freeman y Bettany, quien debe asumir el papel de doble de la audiencia. La pobre Kate Mara quema todo el capital que ganó en la fenomenal serie de Netflix, House of Cards . Ojalá este tropiezo no le sabotee su carrera.

En términos visuales, la película se siente cara y barata a la vez. Es como si hubieran retomado viejos elementos de la ciencia ficción de bajísimo presupuesto en la década de los cincuenta y le hubieran aplicado un barniz de modernidad.

Cuente las veces que Hall vaga evocativamente a través del pasillo blanco de su búnker subterráneo. Trate de recordar en cuántas películas ha visto zombis como los humanos “reparados” y “conectados” por Will. Ojalá los cómicos de Mistery Science Theatre 3000 estuvieran todavía activos. Harían su agosto con esta película.

Sección Domingo Fotografía

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