PBRO. GUILLERMO MARTINEZ
Estos últimos días en todas las ciudades y pueblos de Nicaragua han celebrado, se celebran y continuarán durante el resto del año, las fiestas en honor de los santos patronos.
En estas fiestas se observa la idiosincrasia propia de nuestra gente, en todas las manifestaciones culturales que les acompañan: elección de Reinas e Indias Bonitas, costumbres ancestrales de diversos orígenes (Roza del Camino, traída y dejada, encuentro de las imágenes y de los pueblos que las veneran, acogida de los peregrinos con comidas propias del tiempo y de la región, juegos de toros, hípicas, etc.).
Encontramos en estas expresiones de religiosidad una reserva, donde se han preservado traspasado generacionalmente los cantos, bailes, música, tradiciones culturales que expresan lo más esencial de nuestra nicaraguanidad: inditos e inditas, vaquitas y caciques, toro huaco, chinegros, la gigantona, el teatro religioso callejero (la Judea y las Pastorelas y la máxima expresión: El Güegüense (Patrimonio Intangible de la Humanidad).
Pero, la fiesta dedicada a celebrar el Misterio del Amor de Dios, como el culto a las imágenes del Señor doliente, de la Virgen, que han inspirado a nuestros músicos, pintores y artistas, la devoción a los Santos, ejemplos de fe y buenas costumbres.
En la devoción sencilla, ingenua y cargada de una espiritualidad que igualmente se ha transmitido oralmente y por generaciones , es donde mejor se expresa el alma profundamente preñada de espiritualidad y sentido de lo trascendente que impregna el alma de nuestros pueblos (así lo han constatado nuestros pastores en Puebla, Aparecida y finalmente el papa Francisco).
En las devociones, a través de sus cantos y bailes, de sus expresiones culturales y de los valores que les acompañan la solidaridad y acogida (pienso en las Carretas Peregrinas, el ajiaco para los visitantes las diferentes muestras de bienvenida que dan los mayordomos de las fiestas a quienes llegan). Es el pueblo fiel y santo de Dios que en la ingenuidad de su fe niña expresa, como dice Francisco, cómo ha acogido la semilla de la fe en su lengua materna, es el pueblo quien a través de su cultura y en su propia lengua manifiesta su fervor, devoción y amor a las imágenes o a los Misterios del Señor.
Lamentablemente, junto a este río impetuoso, se han adherido como lastre y elemento de corrupción, el voraz secularismo de comerciantes de las grandes compañías (no hablo aquí y no pretendo ofender a los que venden ropas, sombreros y toda clase de abalorios y comidas pues es el pueblo que encuentra aquí la oportunidad de supervivencia) que sin importarles la fe o las buenas costumbres utilizan estas fiestas para promocionar sus productos sin considerar el daño tremendo que a las mismas le infligen. Y políticos inescrupulosos que so pretexto de aportar para que el pueblo manifieste su alegría, hasta se disfrazan con un ropaje seudo religioso para aprovechar la participación del pueblo en dichas fiestas.
Gran tarea y reto para los pastores de la Iglesia de Dios, en depurar todo lo que de sincretismo religioso con el paganismo ancestral de una religiosidad natural; en separar la cizaña del trigo que ha logrado sembrar el enemigo de Dios en el campo del trigo puro de la fe del pueblo, a través de comerciantes y políticos. Me parece que los pastores actuales, obispos y párrocos, así como laicos comprometidos han entendido esto muy bien y ¡los felicito! Me consta el esfuerzo que muchos están haciendo por lograr rescatar de estos envoltorios confusos, degradantes y desagradables, la pureza, la belleza y el esplendor de la fe sencilla y pura del alma del pueblo nicaragüense.
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