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Con Dios y con el César

A un amigo comerciante le preguntaron una vez: “¿Cuál es su ocupación?”, “Soy un cristiano”, contestó. “No, no, ¿cuál es su trabajo?”, “Soy un cristiano”.

A un amigo comerciante le preguntaron una vez: “¿Cuál es su ocupación?”, “Soy un cristiano”, contestó. “No, no, ¿cuál es su trabajo?”, “Soy un cristiano”.

No, usted no entiende, dijo el periodista, ¿cómo se gana usted la vida? Mire, le respondió: “mi trabajo, a tiempo completo, es ser cristiano y además tengo un negocio y una tienda para poder vivir y pagar las facturas”. Ese hombre “daba al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

A Jesús —sus enemigos—, siempre le andaban buscando las cosquillas con preguntas comprometidas para ver si era un buen judío, si era un buen patriota, si colaboraba con los romanos, si lo podían acusar de terrorista… y le preguntan: Jesús qué opinas, ¿hay que pagar el impuesto al César? Es decir, la autoridad, los gobiernos de este mundo. A lo que Jesús responde con otra pregunta: “¿De quién es la imagen que está en las monedas y billetes que ustedes usan?” “Del César”, fue la respuesta. Por lo tanto, Dios y el César no son opciones que estén al mismo nivel.

Lo que pertenece al César es local, temporal, caduco y lleva su imagen y su inscripción; nos identificamos con esas imágenes y le pagamos nuestro tributo: en dinero, en tiempos lindos y caudalosos en propaganda, en ropas… Son nuestras lealtades a las cosas que pasan, a los césares del momento, a las modas, a los partidos políticos y todos nos piden un impuesto.

Jesús no quiere entrar en ese juego, no quiere caer en la trampa de las pequeñas lealtades de lo temporal y caduco. Dios no es temporal sino eterno, de un lugar o nación sino universal, no pasa como las monedas, permanece siempre, no cambia cada cuatro años como los gobiernos, Dios es siempre. La imagen de Dios no está grabada en una moneda. La imagen de Dios está grabada en el corazón.

“Den a Dios lo que es de Dios”. Aquí es donde se sitúa el mensaje de Jesús, en Dios su Padre. Jesús no vino a resolver pleitos, ni a ser el juez de los negocios humanos, vino a hacernos partícipes del negocio de Dios: la vida divina.

Jesús nos pregunta hoy, ¿quién lleva la imagen de Dios? ¿Quién fue hecho a imagen de Dios? Nosotros somos esos: todo ser humano es imagen de Dios. Nosotros somos, por decirlo de alguna manera, la moneda que Dios hizo y que lleva grabada su imagen.

Si al Cesar le pertenecía a Roma por llevar su imagen, todo hombre por llevar la imagen de Dios le pertenece a Él. ¿Has caído en cuenta de que llevas grabada la imagen de Dios y que has sido creado a su imagen y semejanza? Y la inscripción en torno a esa imagen dice; “Tú eres mi hijo, te quiero”. Todos somos imagen de Dios, no somos imagen de ningún César. “Den a Dios lo que es de Dios”. Nosotros, los portadores de la imagen de Dios, debemos total lealtad y obediencia a Dios, no al César. “Den a Dios lo que es de Dios”.

¿Qué le puedo dar a Dios? Nada y todo. Dios no necesita ninguna de las cosas que nos piden los césares de este mundo: no necesita voto, ni aplausos, ni regalos, ni pago de impuestos…

Religión y Fe César Dios Opinion religión

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COMENTARIOS

  1. Ricardo Martinez
    Hace 10 años

    “Consiso y claro,” gracias Pbro Chavarria. Ojala el mundo viviera de esa manera!!

    1. Francisco Rivera
      Hace 10 años

      Excelente Reflexión Padre. Lo felicito, siempre leo sus escritos.

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