En las frescas madrugadas decembrinas de las comarcas y de los pueblos de la Meseta se escucha el sonido profundo y ronco de centenarios caracoles y cuernos de vaca, el cascabeleo de las panderetas, el silbar de los pitos y el alegre repique de las campanas llamando a los rezos y misas del Niño Dios.
Por los caminos comarcales y las calles de los pueblos desfilan alegres los niños, trayendo pequeñas imágenes de José y María, a lomo de la burrita, desde la casa que en la noche anterior recibieran posada hacia la Ermita comarcal o hacia la iglesia parroquial. Saborean con deleite el atol caliente con pancitos y dulces que le brindó la familia que acogió simbólicamente a la peregrina familia en su caminar hacia el pesebre de la Natividad.
Madrugadas navideñas de cielos luminosos, refulgentes de estrellas, como lo fue el cielo de Belén, el amanecer en que nació Jesús.
No hay en la rural natividad nicaragüense, nada de imitación de nórdica nieve, ni leyendas de mercadotecnia con renos y trineos voladores, duendes fabricantes de juguetes y un santa Klaus, que solo conserva el nombre del Obispo Nicolás, quien según la tradición distribuía obsequios en ocasión de Navidad.
Aquellas caracolas suenan a cultura y tradición nicaragüense, a celebración de la Fe cristiana, jubilosa por la conmemoración del nacimiento del Mesías. Son el campo y las pequeñas ciudades y pueblos de Nicaragua el reservorio de nuestra cultura y semilla de la originalidad nicaragüense que nos puede permitir reafirmar nuestra identidad particular en un mundo globalizante, en el cual para ser exitoso, tenemos que ser alguien, y ese alguien vive con vigor en nuestros caminos rurales y barrios de pequeñas ciudades. Islotes de reserva cultural sobrevivientes al tsunami de la transculturación, aun cuando no lo parezca, al visitar los Centros Comerciales citadinos, plagados de decoraciones basados en imitaciones de nieve, pesados abrigos y gorros para el frío polar, árboles de plástico, copia de bosques boreales, todas ellas exóticas e inexistentes imágenes en el trópico nicaragüense o en el Oriente de Belén.
Nuestras familias y niños urbanos parecen estar sucumbiendo ante la influencia secularizante de la parodia de la Navidad creada por los estudios de cine y la mercadotecnia de las grandes transnacionales. En esa Navidad lo importante son los regalos y la opípara cena de caros ingredientes, un excelente motivo de incrementar exponencialmente el consumo basado en una leyenda creada con propósito de promover las ventas y que se ha apoderado de la mente y creencias de los niños y familias urbanas contemporáneas.
Pocos niños urbanos saben que la Navidad es la conmemoración del nacimiento del Mesías, del nacimiento del amor, un sublime momento espiritual de la unión de lo humano y lo divino. El sentido cristiano. ¡Lo que ellos esperan es a Santa con sus renos voladores cargado de regalos!
La historia de la Navidad es sencilla: María, con fe, acepta concebir a Jesús, el hijo de Dios; con su esposo José viajan a Belén, adonde no encuentran posada, teniendo que alojarse en un pesebre, en el cual nace el Niño Dios. Los ángeles anuncian el hecho a los pastores: “Hoy ha nacido el Salvador. Gloria a Dios en las Alturas y en la Tierra Paz a las personas de Buena Voluntad”. Es el nacimiento del mensaje de amor y salvación, de ternura para la convivencia humana, de igualdad en dignidad para todos los seres humanos. El Señor proclama que ha nacido para traer la paz que nace desde el corazón y debe reinar en la sociedad humana. Un ideal que desde entonces orienta a la humanidad cristiana. No se puede comprar en Centros Comerciales. Solo se puede regalar con la entrega de amor de cada persona.
Es lo que anuncian las caracolas del Niño Dios y aun lo celebran humildemente y con Fe muchos nicaragüenses Y si le cuesta creerlo, dese una vuelta madrugadora por las comarcas de Pochotillo o el Coyolar, o las calles de Diriomo, Diriá y otros pueblos de la Meseta, solo para citar ejemplos de algunos lugares de los múltiples de nuestro país en que se celebra el nacimiento del amor. El autor es sociólogo
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A