14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Queremos gente que se dé la mano

Uno de los signos más significativos de Jesús fue dar por todas partes su mano a toda persona que sufría y rescatarle la vida y volverlo a humanizar. Una de las facetas más destacadas de Jesús fue su cercanía con los enfermos y con todos aquellos que sentían su vida amenazada.

Uno de los signos más significativos de Jesús fue dar por todas partes su mano a toda persona que sufría y rescatarle la vida y volverlo a humanizar. Una de las facetas más destacadas de Jesús fue su cercanía con los enfermos y con todos aquellos que sentían su vida amenazada.

Él se acerca a los enfermos, no como un médico que desea resolverle sus problemas físicos ni, mucho menos, como un curandero, sino que se acerca a los enfermos porque quiere hacerles sentir que Dios ama a los hombres y su enfermedad no es castigo alguno de Él, ni por su pecado o el de sus padres (Jn.9,3) ni mucho menos una prueba que manda a los que ama.

Los sana porque quiere liberarlos de las esclavitudes en las que se ven atados y “levantarlos” de sus caídas, como lo hizo con la suegra de Pedro (Mc.1,31). Porque quiere que sientan que Dios no es un verdugo que se las cobra y los maldice, sino que es el Padre cercano, débil con los débiles y quiere hacerles ver que, en todo caso, quien los margina es la sociedad pero nunca Dios, el Padre bueno. Quiere devolverles la esperanza y la dignidad e infundirles vida, seguridad, confianza en sí mismos.

En ese tiempo, el enfermo era considerado como una persona rechazada por Dios y por la sociedad: Se creía que la enfermedad era la manifestación del castigo y maldición de Dios. Era Yahvé quien rechazaba al enfermo y le abandonaba a su mala existencia en castigo por su pecado. Todo enfermo era, pues, sospechoso de pecado (Jn.9,2); era como un maldito de Dios. El mismo enfermo cargaba sobre sí de su complejo de culpabilidad y esta forma de pensar hacía que el enfermo fuera rechazado por la sociedad.

Aún hoy, en el siglo XXI, mucha gente sigue pensando como en aquellos tiempos; aún hoy mucha gente cree que la enfermedad es un “castigo de Dios.” El lenguaje pseudoreligioso, utilizado hoy alrededor de la enfermedad y de los enfermos por muchos cristianos, se parece en mucho al lenguaje de la gente en tiempos de Jesús.

Aún hoy, Jesús se acerca a los enfermos haciéndose uno de ellos y devolviéndoles de nuevo a la vida. El Papa Francisco, comparte que: “Jesús es como nosotros. Jesús vivió como nosotros… Es igual a nosotros. Jesús va delante nuestro siempre y cuando nosotros pasamos por alguna cruz, él pasó primero… Por eso, Él es capaz de entendernos. Se hizo igual en todo a nosotros. Por eso tenemos un Señor que es capaz de llorar con nosotros, que es capaz de acompañarnos en los momentos más difíciles de la vida.”

Nuestro mundo es, en verdad, un gran hospital en el que estamos, muchas veces sin saberlo, enfermos del alma o del cuerpo, social, económica o religiosamente hablando. Todos sentimos nuestras limitaciones, el aguijón de la enfermedad, la angustia, el estrés… y que nuestra vida se ve amenazada, seamos niños, jóvenes o adultos.

Por eso: Todos estamos llamados a ser como Jesús, gente que damos la mano al hermano que sufre, gente capaz de devolverle amor y esperanza a quien ningún sentido le ve a la vida. Todos necesitamos de esa mano amiga que nos devuelva un poco de luz y esperanza precisamente en los momentos débiles que sentimos. Ante este gran hospital del mundo en el que estamos metidos, no puede faltar una medicina esencial para poder sanar y sanarnos, como es la verdadera solidaridad.

Solo la verdadera solidaridad será capaz de humanizar y humanizarnos, como lo hacía Jesús; haciendo sentir que sí hay quien nos brinda su amor en los momentos difíciles de la enfermedad. De devolver y devolvernos la fe que nos salva (Mc.10,52). Que pueda decir: “Señor, sé que esto te duele como a mí y más que a mí; sé que tú me acompañas y me apoyas, aunque no te sienta…”, ese día el Dios de Jesús recuperará para nosotros su verdadero rostro… A lo mejor ese día comprenderemos una de las mejores definiciones que se han dado de Dios: “el gran compañero, el que sufre con nosotros y nos comprende”.

Religión y Fe Fe religión

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí