14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Sentir a Dios

La Palabra resalta este domingo dos figuras bíblicas muy representativas para nosotros, del Antiguo Testamento la de Abraham nuestro padre en la fe y la del Nuevo Testamento la de Nuestro Señor Jesucristo.

La Palabra resalta este domingo dos figuras bíblicas muy representativas para nosotros, del Antiguo Testamento la de Abraham nuestro padre en la fe y la del Nuevo Testamento la de Nuestro Señor Jesucristo.

Abraham había sido probado por Dios en otras ocasiones, pero nunca se le había pedido tanto como ahora. Si antes se le exigió renunciar a su pasado, abandonar su tierra y su familia para salir en busca de la tierra prometida, ahora se le exige renunciar a su futuro, y no comprende cómo van a cumplirse las promesas de llegar a ser padre de un pueblo numeroso si ahora ha de sacrificar a su único hijo.

Abraham, sin hacer cuestión de la palabra de Dios, se dispone a cumplirla hasta las últimas consecuencias. Ha superado la prueba. Dios exige ciertamente que el hombre esté dispuesto a los mayores sacrificios y no se reserve nada cuando es Él quien se lo pide; pero no quiere que el hombre exprese tal disposición de ánimo con la tremenda crueldad de los sacrificios humanos, pues él es un Dios misericordioso.

No es la destrucción del hombre lo que enaltece la grandeza de Dios, sino todo lo contrario: la salvación del hombre. El paralelismo entre lo sucedido en el monte Moria y lo que sucedería más tarde en el monte Calvario no se funda en detalles exteriores —Isaac lleva sobre sus hombros el fajo de leña y Jesús llevará sobre los suyos la cruz—, sino en la obediencia de Abraham y en la confianza de Isaac que encontrarían en Jesús la más perfecta realización.

¡Qué bien se está aquí! Cuando sentimos dentro de nosotros el amor de Dios y contemplamos su grandeza corremos el peligro de quedarnos ahí, sin salir al encuentro del hermano. La Cuaresma, decíamos el Miércoles de Ceniza, es encuentro con Dios y con el hermano. La tentación de “hacer tres tiendas” está siempre presente. Es curioso que el hombre se preocupe siempre por construirle una casa a Dios, cuando el mismo Dios ha bajado a la tierra para vivir en los corazones de los hombres.

Bajemos con Jesús de la montaña para vivir en la llanura de cada día, acompañando al pobre, al migrante, al enfermo, al anciano solo, a la madre desgarrada por el dolor, al huérfano que aún llora la muerte de sus padres…

La resurrección de Jesús es la gran buena noticia para toda la humanidad, porque le da un sentido nuevo a nuestras vidas. Procuremos no olvidarlo en este camino cuaresmal, que no es, ni más ni menos, que una imagen del camino de nuestra propia vida.

Religión y Fe

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí