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Necesitamos una buena poda

Los amantes de plantas y de árboles, sobre todo de los frutales, saben muy bien que podarlos es un trabajo necesario y que, no solamente consiste en quitar las ramas superfluas, sino en facilitar su desarrollo y productividad.

Los amantes de plantas y de árboles, sobre todo de los frutales, saben muy bien que podarlos es un trabajo necesario y que, no solamente consiste en quitar las ramas superfluas, sino en facilitar su desarrollo y productividad. La poda es necesaria para la vida del árbol y para una vida de abundantes frutos.

También nuestra vida está llamada a desarrollarse y dar abundantes frutos. Como todo árbol, nuestra vida necesita también ser cuidada, regada y podarla. A través de nuestro caminar por este mundo nos llenamos de muchas cosas inútiles: riquezas y apariencias que no lo son todo para la vida; inquietudes y miedos que no nos dejan vivir en paz; resentimientos, ira y enojos que envenenan la mente y el corazón; deseos y frustraciones; trabajos y compromisos que nos agobian; costumbres y hábitos que nos estorban. Si somos sinceros, sabemos que necesitamos una buena poda que nos quite todo ramaje inútil que nos estorbe para crecer.

Echar por tierra toda esa hojarasca que nos pesa y no nos deja caminar en libertad. Cortar todo cuanto nos impide crecer y dar los frutos que, en verdad, podemos y debemos dar. Necesitamos podar nuestra vida para poder dar ese fruto que nos pide Jesús (Jn.15,2). Él sabe perfectamente cuales son las ramas inútiles que no nos dejan crecer y no puede ser otro que Jesús y su Palabra: “Ustedes están limpios por la palabra que les he dicho” (Jn.15,3).

La palabra de Jesús, como nos dice San Pablo, “es útil para enseñar, para rebatir, para corregir, para guiar en el bien” (2Tim 3,16). Por eso, nos invita a “permanezcan en mí y yo en ustedes”. Cuando Jesús y su palabra se hacen vida de nuestra vida y le seguimos con el corazón abierto (Jn.15,4), nuestra vida produce frutos abundantes y nos cambia en hombres verdaderamente nuevos (Jn.15,5).

Jesús y su Palabra es la poda que: nos corrige y transformar, nos limpia de todo ramaje inútil y dañino, nos purifica y hace crecer, nos rejuvenece y vigoriza, nos hace producir abundantes y buenos frutos y nos pone en camino para construir, como hombres nuevos, el reino del Padre. Toda poda cuesta porque es romper con algo de nosotros mismos; pero la poda, aunque cueste y duela es para bien de nuestra misma vida.

Es por eso necesario vivir en comunión con Jesús y su palabra (Jn.15,4). Que se hagan cuerpo en nuestro cuerpo y vida en nuestra vida y, así poder continuar la poda que nos purifica, nos hace crecer y madurar con frutos abundantes y sabrosos (Jn.15,8). El mismo Jesús nos dice, la única manera de saber qué clase de cristianos somos es por los frutos que producimos (Mt.7,16).

Por eso, cuando vivimos con Jesús y su palabra, haciéndonos verdaderos discípulos suyos (Jn.15,8), producimos abundantes frutos y nuestra vida es verdadero testimonio de la gloria de Dios (Jn.15,8).

Religión y Fe

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