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Cartas al Director Hablemos de la unidad

La triste lección que nos deja la injusta historia de 160 años de vida política en Nicaragua, de los partidos políticos que han llegado al poder como el Partido Conservador, el Partido Liberal con todas sus variantes y en los últimos 36 años el partido supuesto de izquierda FSLN

Hablemos de la unidad

Es muy interesante la actividad que se ha venido observando en grupos de jóvenes, adultos y hasta algunos señores de la tercera edad, que con gran entusiasmo han venido trabajando en la idea de una unidad nacional. Ya están firmando compromisos serios entre varias organizaciones dirigidas por ciudadanos que han demostrado buena voluntad, honestidad y respeto a los derechos de participación abierta de toda persona que desee contribuir a esta gran unidad, factores sumamente importantes para ganarse la confianza de nuestro soberano, el pueblo, a quien el buen político está obligado moralmente a servir, sobre todo los más pobres, que han experimentado la mala experiencia de haber sido engañados y abandonados a su suerte por prácticamente todos los gobiernos, desde que Nicaragua tuvo su primer presidente, Fruto Chamorro Pérez, del Partido Conservador en 1854.

La triste lección que nos deja la injusta historia de 160 años de vida política en Nicaragua, de los partidos políticos que han llegado al poder como el Partido Conservador, el Partido Liberal con todas sus variantes y en los últimos 36 años el partido supuesto de izquierda FSLN, todos sin excepción han gobernado para sus propios intereses y de una clase privilegiada allegada a ellos y el pueblo, y sobre todo, el pueblo pobre nunca ha visto la luz del sol y no es posible que a un siglo y medio de distancia tengamos casi un cuarenta por ciento de la población viviendo en mamarrachos que parecen tugurios y subsistiendo con menos de dos dólares al día una familia completa en el área rural y las favelas nicaragüenses de los barrios marginados en las ciudades.

La gran preocupación del pueblo es que mientras se mantenga este esquema de partidos, cada uno con sus propias banderas y correligionarios o militantes, no habrá ninguna esperanza para que la población más vulnerable mejore significativamente sus condiciones de vida y se integre activamente a las actividades económicas del país porque los partidos también forman gobiernos excluyentes.

Lo ideal sería que no existieran partidos, ni rojos, ni verdes, ni rojinegro, ni salmón, y fuese un solo partido con la bandera azul y blanco, un partido del pueblo donde el elector elija a los mejores hijos de la patria, y la verdad es que no sabemos si en elecciones generales existe esta opción o modalidad en el mundo, pero sí sé que existe en Canadá, en las municipales que son elecciones no partidarias, y cada cuatro años en el municipio o ciudad correspondiente los ciudadanos escogen y votan por el mejor programa y no por un partido.

Por una Nicaragua con un sistema justo donde el pueblo pueda votar por un programa y por los mejores hijos de la patria y no por un partido.

Erasmo Medina

El aborto, papa Francisco y Nicaragua

Recientemente, el papa Francisco autorizó mediante un decreto que el año santo de la Misericordia 2016, todo sacerdote católico esté facultado para perdonar el pecado de excomunión latae sentientiae que cometen quienes se practican el aborto. Dicha medida está enmarcada en la hermosa propuesta de renovación de la Iglesia que se ha propuesto Francisco desde que llegó al solio de Pedro en marzo de 2013.

Sin embargo, el papa va más allá. Pide a los sacerdotes que absuelvan el pecado del aborto a las mujeres, y les pide aconsejarlas y acercarse a ellas con misericordia. “Pienso, de forma especial en las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esta decisión. Sé que es drama existencial y moral”, escribe con ternura Francisco a las mujeres que han abortado.
Con dichos gestos Francisco desea que nadie se sienta excluido de la Iglesia por alguna razón. La Iglesia, que es madre y maestra, debe acompañar a sus hijos, y el papa así lo ha venido pidiendo en temas tan polémicos como este, o como en el caso de los divorciados vueltos a casar o con las minorías sexuales.

Sin embargo, que el papa Francisco tenga estos gestos hermosos hacia hermanos que antes eran alejados “ipso facto” de la Iglesia por estos errores, no significa que la doctrina del Evangelio sobre la defensa de la vida haya cambiado.

En efecto, también el actual santo padre ha condenado con dureza el aborto, por considerarlo parte de la cultura del descarte. En el numeral 214 de su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio, Francisco escribe sobre el aborto: “Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.

Como se dice en Nicaragua, “más claro no canta un gallo”. Más aún, en su más reciente encíclica, titulada Alabado seas, el papa latinoamericano reafirma nuevamente esta tesis, diciendo: “No parece factible un camino educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos e inoportunos, si no se protege al embrión humano aunque su llegada causa molestias y dificultades”.

Traigo este tema a colación porque nuevamente organismos y personas pretenden iniciar una campaña a favor del aborto. Bajo un lenguaje “bonito”, pretenden imponer la cultura de la muerte contra los más indefensos. Lo más lamentable es que su eslogan reza “salvar vidas” y “ser héroes”; pero la verdad pregunto: ¿Es heroico quitar la vida de un indefenso? ¿Salvar vidas es provocar traumas profundos e irreparables en la mente, conciencia y alma de las mujeres?

¿Para salvar a una mujer es necesario el aborto? No. Las cifras hablan: Mientras en 2005 el Ministerio de Salud informó que la tasa de muertes maternas era de 86.47 por cada 100,000 niños nacidos. En 2012 se redujo a 50.6 mujeres por cada 100,000 nacimientos. Yo les pregunto ¿quién miente?

Israel González Espinoza

El dios de la tecnología

En nuestras vidas hay unos nuevos invitados que trasvasan nuestros intereses más sinceros hacia unos dispositivos que no sienten emociones pero que recogen ávidamente la intimidad de sus usuarios como haciendo acopio de cada vida en un registro intensivo de lo que somos y hacemos día a día y hasta minuto a minuto. Estos aparatos llamados inteligentes saben la fecha de nuestro cumpleaños y hasta dónde pensamos celebrarlo, saben de la cercanía de cuántos entran en contacto con nosotros y nos avisan de eventos importantes que quedan más en sus memorias que en las nuestras y todo para hacernos, supuestamente, la vida más fácil

Aunque pocos se han parado a pensar qué entraño el hecho de que toda esta información pase a unos extraños que puedan, más adelante, hacer de cada persona un elemento a estudiar, según la psicología, la religión y las tendencias políticas propias, para clasificarnos en diversas categorías cuando se implante el nuevo orden mundial. El microchip controlador anunciado por el Apocalipsis sería casi inútil si no fuera porque actuará como receptor de ondas de radiofrecuencia emitidas desde superordenadores para disgregar nuestro pensamiento y debilitar nuestra voluntad (de ahí la advertencia divina de no acoger estos dispositivos anticrísticos en nuestro cuerpo bajo la pena de ser separados de Dios para siempre).

La nueva tecnología tiene la capacidad de extraernos toda la información más personal a cambio de ofrecernos la satisfacción de ser parte de los nuevos tiempos, escondiéndonos la otra realidad: la de darnos a conocer a unos desconocidos que graban hasta nuestro último dato, ya sea a través del voto en un video de Youtube, de la suscripción a una determinada web… del espionaje del correo personal/llamadas telefónicas, de las fotos y características de los conocidos en las redes sociales, de la grabación de imágenes y voz desde electrodomésticos inteligentes y ordenadores, sin que nadie nos proteja de esta acción invasiva.

Antes, la máxima intimidad se daba entre el alma y Dios, en una relación de ida y vuelta en la que cada uno comunicaba al otro lo que le era propio. Si Dios daba ánimo en la flaqueza, amor en el desengaño y confianza ante el error, ahora la tecnología graba impertérrita el dolor del que se acusa y no tiene misericordia ante el que permanece ausente. El dios de la tecnología ha llegado y el hombre se ha postrado ante él sin pedirle nada a cambio, solo que le haga un poco más fácil la vida siendo su segundo cerebro, aunque tenga que pagar un alto precio: el de la despersonalización de las relaciones humanas y espirituales, dejándolas bajo mínimos.

Eva Catalán

Cartas al Director

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