Érase una vez un limón. Creció en las tierras repletas de oro no exploradas y echó raíces en la propiedad de don Félix Alduín allá por 1930, cuenta ahora su nieto Justo Alduín. La tradición oral del pueblo minero repite esa historia, que los “Alduines” eran dueños de grandes extensiones de tierra del municipio Larreynaga, conocido como Malpaisillo y que se llamó “Limón” gracias a un árbol que dio su fruto sobre las primeras vetas del mineral, “donde es ahora el patio de almacenamiento de broza, pero antes eran rodeos del ganado de mi abuelo. Ahí encontraron el oro y el árbol”, dice Alduín, de 50 años. Aquí hoy se erige un pueblo minero de 11,000 habitantes, que existe gracias al oro que se sigue extrayendo de esas profundidades, aún ocho décadas más tarde.
Según su nieto, don Félix Alduín era un campesino y dueño de ganado de la zona que “entendía de oro. Sabía dónde estaba, tenía olfato para eso”. “Vino entonces un güirisero de Limay, donde ya se estaba sacando oro desde antes. Ese güirisero era Anastasio Castellón, quien le pidió al abuelo que lo llevara donde había veta. Cuando encontraron el oro, Castellón llevó las muestras a su pueblo y vieron que pagaba bien, de ahí se aliaron con el hondureño Donald Spencer”, cuenta Alduín, quien también trabajó dentro de la mina treinta años, hasta el año pasado.
Este vecindario comprende tres comunidades: El Limón es el centro, Santa Pancha, a cinco kilómetros, y Minvah, buscando la salida del pueblo. Tiene un clima denso, uno de los más cálidos de León. Y cuando todavía no rugía el gran molino que tritura la “broza” para extraer granito a granito el oro, don Félix y sus socios exprimían la roca a punta de fuerza, de pico y pala, lo cargaban en carretas, eso dice Alduín, quien escuchó la historia de boca de su padre.
El abuelo de este hombre, también minero, se convirtió en millonario “rapidísimo”. “Pero después lo de mi abuelo quedó en nada, porque el viejito era analfabeto, dicen que sacaba el dineral en unos sombreros y en carreta lo iban a traer porque pasaba hasta ocho días bebiendo guaro. Los otros no, ellos hicieron reales y se fueron. Ya la otra parte no sé cómo vino a quedar en manos de toda esta gente. Ellos se aliaron con gringos, ya llegaron a ser camiones y maquinaria y ahí empezó todo”, comenta el que se dice descendiente del “primerito” que llegó a esta mina.
En estos últimos meses el poblado, ubicado a 147 kilómetros de la capital, es conocido no tanto por el oro que produce, sino por ser un caldero de ánimos entrecruzados. La mayoría de mineros no están entrando a los huecos, los niños no están yendo a los colegios y las mujeres se han levantado en contra de la presencia policial que vigila cada esquina, cada entrada y cada rostro de este pueblo. Esta es la historia del oficialmente bautizado pueblo: Mina El Limón.
Peores conflictos en la mina
1990: Primera venta de la concesión durante el gobierno de Violeta Barrios. Huelga extensa que deriva en el cierre temporal de la mina.
2002: La mina vuelve a cerrar por protestas y huelgas durante todo el año. El sindicato Pedro Roque Blandón demandaba aumentos de salario, bonificaciones y no más sindicatos. La empresa despidió a todos los huelguistas.
2005: El sindicato Pedro Roque demanda nuevo convenio colectivo. Inician tranques y huelgas escalonadas. 2006: Comienzan los disturbios y protestas y la mina cierra temporalmente por solicitud de reintegro a trabajadores despedidos.
2008: Una nueva huelga producto de la reducción de dos horas laborales. Los trabajadores se quejaban de que esto les iba a afectar sus salarios.
2010: Nueva protesta por reintegro de trabajadores.
2015: La empresa minera despide a sindicalistas, lo que inicia una huelga y ola de violencia.
Herencia de otras minas
La historia del árbol de limón —que ya no existe y que no se sabe si alguna vez existió— es reproducida por los pobladores de la mina, sin embargo, para el historiador e investigador social Manuel Noguera, originario de León, esta es nada más una leyenda, “que es importante y bonita conocer”, pero que no corresponde con los orígenes de Mina El Limón. En sus estudios sobre Malpaisillo y estas comarcas de León, Noguera encontró que Mina El Limón tiene antecedentes históricos únicos, “porque está ligada a la anterior Mina de La India, ubicada en Santa Rosa del Peñón, que por esos años (1930) era una de las mayores productoras de Nicaragua y la había situado en el mapa mundial de la producción de oro”, cuenta Noguera.
Según este historiador, los primeros pobladores de Mina El Limón provenían de La India, una mina artesanal que había quedado abandonada después de un conflicto con el gobierno de Somoza. Asegura Noguera, que el primer Somoza mandó a ametrallar ese pueblo con aviones, porque la población se “levantó en contra de Enoc Aguado, con quejas sobre las filtraciones de aguas calientes que salían del subsuelo en esa época. Esas familias que quedaron se trasladaron a Mina El Limón. Y los propietarios de entonces eran don Filiberto y Sebastián Poveda, descendientes del gobernador de Nicaragua, eran dueños de fincas de miles de hectáreas. Y ellos fueron los que vendieron la propiedad a Donald Spencer”, afirma.
Lo cierto es que ahí, con árbol de limón o no plantado en esas tierras, empezó a crecer la producción minera. A partir de 1941 y durante toda la dictadura somocista, la mina estuvo en manos de norteamericanos e ingleses. De hecho, según datos de la Cámara Minera de Nicaragua (Caminic), en los años cuarenta la producción minera representó más del sesenta por ciento del total de las exportaciones e incluso Nicaragua logró alcanzar el puesto 14 como productor de oro en el mundo.
Los lugareños de ahora aún recuerdan esa prosperidad y en particular a unos dueños “gringos” que llegaron con una empresa llamada Septentrión. “Es que eran buenos administradores y eran bondadosos con el trabajador. Uno llegaba donde los yanquis y las puertas siempre estaban abiertas, regalaban el diesel por galones o lo que uno les pidiera, que ellos no necesitaran. Y aunque no habían adoquinado, se miraba que entraba dinero”, recuerda Simeón Rivas, quien compró un terreno después de que se mudó de Estelí, pagó 1,500 córdobas de la época por él y tiene treinta años viviendo en El Limón.
Mina El Limón pasó a ser parte de las arcas estatales después de la expulsión de Anastasio Somoza Debayle en 1979. Al nacionalizarse la mina se llamó Complejo Minero Francisco Meza Rojas, en honor a un estudiante que combatió durante la insurrección. Según Noguera, la producción de Mina El Limón tuvo un papel importante para el triunfo de la guerra, dice él que “de ahí se sacaron dos lingotes de oro que se tenían de reserva y eso sirvió para la liberación de Nicaragua y de León, los lingotes fueron enviados a Venezuela para conseguir armamento y con ese dinero lograron darle empuje a la revolución y tomar León como primer pueblo liberado”, asegura el historiador.
Más tarde, al terminar la revolución, la producción minera fue concedida por el Gobierno a empresas canadienses como Tritón Minera (nombre que conserva hasta hoy). Le sucedieron otras como Central Sun, hasta la actual concesionaria, B2Gold.
El Limón de hoy
El empalme y el pueblo de Mina El Limón están separados por unos treinta kilómetros. El trecho empieza en adoquinado, que luego se convierte en camino de tierra, pero un poco antes de llegar a la comunidad de Minvah empieza de nuevo la calle de adoquines. En el trayecto se observan rocas anaranjadas y brillantes, llenas de minerales que sobresalen bajo los matorrales. Y al llegar al pueblo un carrito de mina antiguo clavado en la entrada anuncia que se ha llegado a un pueblo minero.
Esta es la escena pacífica que se percibe al entrar a Mina El Limón. Solo que desde hace meses la escena varió un poco. Entre empalme y trayecto resaltan los uniformes policiales y de antimotines. Los pobladores aseguran que se vive un clima pesado y todo por los recientes disturbios que ha tenido pueblo minero contra la empresa canadiense. Los mineros, principalmente los dirigentes del sindicato Pedro Roque Blandón, formado durante los años ochenta, demandan el cumplimiento del convenio colectivo y la libertad de al menos tres compañeros de mina que están presos y en proceso judicial.
La calle principal adoquinada va rodeando un caserío y en estos días se llena de mujeres que marchan vestidas de negro, con paraguas, si les cae la brisa, y con carteles exigiendo que se vaya la presencia policial que ellos consideran como “un estado de sitio”. “Porque este es un pueblo tomado por la Policía, que nos ha quitado la paz. No nos sentimos seguros, porque ellos nos agreden y los trabajadores quieren dialogar, pero nadie está resolviendo esto”, condena doña Mirna, quien no quiere revelar su apellido. Esta es una señora de 55 años originaria de Estelí quien se fue a la mina detrás de su marido minero, pero ahora sobrevive de las remesas que le envía una hija y de la elaboración de flores artificiales que vende en ocasiones especiales.
Otra de las calles adoquinadas conduce al portón principal de la mina, lugar donde un molino funciona como corazón que bombea, no sangre, sino dinero a este pueblo. El adoquinado sigue rodeando las casas, algunas muy bien edificadas y otras que se levantan con cuatro pilares y láminas de zinc por paredes o bien construidas de “minifalda”. Luego, cuando termina el adoquinado entre una y otra calle, el resto de los caminos están llenos de piedras, son calles deformes con más piedras brillantes incrustadas de cuarzo y otros minerales.
Hay cerca de cuarenta pulperías, algunos bares y dos pequeños hoteles. También hay colegio y preescolar, centro de salud, una iglesia católica ubicada en una de las cumbres del pueblo y alrededor de nueve templos evangélicos. En el centro del parque, recientemente construido, se levanta la figura de un minero con su casco y herramientas en mano. En una de esas calles principales hay una casa que encierra un cuarto oscuro, donde un grupo de hombres ahuyenta el calor con un viejo aire acondicionado. Es la oficina del sindicato Pedro Roque Blandón, donde los dirigentes de 120 hombres se reúnen en camisolas y shorts porque este día, al igual que toda la semana, no se metieron a la mina a trabajar: están enojados.
Y no solo ellos están enojados. Doña Mirna y las demás mujeres del pueblo han demostrado su carácter bravo, “pero no es que nosotros seamos delincuentes, aquí no somos cuatro vagos, como dijo Rosario Murillo. Somos un pueblo unido que ha aprendido a defender nuestros derechos. Somos gente buena que recibimos al que visita con cariño, pero no nos vamos a dejar porque sabemos que este pueblo merece que se le reconozca el riesgo que se corre debajo de esa tierra”.
La empresa minera actual
Mina El Limón constituye el 95 por ciento del interés de la empresa minera B2Gold, según su sitio web.
A la fecha la explotación minera de esta zona ha producido aproximadamente 3 millones de onzas de oro. Las proyecciones para este año se estiman entre 55,000 y 65,000 onzas de oro.
Con respecto al conflicto actual, la empresa ha dicho que normalizó labores desde el pasado 19 de octubre, aseguró su gerente general Pablo Venturo Díaz ese día.
Además este viernes durante una conferencia de prensa declaró que 95 por ciento de los 800 trabajadores han atendido el llamado a reintegrarse a sus labores.
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