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Cartas al Director

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Padre Odorico, un santo contemporáneo

Nacido en Montorio Al Vómano Téramo, Italia, el 5 de marzo de 1916, y fallecido físicamente en Matagalpa, Nicaragua, a los 74 años de edad, el 22 de marzo de 1990, el padre Odorico D’Andrea es hoy considerado y reconocido como santo por miles de creyentes que habiéndole conocido, valoramos sus virtudes heroicas, sus valores, su destacada humildad y su sin par entrega al servicio de la sociedad, del pueblo, del mundo, de “la gente”. También le valoran y con igual o mayor convicción las cantidades de peregrinos procedentes de diferentes lugares de nuestra Nicaragua.

Hoy, 22 de marzo, cumple 26 años de fallecido, “de regreso al Creador”. Permaneció 16 años en su tumba y al ser exhumado, su cuerpo fue encontrado intacto, no fue afectado por la corrupción. Su cuerpo descansa desde entonces en un sarcófago, en el Santuario de El Tepeyac, San Rafael del Norte.

El padre Odorico permaneció con nosotros en San Rafael del Norte 36 años, desde 1954 hasta 1990.

Fue un verdadero líder, un guía, un incansable luchador que supo convertir en realidad sus sueños desde recién venido hasta su último momento en que amorosamente, como siempre, se despidió de este pueblo en su viaje final.

Procedente de Europa, de una cultura diferente a la nuestra, no vino como conquistador, sino, todo lo contrario: ¡vino y vivió como servidor!

Llevó a cabo, puso en práctica entre los obreros, innovaciones, nuevas técnicas, fábrica de ladrillos, sensibilidad y ejemplo de entrega al trabajo constructor en favor del bien común.

Su obra espiritual fue tan grande porque siempre estuvo enmarcada en grandes virtudes y sacrificios, como la humildad, la modestia, la pobreza, la prudencia, la castidad, la obediencia, la esperanza, la caridad, una profunda fe en la Divina Providencia, que siempre le proveyó.

Su obra material, concebida en su mente desde recién venido, increíble para este pueblo por considerarla de imposible realización, quedó aquí, convertida en admirable realidad: el templo, ahora basílica de San Rafael y Monumento Histórico Nacional por Ley 375; el Santuario de El Tepeyac, el templo de La Concordia, el de San Marcos, el de Sacaclí, el de Suní, el de Sabana Grande… el edificio para hospital, las colonias para desplazados de guerra. Todas son testigos de su entrega sin reservas.

Su credibilidad fue la llave con la que siempre abrió puertas y corazones. Con esa credibilidad, le apoyaron en su país natal, y con esa llave entró y fue bien recibido, respetado y admirado por los diferentes presidentes de su época: Anastasio Somoza García, Luis Somoza Debayle, René Schick Gutiérrez, Anastasio Somoza Debayle y Daniel Ortega Saavedra.

Su transparencia fue un gran distintivo siempre puesto a prueba. Lo que él recibía, lo invertía en sus obras de caridad y en las construcciones que impulsó hasta su último día.

A raíz de su fallecimiento, hubo quienes, creyendo que “el padre”, a como le decíamos, acumulaba riquezas, dinero, bienes, fueron de la idea de que se entrara al “cuarto”, donde él dormía.

Entraron con los ojos bien abiertos y la transparencia estuvo una vez más a la evicción: ¡solo encontraron estampitas de Jesús, de la Virgen Santísima de sus santos compañeros de lucha y de magisterio!

Cien por ciento a favor de la paz y de la reconciliación para terminar con la guerra fratricida de los años ochenta, fue un mediador imparcial y amoroso entre compas y contras, a tal grado de que ofreció a Dios su vida por la paz de Nicaragua. Lograda esa anhelada paz en 1990, entregó su alma al Creador.

¡Hoy, el padre Odorico es un procesado, pero del sagrado proceso de santidad! Los testigos estamos dispuestos a declarar lo que sabemos de él. Las pruebas a su favor son incontables. ¡Más temprano que tarde, la santa Iglesia católica lo reconocerá oficialmente como santo!

Alberto Rivera Monzón.

Semana Santa y Resurrección

En Semana Santa, por nuestras calles discurren bellísimas imágenes de la Pasión del Señor, que nos recuerdan el camino de Jesús al Calvario o Viacrucis. El papa Francisco dice: “El Viacrucis no es el recordatorio de la muerte de Jesús, es el recordatorio de cuánto nos ama”. Pero lo más importante es la Resurrección, que nos llena de la alegría cristiana, basada en la esperanza cierta de que la vida continúa después de la muerte. Hubo otras resurrecciones (la de Lázaro, etc.); pero solo la de Jesucristo fue definitiva.

Su resurrección gloriosa es preludio de la nuestra: “No se asombren de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi voz. Los que hicieron el bien saldrán y resucitarán para la vida; pero los que obraron el mal resucitarán para la condenación” (Jn. 5, 28-29). Dios Misericordioso quiere la salvación de todos, por eso envió al mundo a su Hijo Jesucristo que se ofreció en la cruz, al Padre de los Cielos, para redimirnos del pecado y darnos la vida eterna; pero Dios respeta la libertad (de ahí, que no todos se salven).

La Resurrección de Cristo es un hecho histórico y fuerte razón para creer. Cristo resucitó después de tres días en el sepulcro, que quedó vacío. Fueron muchos los que lo vieron resucitado. Tras su Resurrección comió con los apóstoles, les dio el poder de perdonar los pecados y les mandó predicar el Evangelio por el mundo. Jesús murió, resucitó y está vivo, presente en el Cielo y en la eucaristía.

Josefa Romo.

Desde dos trincheras

Dicen que la muerte nos iguala a todos, pero no todos los muertos son iguales. Los hay quienes merecen ser especialmente recordados por los servicios prestados a la comunidad, a sus individuos, a la sociedad en su conjunto.

Desde dos trincheras, desde dos modos casi antagónicos de ver las cosas y de encarar la vida acaban de morir, simultáneamente, dos honorables patriotas: el ingeniero Gilberto Cuadra y el sindicalista Domingo Sánchez.

El primero, fervoroso creyente en la libre empresa, en el mercado, en el sistema capitalista como vehículo para transformar la sociedad, para hacer más productivo y próspero a nuestro país, fue presidente del INDE y del Cosep, entre otros muchos cargos e incursionó brevemente en política cuando lo creyó necesario.

El segundo, abanderado de la causa del proletariado y de la Libertad con mayúscula y sin adjetivos, bastión contra las doctrinas de un mercado explotador que fagocita a los más desfavorecidos, fue nuestro creyente más combativo en un sistema socialista que transformara la sociedad de un modo más igualitario.

Ambos, desde sus distintas concepciones de la sociedad y de las relaciones de producción, han contribuido considerablemente a que Nicaragua atraviese con dignidad algunas de sus encrucijadas históricas.

Y si algo tienen en común estos dos prohombres nicaragüenses es la defensa a ultranza de los valores en los que creían. Por ese motivo, ambos fueron encarcelados en distintos momentos de nuestra azarosa historia: el ingeniero Cuadra durante la etapa revolucionaria y don Domingo Sánchez durante el somocismo y en repetidas ocasiones.

Este es el tipo de hombres que necesitan reencarnarse en la nueva Nicaragua, en esta nuestra juventud, instalada entre el acomodo y el miedo.

En el primero han de verse las nuevas generaciones de empresarios, desterrando las concepciones cortoplacistas de acumulación rápida de riqueza y velando por que sus trabajadores tengan el estímulo de un salario justo, con las prestaciones de Ley.

En el segundo deberían mirarse los sindicalistas actuales y venciendo el sonrojo que pueda causarles la sombra de “Chagüitillo”, enmendar la plana y ponerse al servicio de quienes deben.

Javier Amor, dramaturgo.

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