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Jesús, vida

El mensaje profético hoy

El mensaje de Jesús es fuego purificador y, como tal, busca quemar las impurezas y corrupciones que el hombre viejo lleva consigo

Hoy se quiere que todo sea al suave, descafeinado, light, sin conflictos, sin convicciones sin posturas firmes…

El mensaje de Jesús ni fue ni puede ser un mensaje descafeinado que guste a todos. La conflictividad es una característica no deseada, pero inevitable, de toda práctica humana que intente incidir en el cambio de una situación dada injusta, y que se defina ante ello (Mc. 8, 31.34-38; 13, 9-13). Solo quien, como Pilato, se lave las manos, estará exento de ello.

Porque el mensaje de Jesús es “evangelio”, noticia nueva, es también, en ocasiones, duro, desconcertante y conflictivo: “Vine a traer fuego a la tierra” (Lc. 12,49), “No he venido a traer paz, sino división” (Lc. 12,51).

El mensaje de Jesús es fuego purificador y, como tal, busca quemar las impurezas y corrupciones que el hombre viejo lleva consigo. Iluminar y clarificar el horizonte de la vida del hombre nuevo.

Acrisolar y convertirnos en gente nueva desde lo más profundo de nuestro ser para así poder llegar a construir esa nueva sociedad en la que todos los hombres podamos vivir en paz, porque hay en ella justicia y solidaridad.

El mensaje de Jesús es ese fuego del Espíritu que quema toda actitud de tranquilidad insana, de desánimo, de comodidad. “El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza” (Rom. 8,26) que nos da esa fuerza, ese fuego que purifica para que seamos capaces de romper con todo ese mundo viejo en el que reina la maldad, la impureza, el libertinaje, la idolatría, la hechicería, los odios, la discordia, los celos, las iras, la ambición, las divisiones, disensiones, rivalidades (Cfr. Gal. 5,18-20). Y para animarnos con toda ilusión a trabajar por ese otro mundo nuevo en el que van a reinar “el amor, la alegría, la paz, la paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí mismo…” (Gal. 5,22-23). Por ello, Jesús, el lleno del Espíritu, jamás apagó en su vida ese fuego del Espíritu que nos lleva a construirnos como hombres nuevos.

Un mensaje así, profético, como el mensaje de Jesús, no puede ser aplaudido por todos, porque hay muchos intereses creados a los cuales no queremos renunciar, como no querían renunciar tampoco los poderes políticos, sociales y religiosos de aquellos tiempos.

Jesús era consciente de ello y, por eso, nos dice que Él es el primero que va a pasar por un bautismo de muerte y hasta nos confiesa: “¡Qué angustiado estoy hasta que se cumpla!” (Lc. 12,50). Los dirigentes judíos rechazaron a Jesús y su Dios: “No tenemos más rey que al César” (Jn. 19,15). Con ello demuestran cuál es el Dios por el que ellos habían optado: su ambición de poder y gloria.

Como profeta al mismo Jesús le dijeron que tenía el demonio dentro (Jn. 7,20; 8,48; 10,20), que se metía en política alborotando al pueblo (Lc. 23,5) y hasta que pretendía dar un golpe de estado para hacerse rey (Lc. 23,2). Por eso, pretendieron apagar el fuego del Espíritu poniendo a Jesús en una cruz (Mt. 27,22.26).

Jesús fue objeto de rechazo, porque los ciegos de este mundo querían seguir siendo ciegos (Mc. 8,18) y los hipócritas e injustos querían seguir siendo corruptos y “sepulcros blanqueados” (Mt. 23,27) sin que nadie se lo echara en cara.

El mensaje de Jesús pasa necesariamente por el conflicto, cuando nuestras actitudes pecaminosas o nuestras políticas corruptas no aceptan la invitación al cambio y a la conversión. El conflicto no viene del evangelio sino de quienes no estamos dispuestos a que nos digan la verdad porque nos molesta y no queremos convertirnos.

Religión y Fe cristianismo Jesús

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