Querida Nicaragua: no hay duda de que el mundo anda al revés. Al parecer siempre se imponen el crimen, el asesinato, las violaciones, los asaltos, los secuestros, los robos, y no en pequeña escala sino que en forma masiva y durante largos años, más de cincuenta, cuando se habla de las FARC de Colombia. Y junto con todo esto los grupos guerrilleros se convirtieron, hace tiempo, en narcotraficantes, suplidores de drogas a países grandes y pequeños y a varios continentes. Imaginemos la cantidad de dinero que estos traficantes de drogas han acumulado para poderse tomar una buena parte del territorio colombiano y construir mansiones, disponer de aviones, yates, helicópteros y muchos caminos para darle salida a su producción de drogas, sabe Dios usando qué países, pagando coimas enormes y corrompiendo a las juventudes por donde va pasando el veneno que cultivan.
Todo eso y más podría quedar supuestamente olvidado de haberse ratificado mediante un referéndum los arreglos a que han llegado el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y el guerrillero Londoño, alias Timochenko. Y si ese fuese el precio de la paz y luego se constituyera por parte de la guerrilla un partido democrático, respetuoso de las leyes, fomentador de la empresa libre, defensor del estado de derecho, vigilante del respeto a los derechos humanos, todo estaría bien. Colombia sería un país modelo en el continente y crecería su producción, sus ingresos y se fortalecería su democracia, en fin el sueño bolivariano hecho realidad. Pero, conociendo cómo piensan los camaradas de las FARC en los países simpatizantes de ellos se abren muchas dudas sobre el futuro cumplimiento de los acuerdos, a pesar de que se les dé una oportunidad de oro para su reivindicación, para su inserción en una sociedad libre, democrática y en paz.
Mucha gente habla del peligro que se cierne sobre Colombia y el continente americano cuando estos guerrilleros formen su propio partido político. Todos sabemos que nuestros pueblos en su inmensa mayoría son pobres y que con cualquier ayuda generosa que se les preste comienzan a apoyar a quienes les dan esa ayuda. Es fácil imaginar a los cuatro miembros de las FARC, diputados sin voto pero con voz, predicando bellezas acerca de la paz, la democracia, el amor, la justicia social que ellos ofrecerán en un futuro gobierno. Y es más fácil imaginar a los activistas y operadores políticos de las FARC visitando libremente los barrios pobres de todos los pueblos de Colombia, visitando las áreas rurales siempre necesitadas de ayuda. El partido de ellos tendrá dinero de sobra para regalar miles de motos, bicicletas, cocinas, camas, techos de zinc, animales domésticos, ayuda en efectivo. Esa es su forma de actuar, es su forma de conseguir votos, la gente los verá como sus salvadores, como los únicos que les ayudan y no hay manera de que en una eventual elección, más temprano que tarde, todos estos votos hagan una inmensa mayoría que ponga en el poder al nuevo partido fundado por los antiguos miembros de las FARC. Quiera Dios que nada de esto ocurra, pero conociendo los antecedentes de toda esta sangrienta historia, se tiene el derecho a pensar en lo peor. Una vez instalados en el poder y con un Congreso mayoritario por tantos votos recibidos, nadie les impedirá ir cambiando la Constitución a su gusto y antojo, ir penetrando los poderes del Estado uno a uno, tal como lo hemos visto aquí, en nuestro propio país donde estamos viviendo la experiencia de un gobierno moderadamente socialista donde un solo señor maneja todos los poderes del Estado.
Cuidado Colombia, cuidado colombianos, sepan manejar todo el proceso de paz. Hoy más que nunca hay que estar alertas y denunciar cualquier abuso. Es muy bueno que todos los colombianos puedan vivir en paz y democracia, pero hay que cuidar el camino estrecho que conduce a esa ansiada meta.
El autor es gerente de Radio Corporación y excandidato a la Presidencia de la República en 2011.