Querida Nicaragua: Uno de los tantos peligros insertos en el acuerdo que ya habían firmado en Cartagena de Indias el presidente Juan Manuel Santos y el guerrillero Londoño, alias Timochenko, era precisamente la inserción gratuita de los guerrilleros y narcotraficantes en el Congreso de la República con voz pero sin voto. El valor de la palabra conmueve, convence y arrastra según sea la habilidad, el manejo del lenguaje, la retórica, la facilidad de palabra y hasta la presencia física del orador.
Cuatro curules en el Congreso habrían sido un campo propicio para convencer no solo a algunos de los diputados sino que a muchos sectores de la nación colombiana, que como todos los pueblos de la América Latina carecen de cosas elementales y sufren un grave acoso por la pobreza en que viven.
Algunos podrán decir: Y ¿por qué razón los gobiernos democráticos no hacen eso mismo y conquistan los votos populares con iniciativas de leyes en el Congreso? Sencillamente porque los diputados no pueden dedicarse a usar una demagogia barata a sabiendas de que no podrán cumplir lo que ofrecen. Un diputado responsable tiene que ajustarse a los presupuestos señalados de antemano por el Gobierno. En cambio, los colombianos tienen derecho a sospechar que individuos que han vivido engañando, asesinando, violando, secuestrando, cultivando drogas y recogiendo enormes cantidades de dinero capaces de comprar las deudas públicas de las naciones en donde se han fincado, no tienen antecedentes morales que los respalden y son capaces de ofrecer todo como si fueran la lámpara de Aladino, y es más, cumplirán lo que ofrezcan porque dinero les sobra. Nadie se imagina que este enorme ejército de guerrilleros y narcotraficantes va a entregar todas las armas, ni todo el dinero que tienen guardado sabe Dios donde.
Son muy loables los esfuerzos del señor presidente Santos y bien que se merece el premio Nobel de la Paz, pero el documento firmado ponía en grave riesgo a la nación y sentaba un precedente gravísimo vulnerando la justicia, premiando la delincuencia a gran escala y condenando a pobres rateros que guardan prisión por haberse robado una bicicleta o dos gallinas.
En esta materia Colombia tiene defensores de nota como los expresidentes don Andrés Pastrana, don Álvaro Uribe y otros más.
Ejemplar la actitud del pueblo colombiano y ejemplar la actitud de los expresidentes, y muy acertada la decisión del presidente Santos de reunirse con ambos para cambiar impresiones y hablar sobre el futuro de las negociaciones.
Algo impresionante y que debería servir de ejemplo a muchos sátrapas fraudulentos que pululan entre los organismos electorales es el orden, la limpieza, la transparencia del tribunal electoral de Colombia que supo dar los resultados apenas los votos iban saliendo de las urnas. Nada de retrasos, nada de protestas de un bando hacia el otro, todo el mundo en silencio expectante esperando los resultados sabiendo que los números que recibían eran la plena voluntad de los votantes. Ya quisiéramos nosotros tener un organismo electoral como el de Colombia. Nuestro país no habría sufrido todos los sinsabores que registra nuestra historia, no hubiéramos tenido presidentes abusadores que nunca han querido someterse a elecciones donde el pueblo verdaderamente escoja al candidato de su preferencia. Hay unos cuantos países aferrados al pasado: Cuba, donde el tribunal electoral es el dedo de Fidel Castro, Venezuela, donde una señora llamaba Tybisay, ciega chavista, actúa bajo un libreto igual al que usa el nunca bien ponderado don Roberto Rivas; Nicaragua, donde se ha fabricado un organismo especialista en hacer fraudes, Ecuador, con un presidente autoritario y enemigo número uno de la libertad de expresión; Bolivia con el presidente Evo Morales anclado en el poder por varios años más.
Quiera Dios que Colombia logre un arreglo honorable, sin concesiones exageradas. Y en otro plebiscito que se haga una pregunta clara, sin tendencia de ninguna clase.
El autor es gerente de Radio Corporación y excandidato a la Presidencia de la República en 2011.