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Cartas al Director

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Este 6 de noviembre somos convocados a usar el derecho al voto que nos da la Constitución, para elegir al presidente y diputados a quienes encargaremos la administración de nuestra bendita Nicaragu.

Si no lo tengo no lo puedo usar

Este 6 de noviembre somos convocados a usar el derecho al voto que nos da la Constitución, para elegir al presidente y diputados a quienes encargaremos la administración de nuestra bendita Nicaragua por los próximos cinco años.

Ese derecho que la Constitución nos concede, no es solo ir a marcar en una papeleta al candidato de nuestra elección; sino que, ese derecho existe solo si el sistema electoral posee los requisitos básicos (o mínimos) de una elección democrática, como son: su carácter libre, justo, transparente y competitivo, cumpliéndose esas características bajo principios de equidad y efectividad, a cargo de funcionarios profesionales, probos e independientes.

Lamentablemente, ese no es el caso del sistema electoral de nuestro país. Y por lo tanto ese derecho constitucional de elegir, no se nos da a los nicaragüenses, violándose el precepto constitucional.

Por eso, este 6 de noviembre miles de nicaragüenses no ejerceremos nuestro derecho al voto, pues al no dársenos ese derecho, entonces no lo podremos usar, para elegir al candidato de nuestra simpatía; por culpa de las autoridades encargadas del sistema electoral, que violando sus obligaciones nos ha quitado el derecho constitucional para elegir a las autoridades.

Para corregir esa flagrante violación del derecho ciudadano, y que el país pueda retomar el camino del desarrollo sostenible y el bienestar para todos, —en especial para los jóvenes— en el diálogo que el secretario de la OEA, Luis Almagro y el presidente Daniel Ortega han acordado iniciar este 1 de diciembre, se debe concluir que cuanto antes (a más tardar el 5 de noviembre de 2017) se deben realizar elecciones verdaderamente libres y democráticas, en las cuales los nicaragüenses tengamos y podamos usar el derecho constitucional de elegir a nuestras autoridades, nacionales y locales.

Para que se realice este indispensable objetivo patriótico, debemos unirnos y trabajar con ese fin, las organizaciones y los nicaragüenses demócratas y de buena voluntad, sin ninguna otra distinción.

Agustín Jarquín Anaya.    

Recordando el mensaje de los obispos

El 22 de agosto del presente año, la Conferencia Episcopal de Nicaragua hizo público un Mensaje en el que se refirió al proceso electoral que culmina mañana domingo.

Es oportuno recordar algunos conceptos contenidos en dicho documento que, desafortunadamente ha dado lugar, en ciertos sectores, a interpretaciones erróneas.

En su Mensaje, los obispos, iluminados por su fe y como pastores de la Iglesia, hacen sus consideraciones, ante “las situaciones de hecho creadas por decisiones irregulares en torno a las próximas elecciones que han originado posturas y reacciones muy diversas en la población”. En tal escenario, la Conferencia Episcopal (CE), prudentemente manifestó: “Invitamos a que en cada ciudadano, frente a este proceso electoral, decida y actúe desde el interior de su conciencia, libremente y sin miedo a ningún tipo de coacción externa. Cada quien debe reflexionar con seriedad para decidir lo que considere más justo y conveniente para el presente y el futuro del país”.

También vale la pena recordar que el 21 de mayo de 2014, los señores obispos pusieron en manos de Ortega una carta en la que le hicieron ver que el Consejo Supremo Electoral (CSE) “no ha sabido ejercer sus funciones con responsabilidad y honestidad”.

Sobre la base de esta consideración, le pidieron a Ortega que ofreciera: “su palabra de honor para garantizar, en 2016 para Nicaragua, un proceso electoral presidencial absolutamente transparente y honesto, con nuevos y honorables miembros al frente del CSE, en el que brille sin ningún tipo de duda, la voluntad popular…”

Posteriormente, el 14 de junio del presente año, la CE, de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia emitió un comunicado donde expresó que: “todo intento por crear condiciones para la implantación de un régimen de partido único en donde desaparezca la pluralidad ideológica y de partidos políticos es nocivo para el país, desde el punto de vista social, económico y político”.

La CE reconoce que votar es un derecho, pero agrega: “La decisión de votar o no votar o la de votar por determinada opción debe ser tomada por cada persona desde el interior de su conciencia”. Por lo tanto, la CE no está haciendo un llamamiento a la ciudadanía para que acuda a votar en las próximas elecciones. Esta decisión la deja a la conciencia de cada cual y tan legítimo es votar como abstenerse. Sin embargo, para iluminar esa decisión, el Mensaje agrega que a la luz del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia, “un católico debe decidir consciente de que si la opción que elija está colaborando a la construcción de una sociedad más justa, favoreciendo al bien común de toda la población y abonando al fortalecimiento de un sistema político democrático y pluralista en el país”. Esta recomendación es, por cierto, válida para toda la ciudadanía.

De cara a lo que tendrá lugar mañana domingo, conviene reflexionar sobre estos conceptos contenidos en documentos oficiales de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
Carlos Tünnermann Bernheim.    

Doble moral sandinista

El 29 de septiembre de 1978, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional le imponen a Somoza severas condiciones para acceder a préstamos financieros a cambio de terminar la crisis política y social provocada por su régimen y en octubre del mismo año bloquean y anulan toda asistencia económica. En diciembre de 1978 Somoza acusó a la OEA y a los mediadores internacionales de injerencistas y violadores de la soberanía nacional por inmiscuirse en asuntos internos de Nicaragua y no acepta ningún acuerdo para dejar el poder.

Los sandinistas entonces celebraron esa oportunidad y la aprovecharon. Hoy en 2016 dicen lo mismo que Somoza para rechazar elecciones libres y transparentes junto a un diálogo honesto, además de querer convertir al país en una base de operaciones del expansionismo ruso.

Ellos piden perdón y olvido pero a su vez condenan las protestas opositoras echando en cara al máximo los errores de los gobiernos anteriores. En el pasado las protestas callejeras, hechas por el sandinismo eran puro vandalismo, sabotaje y violencia como legítimos reclamos, pero ahora con demagogia dicen que toda manifestación opositora es un delito que busca desestabilizar al país.

Los trabajadores están más desamparados que nunca sin poder hacer valer sus reclamos ante patrones abusivos. No hay derecho al trabajo ni la inversión si no se es militante del partido. Ayer la resistencia civil contra la tiranía era heroica y justificada e igual decían defender la justicia social pero vemos que existe tanta pobreza, miseria, marginación y desempleo.

Si ellos ganan las elecciones no hubo fraude, pero si las pierden ahí sí fueron fraudulentas las votaciones. Propagan que sin Daniel Ortega en el poder es el fin, la debacle, el apocalipsis. No vemos espacio político ni pluralismo, existe ausencia total de diálogo con una paz ficticia, comprada con chantaje a cambio de sacrificar libertades y derechos constitucionales.

Los empresarios olvidaron que ya antes Ortega los despojó de todo y los mandó al exilio a lavar inodoros y barrer calles. Hoy se abrazan con él y comparten las ganancias. Algunos religiosos hacen a un lado la cruz de Cristo y se montan en el Mercedes Benz del gobierno.

Sin escrúpulos se desintegró la integridad institucional y se arrodilló la dignidad de los poderes del Estado. El ciudadano está acorralado frente al desamparo legal y jurídico.

Se rinde culto al terrorismo como medio de lograr reivindicaciones políticas como la toma del Palacio en 1978. Actualmente, sería un crimen condenado por el mundo entero semejante a los secuestros, asaltos y atentados. Daniel Ortega mandó a morir a miles de jóvenes en el servicio militar destruyendo todas las posibilidades de alcanzar un destino mejor para sus vidas. Desde sus sepulcros reclaman justicia para no ser olvidados. Por eso todo el gran poderío económico, político, militar e ideológico de Daniel Ortega verá su final un día.

Nuestra confianza en Dios nos ayudará a no desfallecer y vivir en paz sin ser esclavos de la opresión sandinista.

Marlon José Navarrete Espinoza.  

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