14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Jesús, vida

Navidad fiesta del amor del Dios encarnado

Navidad es la fiesta del amor de Dios por los hombres. La gran manifestación del amor de Dios a los hombres.

Navidad es la fiesta del amor de Dios por los hombres. La gran manifestación del amor de Dios a los hombres. Los grandes personajes del portal de Belén no son María, ni José, ni los pastores, ni los Magos de Oriente. En el portal de Belén aparece una figura central y a esa figura deben ir nuestras miradas y atenciones: esa figura es un niño recién nacido, como cualquier niño recién salido del vientre de su madre.

Ese niño de Belén acostado en un pesebre, sin embargo, no es un cualquiera; es nada más y nada menos que el mismísimo Hijo de Dios, la Palabra del Padre, que vive desde el principio junto al Padre, la luz que quiere romper con las tinieblas en las que está envuelta esta tierra nuestra para que en ella vuelva a reinar la vida (Jn.1,1-5.9) y todos los hombres se sientan orgullosos de ser hijos de Dios (Jn.1,12-13).

¿Cómo es posible esto? ¿Cómo puede ser que el Dios de las alturas (Sal.1,13,5) se haya bajado hasta el fondo de esta tierra para hacerse una criatura más? La Palabra se hizo carne de nuestra carne, vino a nuestro mundo y se hizo uno de nosotros, débil con nuestras debilidades y convivió con nosotros.

¿Cómo puede ser posible que el Todopoderoso (Ap.4,8) se haya hecho una pequeña criatura, débil como todo recién nacido, carne de nuestra carne?

Es difícil, casi imposible, escribir sobre Belén. Porque ante esta historia de un Dios que se hace niño en un portal, los incrédulos dicen que es una bella fábula; y los creyentes lo viven como si lo fuera. Frente a este comienzo de la gran locura unos se defienden con su incredulidad, otros con toneladas de azúcar.

En la Basílica de la Natividad de la ciudad de Belén aparece una placa escrita en lengua latina en la que se dice: “Verbum caro factum est hic”, “aquí la Palabra se hizo carne”.

El día de la Navidad no puede ser para nosotros, los cristianos, otra cosa que una gran fiesta, como el ángel decía a los pastores: “Os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc.2,10-12).

En este día ha empezado el verdadero Evangelio, la primera gran noticia para los hombres:

Dios ha dejado las alturas para bajar a nuestra tierra y caminar en ella hecho carne con nuestra carne con todas las consecuencias.

El Mesías, el Señor, el Enmanuel se ha hecho débil, se ha confundido con nuestra debilidad. Esta es la verdad del amor de Dios a los hombres.

El Dios encarnado, en un pesebre, junto a su madre, pobre con los pobres, humilde con los humildes, expuesto a todos los problemas y contradicciones que los seres humanos.

Mientras nosotros, los hombres, nos enloquecemos por conseguir las alturas del poder, Dios se hace el más pequeño de los hombres por amor a los hombres.

Mientras nosotros, los hombres nos volvemos locos por la avaricia del tener, Dios se hace un niño pobre, nace como los pobres, en un pesebre, porque en esta tierra no hay sitio para él. ¡Y esto lo hace por amor a los hombres! (Lc.2,7). Sin embargo, los hombres, desde el principio, lo hemos rechazado (Jn.1,10-11).

Mientras nosotros los hombres, buscamos el orgullo y las apariencias, Dios se vuelve débil y sencillo, un niño cualquiera “acostado en un pesebre” por amor a los hombres (Lc.2,7).

Como después diría San Pablo a los cristianos de Filipos: “Cristo, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo” (Fil.2,6-8).

Esta es la gran lección de la Navidad: el amor total de Dios por los hombres mostrada en la Navidad, es un compromiso para todos los que creemos en Él o nos entregamos en favor de los hombres o nunca podemos conocer a Dios.

Por eso, la fiesta de Navidad para un cristiano no se puede reducir a un día si “la Palabra se ha hecho carne” (Jn.1,14), la fiesta tiene que durarnos todo el año haciendo vida en nosotros el amor de Dios por todos y cada uno de los hombres.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

Religión y Fe Navidad

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí