Gallogallina
Los gallogallina son, a mi criterio, más dañinos para Nicaragua que los abusivos que la destruyen y los opositores que se venden a los abusivos. Llamo gallogallina a aquellos que en teoría están en contra de los abusos pero hacen de todo para justificarlos. ¿Conoce alguno? Son esos que van por la vida pregonando principios como democracia, elecciones libres, respeto a la ley, haciendo llamados a que “todos” (fíjense bien nunca mencionan al abusivo por su nombre) nos comportemos según esos preceptos, pero viendo para otro lado y tapándose la nariz para no ver ni oler la podredumbre.
Zorros con piel de oveja
La mayor trampa de los gallogallina es que donde la gente normal ve “destrucción” ellos ven “construcción”. En vez de ver el vaso que se va vaciando, ellos juran que se va llenando. Son zorros con piel de oveja. Son cómplices con careta de optimistas y conciliadores, que a cada denuncia contra el régimen ellos nos recuerdan, en tono sacerdotal, que se comenten errores, que “son hechos aislados”, que “nadie ni nada es perfecto”, que “sucede en todas las sociedades” y que esta “es una democracia en construcción” un “sistema electoral que se va perfeccionando en el camino”. ¿Les resulta familiar?
Demolición
Puras tonterías. Lo que ellos llaman “errores” o “hechos aislados” son golpes calculados, intencionales, para someternos a un proyecto autoritario (¿acaso alguna vez se rectifican esos “errores”?) Aquí no hay ninguna democracia en construcción, señores, sino una continuada y sistemática demolición de la rala capa democrática que se pudo amalgamar en los años previos a ellos: la frágil separación de poderes, las más o menos elecciones libres, y el a veces si a veces no respeto al estado de derecho y a los derechos humanos. Así que no nos engañemos con ese cuentito de “democracia en construcción”. Ayer hubo más democracia que hoy y hoy hay más que la que habrá mañana. La intención no es construir nada. Es destruir todo.
Venezuela
Veámonos en el espejo de Venezuela. La democracia formal funcionó mientras los chavistas eran mayoría. Sometían a referéndum las grandes decisiones, presumían del sistema electoral y aunque los visos autoritarios estaban ahí, visibles, sobraba quien dijera que esa eran las reglas de la democracia. Pero sucedió que los chavistas comenzaron a perder simpatizantes y llegaron hasta el punto de ser franca minoría. Ya las lecciones no les gustan. Los referéndum los tildan de ataques del imperialismo, y convirtieron lo que llamaban el “mejor sistema electoral del mundo” en un chiste que se lució a cuerpo completo este domingo con la votación a una asamblea constituyente, sin consultarla en referéndum, votando solo entre amigotes y recetándose, muy a lo nica, los votos que quieran aunque no cuadren las cuentas.
Fraude
Que Smartmatic, la empresa encargada del sistema electrónico de conteo de votos en Venezuela, diga que las elecciones del domingo para una Constituyente fueron manipuladas es equivalente al video que atrapa a un ladrón mientras comete un asalto. Solo alguien muy descarado puede negar el robo. En estas condiciones, celebrar como victoria un fraude, es para mí igual a la alegría del perro que se roba una ristra de chorizos de la carnicería sin percatarse que pronto le caerán a palos por ello. Pasa en Nicaragua, pasa en Venezuela.
Poder o cárcel
No nos engañemos. Esta gente, los Maduro, los Ortega, los Castro, no creen en la alternabilidad en el poder. Llegan al poder, por las buenas o por las malas, y construyen un sistema mafioso de enriquecimiento familiar, al que visten con ropajes revolucionarios de fantasía para justificarse, con la esperanza de no irse jamás. En su cabeza no está entregar el poder porque sus fechorías no les permiten solo entregar la llave e irse a casa. Perder significa también destruir su entramado de enriquecimiento mafioso y la posibilidad de enfrentar la justicia por los delitos que cometieron.
Dinastía
Para los gallogallina, sin embargo, la de Ortega no es dictadura porque no hay presos políticos, no es dinastía mientras no le suceda otro familiar en el poder, y es democracia en construcción porque tiene tres años para hacer los cambios que acordó con la OEA. Pero es bastante probable que, al paso que vamos, aparezcan los presos o asesinatos políticos, que doña Rosario reemplace a Daniel Ortega, y a esta, luego, uno de sus hijos que ya se foguean en el gobierno con aires de delfines. Llegaremos a los tres años acordados con la OEA. Y ahí estarán los gallogallina, de saco y corbata, con sus ínfulas sacerdotales, inventando nuevas excusas no ver dinastías ni dictaduras y pidiendo otros tantos años para que el régimen construya la democracia que solo ellos ven, como si 20 años no fuesen suficientes todavía.