Película
Imaginemos Nicaragua como una película, según las cifras oficiales. Veríamos a empresarios y gobierno haciendo olas, agarrados de la mano, para celebrar el crecimiento de la economía. Los ciudadanos irían felices, bailando en la calle, rumbo a su trabajo, sin mendigos ni desempleados. Enormes barcos cruzando el país. Unos 150 árboles de la vida colocados estratégicamente por todo el territorio nacional protegiendo a sus ciudadanos de todo mal, y la figura y la voz de la Gran Compañera, como madre piadosa, baña el país. El dinero llueve y hace alfombra en las calles. En las fronteras se agolpan los migrantes por entrar. Norteamericanos, europeos, latinos. Quieren trabajo, quieren probar los ríos de leche y miel. Bienvenidos a Nicaragua, uno de los países más felices del mundo.
Felicidad
Y así, casi sin darnos cuenta, estamos entre los países más felices del mundo. No es broma. Nicaragua es el séptimo país más feliz del mundo según el ranking de 2016 de New Economics Foundation y el numero 43 según la Naciones Unidas en su ranking 2017. Como no serlo, si según una encuesta del Banco Central, y por lo tanto con ínfulas oficiales, el 96 por ciento de los nicaragüenses tenemos trabajo. Aquí se construye la obra de ingeniería más grande de todos los tiempos en el mundo y pronto lloverá dinero cuando Estados Unidos pague la deuda que se le está cobrando. ¿Cómo no ser felices así?
Dogma
Claro, esta felicidad solo funciona si usted la admite como dogma. Fe. No la ponga a prueba. No se ponga a cuestionarla. No piense sobre ella. Solo créala. No se le ocurra pensar por qué si en Nicaragua las tasas de desempleo son menores que las de Costa Rica, Estados Unidos, El Salvador o España, los nicaragüenses son los que se van para allá por miles buscando trabajo y no son los ticos, gringos, salvadoreños o españoles quienes vienen acá en esas cantidades. No se le ocurra acordarse de tanto familiar, vecino o amigo desempleado. Ellos estadísticamente no existen. Vamos, vamos, píntese la sonrisa, recuerde que estamos haciendo esta película del reino de la felicidad y todos tenemos que poner de nuestra parte para que parezca real.
Cobro
Unos 8000 dólares por cabeza. El ingreso per cápita de cuatro años. Eso sería lo que le tocaría a cada nicaragüense si se cumplieran dos condiciones imposibles: uno, que Estados Unidos soltara el billete que le cobra Ortega, y dos, más difícil todavía, que Ortega lo repartiera entre todos. Casi nada pues. O sea, que si en su casa son seis persona, porque hasta el tierno cuenta, serían casi cincuenta mil dólares los que le tocarían. Pero, aquí entre nos, mi consejo: no vaya a sacar nada al fiado esperanzado en esa plata, porque primero le sale cola al sapo antes de que Nicaragua vea un centavo de ese dinero.
Demanda
Yo sí creo que el gobierno de Nicaragua tiene derecho a hacer el cobro a Estados Unidos ante La Haya. Es que derecho a demandar tenemos todos. Usted puede demandar a cualquiera por los daños que se le ocurra que le hizo esa persona, institución, o empresa, y por las cantidades que a usted le dé la gana. Cien mil dólares, 200 mil, un millón… Ya ganar la demanda es otra cosa. Lo más seguro es que haga el ridículo en el juzgado y que el juez no le conceda un peso. Y no solo eso. Le quedará la jarana del proceso legal que inició y cuidado hasta termina pagando los costes legales e indemnizaciones a la persona que se le ocurrió demandar.
Blanco y negro
Las cifras oficiales del gobierno son esa película que nos dice quienes debemos creer que somos. Yo no sé como se imaginan ustedes esa película. Tal vez con musiquita nicaragüense, colores vivos, con la clásica muchacha bailando en traje típico con la canasta de frutas en la cabeza. Tal vez. Pero yo, por más esfuerzo que hago, solo puedo imaginarla en blanco y negro. Como aquellos documentales de la propaganda nazi que mostraba a los ciudadanos disfrutando en el mar, comiendo y bebiendo felices en familia, mientras Alemania se caía a pedazos. O como aquellos que mandaba hacer Stalin de primorosas muchachas rusas repartiendo flores a los soldados que marchaban gallardos barriendo alemanes en el frente cuando, al contrario, morían como moscas en los campos de batallas. O tal vez como los que actualmente se hacen en Corea del Norte, que la muestra ganando una guerra que no ha comenzado todavía. Y habrá quien se crea y quien no crea en la película. Somos arrechos los nicas, dirá más de alguno. Pero, sea como sea, al salir de la sala, Nicaragua seguirá siendo la misma. La ficción puede cambiar la mente pero no la realidad.