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En Letra Pequeña, Silvio Báez

En Letra Pequeña

Yo creía que la oposición tenía algún plan para estas elecciones, más allá de ese “dejarse llevar” que han tenido siempre y el “agarrar” lo que les den

Sin consideración

Miren que bonito este decreto: “Considerando… Que la Constitución Política de Nicaragua en su artículo 60 establece como un derecho social el garantizar un medio ambiente sano para todos…”  “Que el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional (GRUN)  desde sus principios  cristianos, socialistas y solidarios se ha comprometido con la preservación de nuestros recursos naturales…” y uno cree que luego viene una buena noticia para el medio ambiente cuando de repente ¡zas! el presidente designado por el poder electoral, Daniel Ortega, elimina por decreto la obligación de los inversionistas de realizar Estudios de Impacto Ambiental antes de iniciar sus obras. Sin asco. Sin consideración.  Mata y va a la vela.

No me ayude compadre

Si así se garantiza “un medio ambiente sano” y se muestra el compromiso del gobierno “con la preservación de nuestros recursos naturales”, por favor, no me ayude compadre.  O sea, apuñalan la Constitución y dicen hacerlo en nombre de ella.  Es como decir que “considerando” el derecho constitucional de libertad de expresión, se prohibieran los medios de comunicación. En un país normal esto no sería problema, pues sobrarían las instituciones que pusieran en su lugar al presidente abusador. No puede un presidente volarse con un decreto tantas leyes y convenios internacionales. Pero estamos en la Nicaragua de Ortega, y aquí todo pasa.

Al revés

Efectivamente, no sería la primera cosa que anda al revés en este país. Tenemos una Contraloría que no controla nada y en justicia debería llamarse “Apañadora”, nos vendieron como “semáforos inteligentes” los semáforos más tontos del mundo, los ladrones meten en la cárcel a los honestos, tenemos los opositores más colaboradores de gobierno alguno y se hacen “elecciones” sin que se pueda elegir y todavía ¡con el voto más caro de Centroamérica! entre otras muchas sandeces que ya se han vuelto habituales en este país.

Sin plan

Yo creía que la oposición tenía algún plan para estas elecciones, más  allá de ese “dejarse llevar” que han tenido siempre y el “agarrar” lo que les den. Esperaba que los opositores que van a participar buscarían establecer algún precedente de transparencia del que Ortega ya no se pudiese bajar para las elecciones del 2021 y de esa forma se abriese esa ventana de alternabilidad en el poder que tanto se necesita el país para no llegar a la violencia. Por otro lado, esperaba que quienes se niegan a participar porque no aceptan las condiciones, buscarían como evidenciar su falta de legitimidad para, con una fuerte campaña de presión, nacional e internacional, obligar a Ortega a liberar el derecho secuestrado y así, de otra forma, llegar al 2021 con esa ventanita abierta. Ni lo uno ni lo otro. Esperaba demasiado.

Dignidad escurrida

¿Se acuerdan cómo comenzó esto? Era que la presencia de la OEA iba a ser la gran diferencia entre estas elecciones y el rosario de fraudes electorales que la han precedido. Pero si ya estuvo la OEA y la Unión Europea y así se la despacharon. Ahora está la presión de la Nica Act, decían. Cualquiera que los oyera creería que tenían a Daniel Ortega contra la cuerdas. ¿Y si no pasa nada de eso? ¿Y si no viene la OEA o no la dejan observar nada? ¿Y si se mantiene el mismo Consejo Electoral contando los votos? ¿Y si todo está listo para que ellos y solo ellos digan quien queda en qué cargo y con cuantos votos? Pues nos retiramos, no participamos, dijeron muy dignos. Pasó el tiempo, la presencia de la OEA se volvió un animal tan mítico como el unicornio azul,  y todo sigue igual, incluyendo la sonrisa de Roberto Rivas, cuchillo en mano, al final del matadero. La dignidad inicial se fue escurriendo otra vez y ya solo queda el “vamos a participar nos pongan donde nos pongan”.

Acomodados

O sea, cualquier forma para recuperar el derecho a elegir es legítima.  Ya sea participando o no. Lo que resulta iluso es esperar que sea Ortega, por su propia voluntad quien algún día se aburra de hacer “elecciones” diseñadas para poner a quien él quiera en el cargo que quiera, y decida jugarse el poder en condiciones más o menos justas y transparentes. La meta para el 2021 debería ser que se restablezcan los procesos de selección democrática de las autoridades mediante elecciones libres, justas y transparentes. No se trata de que gane la oposición, se trata de que tengamos un sistema en el que se pueda competir y que gane el que tenga más votos y no el más mañoso. Pero eso jamás se logrará aceptando las reglas de Ortega. Acomodándose a lo que hay.

Columna del día En Letra Pequeña Fabián Medina oposición

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