Cruz
Según el testimonio de Zoilamérica Ortega Murillo, cuando ella necesitó contarle a alguien el abuso que sufría de parte de su padrastro Daniel Ortega, buscó primero al consejero espiritual de la familia, padre Miguel D’Escoto, y este le recomendó en tono paternal: “Es tu cruz, y te toca cargarla”.
Abuso
Con frecuencia escucho a algunos analistas reconocer que en Nicaragua hay abuso de poder. Que es cierto que aquí apalean a quienes protestan contra el régimen, que meten presos a algunos sin que haya explicación ni ley que lo justifique, que todos los poderes están amalgamados en una sola mano, que ya no se cuentan los votos, que hay una familia controlando el poder, pero ¿dónde están los nicaragüenses protestando por eso? Y desde ese simplismo se deduce que el abuso es consentido. Y si es consentido no hay abuso. Es la cruz que les toca cargar a los nicaragüenses.
Libertad
Si algún extranjero me preguntara cuáles son las personas menos libres de Nicaragua, yo respondería sin dudarlo: los orteguistas. Fíjense bien, no son los opositores, ni los perseguidos, ni los reprimidos, ni los excluidos de los servicios que el Estado por ley está obligado a darles. Paradójicamente, quienes gozan del poder son los que menos libertad tienen. No pueden hablar libremente, tienen que uniformarse, seguir la directriz, hacer muchas veces actos que consideran incorrectos, apañar la corrupción, y viven siempre con miedo a que en cualquier momento la máquina trituradora que empujan contra otros termine machacándolos a ellos mismos. Que ya ha pasado. Y seguirá pasando para escarmiento de quienes quieran rebelarse.
Miedo
Jamás traicionaría a aquellos sandinistas que en confianza me confiesan sus frustraciones. Pero cada semana recibo mensajes privados, llamadas telefónicas o personas que me abordan en la calle, para felicitarme o decir que se identifican con tal o cual planteamiento que yo haya hecho o simplemente para contarme su historia. Tienen miedo. Ellos no pueden exponer públicamente sus frustraciones por temor a las represalias. Ya sea porque trabajan para el gobierno o tienen familiares trabajando para el Estado. Este es un gobierno que usa el favor y el chantaje para ganar cómplices o callar el abuso. ¿A alguno de ustedes se les ocurre que estos nicaragüenses que hablan en secreto, que se sienten abusados pero no pueden alzar su voz, van a salir a la calle a protestar para demostrarle a los analistas expertos su inconformidad con el régimen que abusa de ellos?
Aguantar
Zoilamérica dice que cuando comenzaron los abusos ella pensaba que sufrir en silencio era su contribución a la revolución. Que protestar o reclamar para terminar con el abuso, más que hacer daño a un hombre, le haría daño a un proyecto que sobrepasaba su vida misma. Muchos pensarán igual.
Implosión
Yo, sin ser experto en nada, creo que el cambio de régimen en Nicaragua no se dará por esas pantomimas de elecciones en las que nadie cree, ni siquiera por el enfrentamiento entre oposición y oficialismo o ideologías y partidos políticos. Se dará por la implosión de un sandinismo que no soportará la presión de sus propias contradicciones. ¿Cómo se siente un sandinista de verdad viendo en este régimen los pecados capitales del somocismo: reelección, enriquecimiento familiar, dinastía y fraudes? ¿Qué pensará un sandinista histórico de que los nuevos héroes de “esta etapa de la revolución” son los Wilfredo Navarro, los Roberto Rivas, los Adolfo Jarquín Ortel, los Arnoldo Alemán, los Carlos Canales o Enrique Quiñonez? ¿Qué dicen los sandinistas de cepa de tener de aliados al Partido Resistencia Liberal Somocista? ¿Dónde están los sandinistas? Que levanten la mano. Es lo que digo.
Resignación
El asunto es que aquí hay mucha gente recomendándonos resignación. Que Ortega es la cruz que debemos cargar. Por la economía del país, por el clima de negocios, por la Nicaragua estable, por la Nicaragua segura ¡resignación por favor! Hay abusos, es cierto, pero lo mejor es hacernos de la vista gorda, que al final este es el país y estas son las libertades que nos merecemos. Vayamos a elecciones, votemos aunque nuestro voto valga nada, porque ya los números están hechos. Y ni se nos ocurra quejarnos, porque esta vez estará en el confesionario el señor Wilfredo Penco, jefe de la delegación de la OEA, aconsejando: “Es tu cruz, y te toca cargarla”.
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