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La recuperación del humanismo

El humanismo y las humanidades del siglo XXI encuentran un mundo producido por la revolución tecnológica, un tiempo-espacio simbólico y digital que existe al lado del mundo físico

No cabe duda que nos encontramos ante una realidad universal en la que el humanismo se ha devaluado y se ha invertido la jerarquía de los valores: los objetos son más importantes que las personas; la cultura que no produce riqueza es irrelevante; la inteligencia que no sirve para fortalecer el poder es inútil.

Pero… ¿habría sido posible el extraordinario desarrollo material de la civilización sin colocar  la riqueza y el poder en el centro de la vida moderna? Probablemente, no. ¿Justifica esto, sin embargo, la devaluación humanista que observa el mundo? La respuesta en este caso es también negativa.

La sacralización de los objetos y de la riqueza es la moral dominante de nuestro tiempo y tiende a globalizarse, a transformarse en común denominador de todas las sociedades, de las sociedades de la opulencia y de la indigencia. No obstante, a pesar de ello, sobrevive en el subsuelo del ser y de la conciencia social un sentimiento diferente que busca la reafirmación de la condición humana. ¿Es posible una síntesis de valores productivos y valores humanitarios? ¿Es posible el desarrollo sin la deshumanización? ¿Es posible una ética en esta era de la tecnología?

Creo que sí y pienso que corresponde intentar la construcción de una ética y una conducta acorde a una nueva visión del mundo, conforme a la cual sea posible participar en los resultados de la creación científica y técnica sin negar los signos básicos de humanidad. Debe intentarse proponer un desarrollo con sensibilidad y con un sentimiento solidario.

El desafío para nuestras culturas es un desafío fundamental. Nada es más importante frente al fenómeno de globalización de nuestro tiempo, que rescatar las diferencias culturales como testimonio de una humanidad plural.

No queremos el mundo robotizado de la pesadilla orweliana, cualquiera sea la ideología que le sirva de pretexto. Queremos un mundo humano, donde la técnica esté al servicio de los valores y no los valores y el ser humano al servicio de los instrumentos de dominación.

No hay que aceptar verdades históricas absolutas ni consentir en ideologías explícitas o implícitas que pretendan estandarizarnos y disolvernos en la homogeneidad. Para luchar por un humanismo plural e intercultural, disponemos de la cultura cuya riqueza moral y estética constituye el mayor patrimonio.

Una ética de los valores exige ser formulada como sustento de las alternativas políticas y económicas frente a las nuevas formas de alienación y totalización. Esta ética debe comenzar por demostrar de qué manera los procesos de globalización a los que conduce el Mercado Total, confiscan la identidad, la libertad y la justicia social.

En ese espíritu, hay que estar consciente de la necesidad insoslayable de proteger al ser humano frente al poder y sus abusos y frente a la perversión demagógica que pretende justificar la agresión contra el individuo, en nombre de la razón de Estado, de la defensa de la colectividad, de la Humanidad con mayúscula y del futuro, como si fuera posible construir la esperanza, la libertad y la justicia, sobre los despojos de la persona.

Debe lucharse para que prevalezca la fuerza de la razón, la democracia, el Estado de Derecho y la supremacía de la Constitución y las garantías fundamentales en ella consagradas, contra el autoritarismo que sumerge en la cerrada oscuridad de las cavernas políticas.

El desarrollo de un concepto más integral de la calidad de la vida, ha reconocido y normado la relación del ser humano con la naturaleza y el medioambiente en general. La protección del ecosistema ha integrado una dimensión más universal al concepto y práctica de los Derechos Humanos. El derecho a la democracia, a la paz y al desarrollo, ha hecho de los Derechos Humanos la dimensión espiritual de nuestro tiempo y la plataforma sobre la cual se sustentan los fines y objetivos más preciados de la sociedad contemporánea.

Es imprescindible, como faena propia de reafirmación del humanismo y de la construcción de la democracia que le viene aparejada, la elaboración de una filosofía moral que responda a los problemas y exigencias de nuestro tiempo. Una ética del desarrollo y la democracia que sirva de soporte a las decisiones económicas y a los procesos políticos, sociales, culturales y tecnológicos.

Se trata de construir una filosofía humanista del desarrollo y una ética de los valores algunos de cuyos principios podrían ser los siguientes:

—el ser humano y la sociedad son los sujetos y destinatarios de todo proceso histórico; la ética es una categoría que debe normar las diferentes formas  de desarrollo;
—el ser humano es un compuesto de naturaleza y cultura. Ambos elementos se interaccionan históricamente;
debe buscarse un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza; la depredación de la naturaleza es parte de la misma tendencia destructiva de la cultura, la sociedad y el hombre en aras del lucro, la acumulación y la defensa de intereses materiales concretos de un sector de la sociedad; se requiere la unidad en la diversidad; el respeto a la diferencia; el reconocimiento del otro; la tolerancia; el pluralismo; un nuevo concepto de sociedad abierta que solo adquirirá su pleno sentido si se la considera integralmente relacionada con los principios, objetivos, fines y valores que conforman su base esencial de sustentación.

El humanismo se explica filosóficamente en el respeto a la dignidad de los seres humanos, la relación entre estos y la relación con la naturaleza. La axiología que formule una teoría integral de los valores, debe tener como eje la justicia social, entendida como una conquista histórica que se obtiene mediante la utilización de los instrumentos jurídicos y políticos del Estado y de la voluntad participativa de la sociedad civil.

El humanismo y las humanidades del siglo XXI encuentran un mundo producido por la revolución tecnológica, un tiempo-espacio simbólico y digital que existe al lado del mundo físico.

El Humanismo y las Humanidades en el siglo XXI han encontrado también profundas transformaciones biológicas y éticas, como son los descubrimientos de la biología molecular en lo referente al genoma humano, que constituye, sin lugar a dudas, un acontecimiento notable de nuestro tiempo.

La universalidad de la naturaleza humana se transforma y confirma, cambia y a la vez se preserva en ese tejido relacional en el que discurre su existencia. Por ello, el humanismo consiste en la reafirmación del ser humano como sujeto y destinatario de la historia, y las humanidades como la integración de la moral y la ciencia, la ética y la técnica, a cuya realización debe contribuir la academia a través del sistema que haga posible la relación transversal, interdisciplinaria y transdisciplinaria de las diferentes materias y formas de conocimiento. En eso, pienso, se encuentra la raíz y la savia del sentido del humanismo y las humanidades en el siglo XXI.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

Columna del día Humanismo

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