Fraudes
Así como hay gente que considera que para que un régimen sea dictadura tiene que estar tirando cadáveres en la Cuesta del Plomo, así hay también quienes alegan que solo es fraude cuando el ladrón sale cargando con las urnas de los centros de votación. Es un simplismo tonto. Es como estar creyendo que roban solo quienes entran con capucha y pistola a los bancos, cuando abundan ahora los ladrones cibernéticos y, por supuesto, los de siempre, los de cuello blanco. Es que las formas del delito van cambiando, pero la definición esencial sigue siendo la misma desde sus orígenes. Robar sigue siendo tomar para sí lo ajeno. Dictadura sigue siendo concentrar todo el poder en una persona o grupo, y fraude electoral, robarles a los ciudadanos la capacidad de decidir con sus votos. No nos enredemos pues.
Frankenstein
Que en Nicaragua se ha refinado la presentación de la dictadura, eso es otra cosa. Y que el fraude se ha elevado a categoría de “materia científica”, eso es cierto. ¿Se acuerdan como comenzó? ¿Recuerdan los comandos electorales de Lenín Cerna en el 90? Aquí hay gente que se ha dedicado a refinar el fraude electoral con la misma pasión que le habrá dedicado Charles Darwin al estudio de la evolución de las especies. Y si el fraude no es materia de estudios universitarios todavía en Nicaragua, es porque ya sería mucho descaro. Pero, miren como son las cosas, ya hasta es materia de exportación el modelo que se creó, cual Frankenstein electoral, en los laboratorios de El Carmen.
Exportación
Así que ya tenemos nuevos rubros de exportación. Cuando en el extranjero nos pregunten qué exporta nuestro país, los nicaragüenses podremos decir: café, carne, madera y fraudes electorales. Y estamos trabajando en una versión de dictadura sencilla, práctica y fácil de armar. ¡Cuánto orgullo!
Compadres hablados
El mérito de Daniel Ortega es haber transformado el fraude electoral ordinario y ramplón que hacía Somoza, cambiando las urnas de unos por las de los otros, en un monstruo más elaborado, con diversas partes que funcionan como un todo. A saber: un árbitro inescrupuloso y venal, encuestas previas de ablandamiento para la opinión pública y las justificaciones posteriores, observadores ciegos y partidos zancudos dispuestos a hacer bulto en una competencia en la que solo pueden perder. Todos compadres hablados.
Instrumentos
El secretario general de la OEA, Luis Almagro lo dijo exacto: “Es muy claro que cualquier fuerza política que acepta a ir a una elección sin garantías se transforma en instrumento esencial del eventual fraude”. Entonces, que levante la mano el partido opositor que vaya a participar en estas elecciones de noviembre y crea que hay garantías. Por supuesto, ahí estarán los APRE, PLI y ALN levantado la mano. Los mismos que dicen que van a arrasar. No, no me refería a ellos cuando hablé de partidos opositores.
Arnoldo Alemán
¿Cómo confiar en el PLC? Se acuerdan cómo se exoneró de cargos al doctor Arnoldo Alemán? En enero del 2009, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, controlada por los sandinistas, otorgaron la libertad definitiva a Alemán, mientras, simultáneamente, los diputados liberales le entregaban con sus votos al Frente Sandinista la presidencia y el control de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional. ¿A qué viene esto? Pues me acordé porque nuevamente vemos al PLC haciéndole los mandados al Frente Sandinista en estas “elecciones” mientras el gobierno de Daniel Ortega por mera coincidencia le pide a Panamá que libere los millones que tiene congelados en las cuentas de Alemán. Simultáneamente otra vez.
Todo o nada
Las elecciones de noviembre solo pueden servir para demostrar que no lo son. Que no podemos seguir llamando elección a una farsa con marca registrada. A partir del 5 de noviembre, si queda un poco de sentido común entre nosotros, comencemos un proceso de todo o nada para cambiar las cosas. Que no se acepte menos que elecciones para el 2021. Nicaragua merece procesos democráticos, como cualquier país civilizado. ¿Por qué vamos a ser menos que ellos? Ojalá aquellos que participan de buena fe en estas votaciones, si es que los hay, nos demuestren que valió la pena y estábamos equivocados, o, en su defecto, reconozcan que solo fueron instrumentos de un fraude al que desafortunadamente llamaron “elecciones”.