Papa caliente
El Ejército de Nicaragua tiene en sus manos una papa caliente. Tal vez el lío más grande desde que terminó la guerra y se quitó el apellido sandinista. La muerte de seis campesinos en La Cruz de Río Grande, entre ellos un niño de 12 años y una adolescente de 16, colocan al Ejército ante una disyuntiva crucial para su futuro: o se comporta como grupo mafioso, sin dar cuentas a nadie y se dedica a acosar y amenazar a quienes reclaman justicia, o se comporta como institución y se somete a una investigación independiente, da las explicaciones que tenga que dar, y se establecen sanciones contra los responsables, sean quienes sean.
Si calla, otorga
Si decide investigar y castigar, el Ejército como institución toma distancia, y nos diría que lo sucedido en La Cruz de Río Grande es un comportamiento anómalo e intolerable de miembros de su cuerpo. Algo que le puede suceder a cualquier ejército del mundo. Establece un precedente contra quien quiera hacer cosas parecidas en el futuro. Si calla, en cambio, otorga. El silencio significaría que la institución asume los hechos como propios de su actuar, lo cual sentaría un precedente gravísimo porque daría licencia para matar a sus soldados y oficiales.
Dudas y certezas
Los hechos ciertos, que nadie pone en duda, son: primero, que hay seis personas a quien el Ejército reconoce que las mató; segundo, que entre ellos hay un niño de 12 y una adolescente de 16; tercero, que no hubo heridos ni muertos del lado de Ejército; cuarto, que los muertos fueron enterrados en una fosa común, y quinto, que hay un silencio oficial sobre el caso. Los hechos sujetos a comprobación o a dudas serían: que si eran delincuentes o no, que si hubo violación sexual o no contra la adolescente o que si realmente hubo combate o los campesinos fueron ejecutados. El Ejército está obligado a aclarar estas dudas con pruebas y no con declaraciones al aire. Guardar silencio o echarle tierrita a la caca, como los gatos, no servirá en esta ocasión.
La Marañosa
Hasta hace poco el caso más grave que había enfrentado este ejército en estos tiempos de paz es el conocido como La Marañosa. La noche del seis de enero de 1995, el Ejército desarmó y trasladaría bajo su custodia a un grupo de desalzados de la Contra desde Wiwilí a una base militar en Apanás, Jinotega. Nunca llegaron a su destino. La versión del Ejército fue que se trató de un ataque de otros grupos armados en el sector conocido como La Marañosa. Los organismos de derechos humanos que investigaron el hecho aseguran que fue una masacre.
Luis Alfonso
Llevamos 37 años hablando del asesinato del niño Luis Alfonso Velázquez Flores. El parque más importante de Nicaragua lleva su nombre. Oímos la historia de su crimen y se nos revuelve el estómago. ¿Cómo un ejército se puede ensañar así con un niño? En abril del 79, Luis Alfonso recibió dos disparos en la cabeza y todavía los guardias pasaron con un jeep sobre su cuerpo. Murió a los cinco días. Iba a cumplir 10 años. ¿Acaso vamos a dar a Luis Alfonso por bien muerto solo porque la Guardia dijo que era un delincuente? ¿Saldría el comandante Edén Pastora a culpar por la muerte de este niño a los padres que lo dejaron andar en esas actividades de peligro? ¿O es que nos va indignar la muerte de un niño a manos de la Guardia y no la de uno muerto a manos de este Ejército? ¿Cuál es la diferencia?
Banquillo
Aquí no solo el Ejército está en el banquillo de los acusados. Aquí hay algo más grande y grave. La sangre de estos campesinos reclama explicaciones. En primer lugar al Ejército que los mató, y luego a la Policía que renuncia por complicidad a su función de investigación, a la Fiscalía que no pide cuentas sobre la muerte de estos ciudadanos, a la Presidencia, todo el Estado, a los medios oficialistas que no han dicho esta boca es mía, y a los diputados que deberían estar pidiendo se aclaren estos hechos, y no contestando como el diputado Carlos Emilio López, quien llegó a la Asamblea Nacional como abanderado de los niños, y que cuando se le preguntó por las muertes del niño Francisco Pérez, de 12 años, y de la adolescente Yojeisel Elizabeth Pérez, de 16, tiroteados por el Ejército dijo vergonzosamente: “Este es un tema que no me compete sino con todo gusto … es un tema que no me corresponde informar”. El banquillo tiene que ser muy grande para que alcancen todos los culpables, por acción u omisión.