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Navidades y nacimientos de León

Pero es a San Nicolás (250-352) nacido en Patara, Turquía, a quien se atribuye el dar regalos durante ese tiempo de adviento

Durante las navidades de hoy acostumbramos ver, sobre todo en las calles del viejo Managua, suntuosos nacimientos cargados de lujos excesivos, pero vacíos de amor.

El primer pesebre fue hecho en vivo por San Francisco de Asís en 1223 en Greccio, Italia.

Por otro lado, San Bonifacio (680-754), el santo patrón de Alemania, durante su evangelización en lo que ahora son los países bajos europeos, cortó un Yggdrasie, árbol mitológico de los países nórdicos que adornaba a Frey dios del Sol y la fertilidad —árbol que representaba cabalísticamente al Asgard en su copa, al palacio de Odín en sus ramas o Valhalla y en su raíces al Helheim o reino de la muerte— y lo reemplazó por un pino perenne adornándolo con manzanas y velas encendidas que representaban al pecado original y a la luz de Cristo. Perenne para recordarnos la eternidad y triangular para mostrarnos la tridimensionalidad de la Santísima Trinidad.

Pero es a San Nicolás (250-352) nacido en Patara, Turquía, a quien se atribuye el dar regalos durante ese tiempo de adviento. Regalos que las gentes comenzaron a poner pasado el tiempo, debajo del pino de San Bonifacio cambiando las manzanas con bolas de cristal y las llamas de las velas por luces y otros adornos brillantes.

No fue hasta en 1605 que aparece el primer Árbol de Navidad en Alemania. Luego en Finlandia en 1800, en Inglaterra en 1829 y en España en 1870, pero los nacimientos, esos donde se coloca al Niño Jesús con María y San José, los Reyes Magos, la mula, el buey y los pastores fue una práctica que los franciscanos mantuvieron en toda Europa desde 1223 y que luego trajeron a Nicaragua junto a las pastorelas adornadas de villancicos y cantos al Niño Jesús junto a la devoción mariana donde especialmente en León, penetraron en lo más profundo del corazón del pueblo.

La costumbre de dar regalos aunque atribuida a San Nicolás, era sin embargo un hábito pagano que viene desde tiempos romanos, donde los padres de familia a mediados del mes de diciembre al finalizar las fiestas al dios Saturno, hacían regalos a sus hijos para complacer a su dios.

El Árbol de Navidad pudo aparecer en Nicaragua a comienzos del siglo veinte quizá traído por los norteamericanos durante las ocupaciones militares. Eran árboles diferentes pues al no haber pinos, al menos en la zona del Pacífico, se usaban arbustos secos del algodón que se cubrían con detergente blanco adornándose con velos finos, luces y objetos brillantes.

En Nicaragua hay mención de nacimientos navideños desde el siglo XIX. Darío nos habla de ellos cuando recordaba ver bailar y cantar a su prima Inés, al son de villancicos delante del Niño Dios en una pastorela en casa de la tía Bernarda.

En León se hacían majestuosos nacimientos entre estos, los del Capi Prío que rememorando las montañas y pueblos alemanes con su nieve, callecitas y casas de techos empinados, nos provocaban una ensoñación sin límites allí mismo en la casa Prío donde Rubén entre sus hermosos balcones se inspiró en algunos de sus versos. O, los de doña Ligia Argüello Pallais de Saborío que por su belleza provocaban largas filas de admiradores en la histórica casa donde fue el hotel de los diplomáticos de don Juan Pallais.

Marcelino Areas, culto y erudito sacerdote profesor de generaciones hoy lamentablemente olvidado, en la iglesia del Calvario igual que el hermano Longinos del cuento de Navidad de Rubén, nos transportaba con su majestuoso nacimiento al mundo mágico y misterioso del nacimiento de Jesús y así como Balaam —el profeta bíblico que guiado por el ángel con la espada dorada bendijo a Israel—, así bendecía también a León enfrente de su luminoso Belén que a todos, niños y adultos, nos hacía revivir en la esperanza del nacimiento de la Luz y el Amor en los días de adviento.

Los nacimientos del Capi Prío, monseñor Areas y Doña Ligia Argüello para mencionar unos pocos de los cientos que para esa época linda del año se hacían con dedicación y esmero, eran una ventana al mundo donde León se podía asomar para ver al universo y recitar su poesía.

El autor es médico.

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