Medallas
Cuando el comité organizador de los Juegos Centroamericanos quiso a última hora cambiar las reglas de la competencia para que Nicaragua saliera favorecida en el medallero final, estábamos en el fondo asistiendo a striptease ético de quienes tiene el poder. Quedaron ahí desnudos en sus vergüenzas. No fue casualidad. No fue el desliz de un empleado menor. Fue la maldita vocación de fraude. Ganar por los métodos que sea, a como sea. Sin pudor. Sin escrúpulos. Al contrario, sacar pecho por ello. Es el zorro que se comió los huevos una y otra vez y no puede dejar de hacerlo.
Viveza de ratón
Fíjense nomás en las últimas votaciones. El Frente Sandinista tenía la posibilidad de ganar con cierta transparencia la gran mayoría de las alcaldías. Cualquier persona con tres dedos de frente, aunque sea por estrategia, ni siquiera por honestidad, se hubiese abstenido de robar esta vez para lavarse un poco la cara. Pero es que quien es adicto a estas tramperías no se contiene. Viveza de ratón. Hay evidencia bastante creíble que al menos en siete municipios, San José de Bocay, San Miguelito, El Coral, Bocana de Paiwas, San Pedro de Lóvago, El Jicaral y Rancho Grande, se alteraron grotescamente los resultados para que ganara quien perdió y perdiera quien ganó. Ganaron más color que poder. ¿Por qué se las robaron? Porque podían. Porque vieron los huevos y no pudieron dejar de comérselos.
Descaro
Hay casos tan descarados como el de San José de Bocay, donde el candidato del partido opositor Ciudadanos por la Libertad ganó con una diferencia de 730 votos sobre el candidato del oficialista Frente Sandinista, según la suma de las actas. Resulta sí que este último partido se adjudicó 1,750 votos más alterando burdamente las actas. Por ejemplo, en Raití el candidato sandinista solo sacó 19 votos, pero en el acta que llevaron al Consejo le pusieron a lápiz un tres antes del 19 para salir con ¡319 votos! en una comunidad donde ni siquiera existen 300 personas. Y ahí anda el pobre alcalde robado, mostrando las actas originales para demostrar el robo sin que nadie, nadie, le haga caso.
Honestidad
Aclaremos algo: para ver el robo de unas elecciones no es necesario ser del partido robado, o simpatizar con él. Y al contrario, tampoco alguien por ser del partido ladrón debería ignorar el robo. Digo esto porque hay gente interesada en hacer creer que las denuncias de fraudes solo son lamentos de los perdedores. Denunciar el robo de votos es tanto o más importante que denunciar al que vimos robándose una cartera en el bus o saqueando algún ministerio. Es un asunto de honestidad. Nadie se puede sentir seguro en un bus donde ve que le están robando a otros.
Honduras
La mayoría perdemos con los fraudes. Mirémonos en el caso de Honduras. La transparencia en las elecciones nos es poca cosa y con bastante frecuencia conduce a rupturas sociales, debacles económicas y guerras, con toda la cuota de sangre y miseria que viene con ello. No nos equivoquemos, no es que la derecha sea democrática y la izquierda sea ladrona, ni al revés. El robo de las elecciones no es un asunto de derecha o izquierda, de sandinistas o liberales. Es de ladrones y punto. Reconocerlo y denunciarlo debería ser un imperativo moral sea quien sea quien lo cometa.
Compadrazgo
Por alguna extraña razón, la OEA tiene un discurso para Honduras y Venezuela y otro para Nicaragua. Los muertos de Venezuela y Honduras valen más que los de Nicaragua que se registran en su informe final solo como “violencia ocurrida tras los comicios electorales”. Así, sin nombres ni números. La tibieza con que la OEA toca en Nicaragua las mismas o mayores irregularidades que condena en otros países, hace pensar en un compadrazgo entre Luis Almagro y Daniel Ortega que todavía no logramos entender. El robo de votos que en Honduras hace a la OEA exigir unos nuevos comicios para saber realmente quien ganó, en Nicaragua se van en una mención de “debilidades propias de todo proceso”. No importa que anden por ahí siete alcaldes con las actas bajo el brazo sin que nadie se tome el trabajo de contar los votos como corresponde.
Alma ratera
El problema es que quien se roba unas elecciones se roba también una cartera o un celular. Todo es que tenga la oportunidad. A veces ni siquiera es la necesidad. Quien se roba las elecciones sin empacho es el mismo se cuela en las filas o se tira el semáforo en rojo porque está en su naturaleza creer que tiene más derechos que los demás, y que siempre tiene que conseguir las cosas con ventajas. Y así como está dispuesto a ponerse 300 votos más en un acta donde solo sacó 19, asimismo está listo a adjudicarse medallas fraudulentas en una competencia sin detenerse a ver el daño que la causa al país y a los mismos deportistas nacionales que dejaron el alma en las canchas y pistas para ganarse las medallas de forma legítima.